martes, 31 de diciembre de 2019

Recapitulando 2019


Bien, pues ya estamos a finales de otro año y aquí está mi resumen, con la intención de que sirva de índice de entrada a todo lo que he publicado en este blog, ordenado por temáticas.

Comienzo con los Relatos, porque inicié 2019 con uno, En la trinchera. Este ha sido un año prolífico en publicaciones literarias, espero seguir por este camino, que es el que más lectores me aporta. Pero a veces me pueden las entrañas y me enredo con temas polémicos. De esta forma surgió el relato político A quién vas a votar, que tiene tintes pedagógicos (diré en mi disculpa que se avecinaban unas elecciones, luego hubo más). Después el humor negro de La vida de Ismael, el humor grosero de El trance y el trago amargo de Amarillo, relatos que procedían de un taller de narrativa que estaba realizando y de los que me siento muy satisfecho. Con varias frases cortas y una serie de fotografías compuse La respuesta está en los números. Y terminé en octubre con Cifras y letras, un surrealista juego con las palabras y los números.

Viva el doblaje, viva Pancho Villa, es la única entrada de este año de la etiqueta Defensa del castellano y en ella me despacho a gusto contra la “obligatoriedad” de que todo quisqui hable inglés.

También ha habido Poesía. El 14 de febrero confesé que, cuando Mila cumplió cierta edad, le regalé un libro de poemas y traje dos de ellos a mi entrada Poemas vitales. En junio reincidí con Vivir para soñar, a pesar de mi rubor de hacer pública mi vena lírica. Y el 14 de julio me despaché con una Oración blasfema, a la que tuve que poner una larga introducción, para explicarme y así tratar de evitar ser llevado a la hoguera —la hoguera virtual también quema.

Bajo la etiqueta de Reseñas colgué la presentación que hice del libro de mi amigo Alejandro Pérez, Cuentos Artesanos, estupendo libro y mejor persona. Tampoco podía faltar la reseña al libro colaborativo de La Sombra del Ciprés, este año Ávila tenebrosa.

También he sido prolífico en mis entradas relacionadas con la Narrativa Gráfica. Este año sigo realizando un resumen histórico. Ahí van: El cómic se independiza de los periódicos y se infantiliza, La expansión del cómic por América, El nacimiento de la Bande Dessinée y Tintin y la bande dessinée belga. Seguirá…

Tengo dos Historias este año: Pedir perdón por la conquista, que es una reflexión causada por la solicitud del presidente mexicano de que los españoles debíamos hacer eso, y El final del verano llegó…, que trata de lo que se puede decir cuando no se tiene nada que decir.

En el apartado de Viajes, este año hay un reportaje gráfico de Las majadas de los queseros, que se conservan cerca de Candeleda (Ávila).

Con la etiqueta de Vida literaria, he realizado mi tradicional resumen de la V gala de premios La sombra del ciprés.

Sobre Política, aquí dejé un alegato contra un partido que no respeta las opiniones de los demás y que ilegalizaría a quien no se crea sus ideas “sagradas”. Me despaché a gusto, lo siento, fue un rabotazo del que tengo remordimientos, pero es lo que pienso: Banderas y cordones sanitarios.

Termino el año con una Reflexión en este mismo mes, La huella humana, en la que muestro mi preocupación por el medio ambiente y la superpoblación. ¿Influido por la COP25 de Madrid? Pues va a ser que sí.

A ver que cuente… 23 y esta 24. Creo que las tengo todas. Todas las entradas de este blog en el año que ya acabó. Espero completar el siguiente. Que la paz y el amor, que nos predica esta sociedad capitalista para que no dejemos de consumir, sea el propósito de los 366 días de 2020. Y que cada uno trampee con los girones de felicidad que se le presenten, intentando superar los malos ratos.

(En recuerdo de José Luis. Nos dejaste, maestro. ¿Y ahora qué hacemos?)


sábado, 14 de diciembre de 2019

La huella humana


España pierde población. Esto nos cuentan y lo dicen como si fuese un terrible problema. Luego la gente lo acepta y se preocupa. ¿A qué se debe? ¿Por qué no tenemos más hijos? ¿Por la crisis económica, porque somos más egoístas…?

Estamos tan acostumbrados a que nos den las noticias sin mascar y a que nunca se profundice en las cuestiones, que aceptamos todos los titulares y… a otra cosa. Eso es lo que quiere de nosotros un estado neoliberal, que no pensemos, que aceptemos sus píldoras de opinión y que dediquemos nuestro tiempo, el que nos sobra de trabajar —el que pueda— a seguir a un equipo de fútbol, a intentar entender las entelequias del último teléfono móvil que nos hemos regalado, a ver telebasura o a ocupar nuestro ocio con una afición que no sea lesiva para sus intereses. Si puede ser excluyendo la lectura, mejor. Y  en caso de que leamos, no seamos tontos, divirtámonos con Juego de Tronos, El Señor de los “Tornillos” —perdón es una broma privada— o la última de Fast and Fourius. Como verán mezclo intencionadamente literatura con audiovisuales, ya que lo que interesa no es la lectura, sino una historia que nos distraiga y nos saque de la realidad.

¿Una península de las dimensiones de la nuestra tiene un problema por disminuir los cincuenta millones de habitantes que la machacan? —Sumando Portugal, no se olviden.

En tiempos pretéritos —Edad Moderna, Edad Media o Edad Antigua— con una población peninsular entre unos ocho y once millones de habitantes, ya podíamos arrojar basura al mar, que este todo lo reciclaba. Ya podíamos quemar bosques, que se regeneraban. Ya podíamos utilizar medios de transporte, que estos incluso nos abonaban los campos.

El problema de la contaminación del mundo actual, el tema del agujero en la capa de ozono, el efecto invernadero, el calentamiento global, el estercolero en que hemos convertido a los mares, la escasez de alimentos… es decir, todo el apocalipsis que se nos viene encima está directamente relacionado con la superpoblación humana en este pequeño planeta, al que de momento llamamos Tierra, pero al que habríamos de denominar Basura.

Cuando estaba en mis estudios de educación secundaria, sentí un zarpazo de angustia al conocer las teorías de Malthus sobre el crecimiento exponencial de la población, que acabaría con los recursos de subsistencia. Nos parecía un aguafiestas, pero se está cumpliendo lo que dijo.

Y todo viene derivado directamente del sistema capitalista que, una vez libre del temor al comunismo, ha dejado de plegarse a buscar el bienestar generalizado. Cuando el capitalismo no tiene cortapisas, solo piensa en crecer, crecer y crecer. Al parar el crecimiento viene la crisis, se pasa mal y luego a seguir creciendo. Si no se crece, estamos fracasando. Pero cualquiera que plante un árbol en un recinto cerrado y techado, no puede pretender su crecimiento infinito, porque tarde o temprano se acabará asfixiado o derrumbando el recinto.

Para alimentar a siete mil quinientos millones de personas —año 2019—, hay que tener una ganadería extensiva que produce un gas metano venenoso. Hay que regar de pesticidas los campos de cultivo, que acaban con las abejas, las cuales dejarán de polinizar y extender la variedad forestal. Llenamos de plásticos nuestros mares, por envolverlo todo, para que pueda exponerse en un mercado, y luego hacemos una pesca intensiva que diezma los mares y nos ofrece proteínas de mierda embutida.

Estos son solo unos apuntes, que el sentido común nos indica que son verdaderos, aunque siempre vendrán iluminados que digan que no existe el cambio climático y que la Tierra es plana. Pero, contra imbéciles no se puede luchar.

A nuestro país le vendría muy bien tener diez millones de habitantes en lugar de cuarenta y, de manera proporcional, al resto de países. Esto daría lugar al abandono de pueblos en los que la vida se hace inhóspita, para que la naturaleza los invada y haga desaparecer. Sí, otra falacia, “que hay que repoblar la España vaciada”. Lo que hay que hacer es proporcionar una vida digna allí donde cada cual quiera vivir y no instar a la gente a vivir en lugares sin recursos.

Con la despoblación rural se recuperarían especies animales salvajes, se regenerarían los bosques y tendríamos un  planeta más limpio y habitable. Nos olvidamos que no somos los únicos con derecho a poblarlo, también están las otras especies.

El objetivo de toda planificación debía ser contener la natalidad. Y no estoy abogando por limitar el número de nacimientos, faltaría más, que cada uno tenga tantos hijos como quiera —y pueda—. Está demostrado que el mejor sistema de control de natalidad es el bienestar social. Así el egoísmo beneficioso nos llevará a querer disfrutar de las oportunidades que nos ofrece la vida y, en consecuencia, tendremos menos hijos.

¿Y quién trabajará, si por un tiempo la mayoría de los humanos seremos viejos? Pues las máquinas, que ya pueden hacer casi todas nuestras tareas. ¿Ah, sí, majo, y quién pagará los impuestos para mantener el estado del bienestar? Pues los que trabajan, claro. Es decir, las máquinas. En lugar de Impuesto de la Renta de las Personas Físicas (el IRPF), habrá que crear el Impuesto de la Renta de los Aparatos Mecánicos, El IRAM. Y que lo pague el que se beneficie de ello.

Que no nos engañe el capitalismo, no se necesita más natalidad, se necesita más calidad de vida y justicia social. Debemos consumir de proximidad y evitar la huella de carbono del movimiento de mercancías. Sustituir el Fast Food por el Slow Food. Acabar con la obsolescencia programada. Reutilizar, reparar y recargar, en lugar de usar y tirar…

Debemos tener las cosas claras, ya que la naturaleza tiene sus astucias y si no limitamos nosotros nuestra perniciosa huella humana, serán las catástrofes naturales las que nos envíen desastres y hambrunas. O las guerras, a las que viene abonándose el hombre con toda asiduidad histórica. Para ello, ya surgirán estúpidos como Trump, Bolsonaro, Salvini, Yelsin, Boris Johnson o Santiago Abascal. ¿Qué ya han surgido? ¡Dios mío!

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Banderas y cordones sanitarios


Intento que este sea un blog literario y de vivencias personales de su autor, aunque de vez en cuando muestre opiniones respecto a temas sociales y políticos. Llevo tiempo con intención de decir algo similar a lo que voy a exponer a continuación y siempre me he reprimido para no molestar a mis amigos. Pero ya no puedo más.

Soy una persona profundamente democrática y me jacto de tener amigos de todas —todas— las ideologías, porque todas las personas son respetables, pero algunas ideologías no lo son, sin lugar a dudas. Existen ideologías criminales, despreciables y a las que merece la pena combatir.

La democracia consiste en dar voz a todas las opciones y en respetar a las minoritarias. Luego hay que buscar consensos para llevar adelante las políticas, permitiendo que cada cual pueda aportar su pensamiento. Serán los puntos comunes los que hagan avanzar la sociedad. Lo contrario es creer que solo existe una verdad verdadera y que el que no es capaz de verla o bien es un ignorante, un enfermo o un criminal, al que hay que perseguir para que no lleve a cabo su pérfido propósito. El pensamiento único no respeta a los demás, los apabulla y trata de callar con todos los medios posibles, considerando legítima la violencia, ya que el objetivo principal es tener razón, se tenga o no.

La democracia, por el contrario, cobija todos las ideas, pero debe cuidarse mucho de aquellas que no son democráticas, porque pueden sumir a todos en la barbarie. Criminales despreciables como Hitler se hicieron con el poder a través de las reglas democráticas, con los resultados que todos conocemos. Por eso hay que tener mucho cuidado con los planteamientos políticos totalitarios y también con los religiosos integristas. Son un peligro latente, que no tardaría en explotar. Hay que hacerles cordones sanitarios y recluirlos en las cloacas a las que pertenecen, pisándolos sus sucias cabezas si intentan sacarlas. Y me refiero a ideologías, claro, no a personas.

Existe una ideología en España que dice abiertamente que quiere ilegalizar a quienes no piensan como ellos, que quiere obligar a todos a compartir su moral estrecha, que prefiere el enfrentamiento a permitir que alguien discuta algo que ellos consideran sagrado, que defiende sin paliativos la atroz dictadura que acabó con el sistema democrático de la II República, que piensa que si en el mundo hay ricos y pobres es porque los pobres son unos vagos, que combate ciegamente la ideología feminista que está revolucionando positivamente nuestra sociedad, que cree que todos debíamos vestir uniforme y ponernos a las órdenes de un líder...

Me da pavor cuando gritan “a por ellos”, ya que yo sería uno de ellos. Y existen precedentes de lo que hicieron cuando llevaron a efecto ese grito en la historia reciente, normalmente en cunetas y tapias de cementerios. Y aquí no me vale el “y tú más”, que cuarenta años sirvieron para que se tomaran revancha suficiente de los desmanes de los vencidos, quedando los suyos impunes.

Esa ideología se llama VOX y me repugna. Enfrente me tenéis. Dicho queda.

domingo, 24 de noviembre de 2019

V gala de premios La Sombra del Ciprés


Quiero seguir reseñando en mi blog las galas de premios literarios de la asociación “La Sombra del Ciprés”. Aunque en esta ocasión no tengo fotos propias, mi intención es dejar constancia de lo que aconteció, sabiendo que habrá mejores reportajes gráficos. Me apropiaré para ilustrarlo de fotos ajenas captadas de las redes sociales, así que ruego a los propietarios que, si no quieren que las utilice, me lo hagan saber y rápidamente las quitaré.


Este año se celebró el sábado 16 de noviembre y cambiamos la ubicación del evento, por la colaboración efectuada con la Fundación Ávila, desarrollándose en el Auditorio que está en la calle Pedro de Lagasca.

Foto Cruz Roja

Los presentadores fueron el polifacético Guillermo Buenadicha y la excepcional Carolina Ares, acompañando todo el acto el piano del joven Pablo Sáez Somoza.

Foto Nano Galán

Foto José Ignacio Robles

Tras las presentaciones y agradecimientos, me tocó el honor de realizar el discurso como presidente, con el que dio comienzo una velada dedicada al teatro.

Foto Víctor Rodríguez

Entre premio y premio, cinco compañeros interpretaron fragmentos dramatizados, de obras de Juan Mayorga, que habían sido seleccionados por Blanca López de Tejada y Sergio Sánchez. Estos compañeros fueron Ismael López Martín, Begoña Jiménez Canales, Ánzoni Martín, Maria Eugenia Hernández Grande y Juan José Severo, dirigidos por Pilar Rodríguez.

Montaje fotográfico Jesús María Sanchidrián

El primer premio “Pegar la hebra”, por su labor comunicativa y divulgadora, fue para Francisco Ruiz de Pablos, entregado por el representante de la Federación Abulense de Hostelería Javier Marfull.

Foto José Luis Hernández Pérez

El segundo premio “El tesoro”, al medio de comunicación que fomente la cultura literaria recayó en el diario digital Avilared, recogido por Carlos de Miguel y entregado por nuestro compañero Pablo Garcinuño.

Foto Jesús María Sanchidrián

El tercer premio “Mi vida al aire libre”, recayó en la Asociación Cultural “Pizpirigaña”, de Arenas de San Pedro. Lo recogió Federico Martín Nebras y fue entregado por nuestro compañero Julio Collado.

Foto José Luis Hernández Pérez

El cuarto premio “Madera de héroe”, lo decide y entrega el Casino Abulense. Fue para el escritor, antropólogo y divulgador Jesús María Sanchidrián Gallego.

Foto Juan Carlos López

A continuación se dio la Mención Especial, esta vez concedida ex aequo a Cruz Roja Española y a la ONCE, por su colaboración en nuestra actividad TLO, dedicada a llevar la lectura a personas que no pueden por sí mismas. Lo recogieron Mercedes Martín, presidenta de Cruz Roja en Ávila y Javier González Jara y Julio Somoza por parte de la ONCE.

Foto Cruz Roja

Foto Juan Carlos López

Terminó el evento con la entrega del premio al escritor de repercusión nacional, que tiene por nombre el mismo de la asociación “La Sombra del Ciprés” y que este año recayó en el dramaturgo y académico de la lengua Juan Mayorga, a quien tuve el placer de presentar y entregar la estatuilla.

Foto Víctor Rodríguez

Tan solo queda por reseñar que todo fue posible por el grupo de trabajo que estuvo integrado, además de por los presentadores, Carolina y Guillermo, por Pablo Garcinuño, Paula Velasco, Julio Collado, Antonio Luis Martín y yo mismo.

Foto José Luis Hernández Pérez

Foto Jesús María Sanchidrián

Y a continuación algunas fotos de los amigos que se acercaron a ver esta edición de Premios:







miércoles, 30 de octubre de 2019

Las majadas de los queseros



A quienes se acerquen a ver el magnífico castro vetón de El Raso, cerca de Candeleda (Ávila), les aconsejo que concierten una visita a las majadas de pastores que hasta casi finales del siglo XX han vivido dedicados a una actividad laboral que les obligaba a tener una condiciones de vida cercanas a las de nuestros antepasados de la prehistoria.



A los pies de la Sierra de Gredos, vivían en unos chozos en majadas aisladas, aunque cercanas a otras similares y en una organización familiar que tenía la vida dedicada por completo a la producción de queso de cabra. Según avanzaba el año, se trasladaban a unos puestos avanzados, mucho más altos, para que los animales pudieran comer. Estaban totalmente aislados, aunque entre ellos se reunían una vez a la semana, cada vez en una majada diferente, para celebrar fiestas y bailes que daban salida a la necesidad de relación social de los más jóvenes.


La vivienda era de dimensiones muy reducidas, con una sola puerta y sin ventanas ni chimenea. Tan solo unas alacenas para almacenar los enseres domésticos y unos colchones contra la pared, que eran extendidos para dormir. El fuego, pegado a una de las paredes, era el centro del hogar. Aún así, testigos de estas casas en funcionamiento remarcan la limpieza que tenían en ellas.


También tenían unos pequeños huertos de los que surtirse. Pero el centro de su actividad eran las chozas queseras que se instalaban en el curso de una corriente de agua, para mantener el queso fresco hasta que lo llevaban para su venta.




La instalación más importante era la majada de las cabras, circular y escalonada, techada en parte, que se orientaba al mediodía al resguardo de los fríos del norte.





Además explotaban otros animales, como cerdos y gallinas, siendo de gran utilizad los burros.

lunes, 14 de octubre de 2019

Cifras y letras


Una palabra estaba más sola que la una, pero otras llegaron para hacerle compañía. En principio unas decenas, luego centenas y hasta millares. El caso es que no decían nada, porque estaban desordenadas. Entonces aparecieron algunos números que quisieron arreglarlo, si bien no supieron cómo, ya que ellos mismos no tenían orden ni concierto.

El dos se puso delante del uno, recordando la escuela, donde le enseñaron el alfabeto, y pensó que tratando con las letras era lo más apropiado. Llegó el tres y se colocó también delante del uno. Pero cuando apareció el cuatro pasó a ser el primero, hasta que el cinco ocupó su posición. El seis y el siete se fueron con el tres, aunque le dieron la espalda.

El cero apareció de pronto, sin que se le esperase, poniéndose en primer lugar. Entonces el ocho, más chulo que un sí mismo, tomó una tiza y escribió al cero con zeta, colocándolo detrás del uno. Esto no lo consintió el setenta y uno, que pasaba por allí y que, además de primo, era guardia de la porra. Marcó una falta de ortografía y tumbó al ocho, enviándolo al infinito. Después restituyó la ce al cero. Pero se dio cuenta de que así no valía nada. Contrariado, se puso el uno al hombro y se marchó a hacer senderismo, que es lo que más le gustaba.

El nueve, del que todos se habían olvidado, pensó que las letras y los números no se entenderían nunca. Que las palabras no se ordenan por decreto, sino por ideas. Que era mejor  dejarlas decir locuras, que encorsetarlas. Así que se limitó a contar las palabras de este cuento, hallando que son trescientas justas.

Pero ten en cuenta que, si las cuentas, no te saldrá la cuenta si hasta aquí no cuentas.

domingo, 29 de septiembre de 2019

La respuesta está en los números


Una morena me enamoró cuando éramos aún adolescentes.


Dos ojos color miel fueron suficientes para decidir que la amaría siempre.


Tres semanas de paseos por el parque, nos llevaron al noviazgo.


Cuatro meses tardé en pedirle que se casara conmigo.


Cinco años necesitamos para hacer realidad ese deseo.


Seis hijos llenaron de felicidad nuestros días.


Siete eran las plantas de aquel maldito hospital.


Nueve de octubre marcaba el calendario el día de su entierro.


Diez minutos llevo dudando si dispararme la escopeta en el pecho.


Pero he decidido que no, que a mi vida aún le falta el ocho.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Amarillo







Caminaba intentando perderse para llegar al lugar donde iba a encontrarse consigo mismo. El crujir de la alfombra de hojas caídas le templó el ánimo. Era música cadente que marcaba sus pasos como si fuera una marcha militar. 

El otoño, en sus últimos estertores, no paraba de nevar hojas que volaban sin rumbo y de vez en cuando le golpeaban con delicadeza en el cogote, en el brazo o en la nariz. 

Su enfermedad irremediable era del color del paisaje y, cuando la fuerte soga le ató por el cuello al árbol elegido, supo que su pesado cuerpo no caería con la cadencia de esas hojas inertes que le acompañaron en su último paseo.