Intento que este sea un blog literario y de vivencias
personales de su autor, aunque de vez en cuando muestre opiniones respecto a temas sociales y políticos. Llevo tiempo con intención de decir algo
similar a lo que voy a exponer a continuación y siempre me he reprimido para no
molestar a mis amigos. Pero ya no puedo más.
Soy una persona profundamente democrática y me jacto de
tener amigos de todas —todas— las ideologías, porque todas las personas son
respetables, pero algunas ideologías no lo son, sin lugar a dudas. Existen
ideologías criminales, despreciables y a las que merece la pena combatir.
La democracia consiste en dar voz a todas las opciones y en respetar a las minoritarias. Luego hay que buscar consensos para llevar
adelante las políticas, permitiendo que cada cual pueda aportar su pensamiento.
Serán los puntos comunes los que hagan avanzar la sociedad. Lo contrario es
creer que solo existe una verdad verdadera y que el que no es capaz de verla o
bien es un ignorante, un enfermo o un criminal, al que hay que perseguir para
que no lleve a cabo su pérfido propósito. El pensamiento único no respeta a los
demás, los apabulla y trata de callar con todos los medios posibles,
considerando legítima la violencia, ya que el objetivo principal es tener
razón, se tenga o no.
La democracia, por el contrario, cobija todos las ideas, pero debe cuidarse mucho de aquellas que no son democráticas,
porque pueden sumir a todos en la barbarie. Criminales despreciables como
Hitler se hicieron con el poder a través de las reglas democráticas, con los
resultados que todos conocemos. Por eso hay que tener mucho cuidado con los
planteamientos políticos totalitarios y también con los religiosos integristas.
Son un peligro latente, que no tardaría en explotar. Hay que hacerles cordones
sanitarios y recluirlos en las cloacas a las que pertenecen, pisándolos sus
sucias cabezas si intentan sacarlas. Y me refiero a ideologías, claro, no a
personas.
Existe una ideología en España que dice abiertamente que
quiere ilegalizar a quienes no piensan como ellos, que quiere obligar a todos a
compartir su moral estrecha, que prefiere el enfrentamiento a permitir que alguien discuta
algo que ellos consideran sagrado, que defiende sin paliativos la atroz
dictadura que acabó con el sistema democrático de la II República, que piensa
que si en el mundo hay ricos y pobres es porque los pobres son unos vagos, que
combate ciegamente la ideología feminista que está revolucionando positivamente nuestra
sociedad, que cree que todos debíamos vestir uniforme y ponernos a las órdenes
de un líder...
Me da pavor cuando gritan “a por ellos”, ya que yo sería uno
de ellos. Y existen precedentes de lo que hicieron cuando llevaron a efecto ese
grito en la historia reciente, normalmente en cunetas y tapias de cementerios.
Y aquí no me vale el “y tú más”, que cuarenta años sirvieron para que se
tomaran revancha suficiente de los desmanes de los vencidos, quedando los suyos
impunes.
Esa ideología se llama VOX y me repugna. Enfrente me tenéis.
Dicho queda.
Coincido con tu análisis y valoración. Añado que el ideario de Vox pretende desacreditar y anular los avances sociales que, con el esfuerzo de los y las mejores, se han ido abriendo paso en las últimas décadas: feminismo, aceptación de las diferencias en materia afectivo-sexual, respeto a los inmigrantes, protección a los animales, lucha contra las causas del cambio climático, etc. Es decir, es una ideología y una práctica reaccionaria, ultraconservadora, contraria al progreso de la humanidad y, aunque se lo callan, partidaria de los valores más negativos de épocas pasadas: machismo, monolitismo ideológico, supremacismo blanco, explotación irresponsable de la naturaleza, recurso al autoritarismo, rechazo de las diferencias, etc.
ResponderEliminarSerafín de Tapia