lunes, 26 de agosto de 2013

Lo demás es cosa vana

No hay, sino nacer y morir, lo demás es cosa vana.
Con esta frase comienza mi última novela y el fragmento en cursiva le da título. En torno a ella he construido la ficción, lo cual me ha dado la ocasión prolongada de meditar sobre su significado, llegando a sentirme vivencialmente identificado. ¿Qué hay en esta vida que tenga auténtica importancia? Tan sólo que se nace y se muere, lo que ocurre entre tanto igual da. Luchamos, en primer lugar por la supervivencia, cuando esto lo tenemos asegurado intentamos el reconocimiento de los demás, poniendo el hincapié en el desahogo económico y, si somos sensibles, nos implicamos en el bienestar de la población general, combatimos contra la injusticia, el hambre… Siendo conscientes de que muchos de quienes nos rodean, aunque sea en continentes lejanos, no pasan de la primera fase de la pugna por la subsistencia. Pero, al fin, morimos. Luego, ¿qué más da lo que hayamos vivido una vez ocurrido el deceso? ¿La transcendencia a otra vida? Para eso hay que ser creyente y eso es algo irracional, que no deja de producir guerras e injusticia en el mundo. Hoy mismo es ejemplo lo que ocurre en países como Egipto, Israel o Siria, ayer las Cruzadas y la Inquisición, mañana la negación de la ciencia darwiniana o la represión de la homosexualidad. Para esperar la transcendencia hay que ser creyente y no me quedan ganas, la verdad.
La frase del encabezado, que expresa la sabiduría de la resignación, se la oí por primera vez, en una conferencia al profesor Serafín de Tapia, hablando de convertidos a la fuerza a una religión, que no era con la que fueron amamantados. Él la recogió de una judeoconversa, yo la aplico a un morisco. Lo mismo da. No hay, sino nacer y morir, lo demás es cosa vana.
Este primer post de lo que pretende ser el blog de un escritor, no puede tener un comienzo más apropiado que la resignación ante lo que vivimos. Lo cual no quiere decir que no debamos luchar por las cosas en las que creemos, al contrario, propugno desde estas líneas la lucha más beligerante por nuestras convicciones, tan sólo prevengo el fracaso. Si no logramos un mundo más justo, al final morimos y todo habrá dado igual. No nos puede quedar la satisfacción siquiera de haber logrado un mundo más justo para nuestros hijos, porque después de marcharnos "no existimos”. No me imagino asomado a una nube, mirando al Mundo y diciendo: “Qué bien, gracias a mí, no se destruyeron los bosques tropicales y la educación es gratuita y para todos”. Si existiera otra vida, la presente no habría sido más que un mal sueño del que querríamos pasar página. Tal vez por eso nadie que se marchó ha vuelto.
En este blog teorizaré humildemente sobre literatura, relataré algunas historias cortas, daré noticias de mis éxitos y fracasos. Pero que nadie me haga mucho caso. Aunque yo, sinceramente, me crea mis palabras, tan sólo son eso, palabras. Mayor sentido tienen las palabras si están puestas seguidas para construir una obra literaria, que puede llegar a causar placer a algún lector y, entonces, habrán servido para algo. Servirán para distraerlo mientras le llega su propia muerte y, después de ello, lo que haya leído en su vida dará igual, Kafka, Quevedo o Carlos Ruiz Zafón. A mí, antes de que me llegue ese momento, me proporcionará la satisfacción de pensar que he hecho reír, llorar o disfrutar a otras personas, con historias que me he inventado. A los lectores un rato de distracción, mientras les llega lo importante.

Como lo demás es cosa vana, hablemos de lo demás a partir de ahora mismo. ¡Hola mundo! Estoy aquí y soy escritor porque escribo. Ayer nací, mañana moriré, y lo demás no importa mucho.
Cristóbal Medina, agosto de 2013