domingo, 30 de enero de 2022

Querámonos un poco

Un idioma es un cuerpo en movimiento que se transforma. Si no fuera así, aún hablaríamos latín. Está bien esa evolución paulatina a través de los siglos y es inteligente tomar de otras lenguas palabras para conceptos que no tenemos. Esto nos enriquece y lo llevamos haciendo siglos. No me opongo en absoluto.

Lo que no tiene ni pies ni cabeza es la aceptación que los castellanohablantes estamos haciendo de términos ingleses; tanto si nos vienen bien, por cubrir huecos lingüísticos, como si son totalmente innecesarios y prescindibles. Yo a esto lo llamo avalancha de barbarismos que pudren la lengua que hablamos. Y no somos conscientes de ello. Abramos YA los ojos.

¿Cuál es la razón de que ocurra? Solo se me ocurre una respuesta: que los que hablamos el idioma de Cervantes sentimos complejo de inferioridad con respecto al inglés y que pensamos que cualquiera de los términos que ellos usan definen conceptos de una forma precisa, por lo que están a la vanguardia de la ciencia y la cultura, mientras que las palabras castellanas son incapaces de denominar un concepto nuevo. En resumen, que somos paletos por hablar esta lengua y no haber tenido la suerte de nos fluya por las venas la sangre de Shakespeare.

Pero esto que expongo no es una ida de pinza mía y lo puedo demostrar:

Términos innecesarios: streaming (directo), on line (en línea), email (correo-e), fake new (noticia falsa / paparrucha), like (me gusta), bike (bici), hacer running (correr), pendrive (pincho), weekend (finde), share (compartir), tablet (tableta), hacer shoping (ir de compras), dinero cash (efectivo), ready (preparado, a punto), love (amor, amar) …

Llegamos al delirio con letras de canciones como la de Rosalía que dice (espero que de forma jocosa) cosas como estas: “Te quiero ride, como a mi bike. Hazme un tape, modo spike…”. O, sin ir más lejos, la bazofia que llevamos a Eurovisión —el ridículo en las votaciones lo tenemos garantizado—, de una cantante a quién no quiero nombrar y espero que pronto sea olvidada: “Let's go! Llego la mami / La reina, la dura, una Bugari / El mundo está loco con este party / Si tengo un problema, no es monetary / Yo vuelvo loquito a todos los daddies / Yo siempre primera, nunca secondary / Apenas hago doom, doom / Con mi boom, boom / Y le tengo dando zoom, zoom…”. Sé que muchos agradeceréis que, al ser este un medio escrito, no suene la música reguetonera, género en el que tenemos ejemplos para dar y tomar.

Por indicar algún caso más: ¿Cuántos padres ponen a sus hijos Yónatan, Yudit, Yénifer, Sara o Dafne, escribiendo Jonathan, Judith, Jennifer, Sarah o Daphne? Así, los Carlos se hacen llamar Charli y los Ricardos Ríchar, desconociendo que en castellano Ríchar lleva tilde al ser una palabra llana terminada en erre. Pero no dudan en escribir Charlie y Richard, sin descuidar una letra.

En las redes sociales la gente escribe con precisión palabras inglesas y no se preocupa de poner las tildes en castellano ni se interesa por dónde va colocada una hache —haber por a ver, como por cómo, acabo por acabó—. No le dan importancia a la gramática ni a la ortografía y suelen excusarse con que «si se entiende, para qué más». Pues es fácil, porque si no se escribe correctamente no se entiende; además de que se fomenta el vivo desprecio a las normas que hacen que todo lector pueda comprender con facilidad lo que otro escribe.

Con estas reflexiones solo quería que aquellos que todavía tengan alguna duda al respecto sean conscientes del camino que estamos llevando y que, si no le ponemos remedio, en muy pocas décadas no quedará ni rastro del idioma que dio a luz obras tan bellas y profundas como «Coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique, «La noche oscura del alma», de San Juan de la Cruz, «Cien años de soledad», de García Márquez, o la poética completa de Federico García Lorca». Nuestros nietos tendrán que estudiarlo como lengua muerta y los futuros planes de educación lo sacarán del currículo, como han hecho con el latín y el griego clásico.

Pongamos fin a la avalancha. Digamos fin y no end a este disparate. En nuestras manos está. No somos tontos y el castellano es una lengua culta y digna. Amémonos un poco.

sábado, 15 de enero de 2022

El sueño de Connor

«A veces escribo cosas, a veces leo». Así comienza con humildad su biografía César Díez Serrano en su página web de humor Gloucester Post. Conozco a César desde hace tiempo y sé que hace muchas cosas más. Y todas bien. César es una persona muy activa y con una asombrosa capacidad de iniciativa. Siempre está maquinando ideas y proyectos, pero lo que se sale de lo común es que todas las persigue y realiza. No se quedan en meros sueños. Con 21 años escribió su primera novela, que llegaría a publicar con 24, la cual acabaría convertida en una trilogía: «La Edad de Acuario». Ha puesto en marcha, en compañía de nuestro añorado Alfredo Rodríguez y en la mía propia, una asociación de escritores. Está al frente de una iniciativa empresarial con la que se gana la vida, tiene páginas web variadas, como la reseñada en las primeras líneas de este artículo, se ha embarcado en la creación de una editorial, realiza podcast y producciones de vídeo para publicidad, etc., etc., etc.

Su trilogía de «La Edad de Acuario», es una atractiva saga de investigación periodística y de viajes, que nos ha llevado desde Madrid a Londres, pasando por París y otras ciudades europeas, todas las cuales conoce. Y las disfruta cada vez que puede escaparse. Pero no se ha encasillado en esta temática y ahora nos sorprende con una alucinante historia de ciencia ficción. Así es como yo la definiría: alucinante.

El sueño de Connor, está ambientada en un futuro cercano. Tan cercano que todos podemos identificarlo, aunque el mundo sea sensiblemente diferente al que conocemos. Con una breve introducción en los alrededores de Roswell, Nuevo México, en el año 2014, nos trasladamos de inmediato al año 2050, donde se desarrolla toda la trama.

Ese futuro próximo nos resulta cotidiano a los que aún vivimos en tiempos tan extraños como estos de la pandemia del COVID-19. El cambio climático ya es una realidad y las temperaturas extremas son habituales. La salud pública se ha visto afectada y se manifiestan diversos problemas respiratorios. Por otro lado, el marco político es sensiblemente diferente, con unos Estados Unidos de Norteamérica que forman una especie de CEE en el otro continente. Su presidente no es anglosajón, sino mexicano y católico, John Flores.

Poco puedo decir de la trama, para que el lector no deje de sorprenderse por los acontecimientos. Tan solo señalaré el hecho desencadenante: las antenas que vigilan el espacio han detectado una señal que viaja por el Universo y, una vez descodificada, el asombro es máximo pues se trata de una frase en arameo, el idioma que se hablaba en Palestina en tiempos de Jesucristo, y ese mensaje es apocalíptico. Esto desencadena una serie de acontecimientos que convierten a la novela en un trepidante thriller que corta la respiración, hasta desembocar en un final sorprendente.

Con unos personajes muy bien trazados, la doctora Jackie Connor es la conductora de la novela, pero no puedo asegurar que sea la protagonista, ya que la verdadera protagonista es la ciencia. Tanto como la religión.

Podemos calificar El sueño de Connor como novela de ciencia ficción, a pesar de no tratar de naves espaciales, viajes interestelares o seres extraterrestres. Es pura ciencia, pero una ciencia basada en aspectos que tienen más de realidad que de imaginación.

César ha confesado en diversas entrevistas, que esta novela se ha gestado durante varios años en los que él ha atravesado una crisis personal. Eso puede darle un tono pesimista, pero no sería necesario, ya que solo es una proyección a un futuro cercano de la situación de la humanidad en nuestros días. Situación que no puede definirse de otra forma que como crisis planetaria. Son muchos los retos que tenemos por delante y algunas soluciones, pero se nos está acabando el tiempo y, como no nos tomemos en serio la crisis climática, la falta de recursos alimenticios, la escasez de agua o el exceso de residuos y basuras, llegaremos a un punto irreversible que nos abocará a la catástrofe.

El sueño de Connor es una novela muy visual. Yo la leí como visionando una superproducción de cine de Hollywood, llena de escenas de acción y efectos especiales. Las plataformas de televisión, sin duda, tienen en la novela material para realizar una impactante serie o película.

Pero el tema no está tratado de una forma superficial, sino reflexiva. Los acontecimientos desbordantes, que no te permiten pensar en el momento, acaban dejándote un poso para la reflexión. No solo se aborda el tema científico, sino la relación entre la ciencia y la religión. ¿La religión oculta saberes que no comprende? ¿La ciencia descubre empíricamente aquello en lo que se basa la religión? ¿La civilización desarrollada tiene esperanzas? ¿Estamos abocados al caos por la acción o por la inacción humana?

Recomiendo la lectura de este apasionante viaje que es El sueño de Connor. Como anticipo podéis visualizar el vídeo promocional, que os cortará la respiración:

Y luego acudid a la compra por Internet o en librerías. Me lo agradeceréis:

https://ambulibro.es/producto/suenodeconnorcesardiezserrano

Y sí, Ambulibro es la editorial en la que está embarcado este autor incansablemente activo.