A finales del siglo XIX, en Estados Unidos habían creído
erróneamente que inventaban una forma novedosa de narrar a través de imágenes y que llamaron comic.
A comienzos del siglo XX desarrollaron esa forma narrativa hasta perfeccionar un
lenguaje que creían nuevo. Luego, como la pólvora, ese
nuevo lenguaje se expandió hacia el sur, llegando al Cabo de Hornos, donde
quedó detenida, ya que entonces, como ahora, la Antártida estaba despoblada.
Stampa D’Epinal, por Ch. Pellerin, hacia 1885. Musée Carnavales,
París
Sin embargo, Europa fue reticente a importar este “invento”
yanqui y, a comienzos del siglo XX, no hizo sino continuar con su tradición de narrativa
a base de imágenes, desarrollada en los siglos precedentes, viviendo ajena a
las codificaciones que se van consolidando al otro lado del Atlántico.
Une Voix de Tonnerre, Caran D’Ache, 1887. Le Figaro
Illustré
Esta circunstancia fue la generadora de un área confusa
donde fácilmente se traspasaban las fronteras entre la Narrativa Gráfica y la
Literatura ilustrada, es decir, a pesar de utilizar el lenguaje preciso, no
eran conscientes de que lo era y lo confundían con otras cosas. Así insertaban
los textos a pie de dibujo con lo que, en ocasiones, resultaban redundantes,
por repetir lo que contaban los dibujos. Pero estos textos contenían muchas
veces, además de las descripciones, los diálogos de los personajes, por lo que
eran un complemento a los dibujos, los cuales llevaban el peso narrativo.
La familla Fenouillard, Cristophe, 1889. Le Petit
Français Illustré
Voy a realizar un resumen del desarrollo
inicial de la Bande Dessinée, que es una de las más importantes
tradiciones de narraciones con imágenes del continente y que también hace alusión Bélgica, de la cual hablaré en una próxima entrada de mi blog.
En Francia, editores como Offenstad publicaban revistas
juveniles con historias en imágenes que tenían los textos al pie: L'Epatant
(1908), Fillette (1909), L'Intrépide (1910), Cri-Cri (1911),
Les Romans de la Jeneusse (1912) y durante la Primera Guerra Mundial: Croix
d'Honneur y La Jeune France.
De esta primera época francesa cabe destacar algún autor.
Louis Forton (1879-1934) creó en 1908 la famosa serie Les Pieds Nickelés,
para la revista L'Epatant, que cuenta las aventuras de una banda de tres
granujas. Alain Saint-Ogan (1895-1974), en 1925 crea Zig et Puce, en Le
Dimanche Illustré, siendo el único en utilizar las técnicas desarrolladas
al otro lado del Atlántico. René Pellarin, Pellos, (1900-1998) en 1937 dibujó
su fantástica Futuropolis y en 1948 continuaría la serie
mencionada de Fortón, Les Pieds Nickelés, hasta 1981, sabiendo darle
vida nueva, con una narración mucho más ágil y los personajes actualizados.
Benjamin Rabier (1869-1939), realizará en Europa otro invento que los yanquis
consideran “genuinamente americano” los funny animals con su serie Gedeon
(1923). Pero claro, cometió el error “imperdonable” de colocar los diálogos en
textos impresos al pie de los dibujos. Y por fin Rober Velter (1909-1991)
conocido como Rob-Vel es el creador en 1938 de la famosa serie Spirou en
Bélgica.
Sería el editor Paul Winkler, el que revolucionaría la
industria francesa publicando material de Estados Unidos en los años 30. Obras
como Jungle Jim, Prince Valiant, Little Annie, The
Katzenjammer kids (rebautizados como Pim, Pam, Poum) o Mickey
(también con el nombre cambiado de Rooney). Estas importaciones causaron
tal impacto en los creadores que, entonces sí, abandonaron definitivamente la
tradición y comenzaron a narrar, a hacer historietas, utilizando los
bocadillos. El material americano acaparó la industria, relegando a los
dibujantes franceses. Durante la Segunda Guerra Mundial este material
extranjero escaseó, pero fueron pocas las oportunidades que se dio a los
autóctonos ya que desaparecieron muchas revistas por la catástrofe bélica y las
que quedaban disminuyeron el número de páginas. Cuando acabó el conflicto, los
vacíos se llenaron con material belga de las revistas Tintin y Spirou,
apareciendo también las primeras revistas procedentes de Italia.
Una vez asentado el lenguaje pleno, con los avances
importados de Estados Unidos, Francia se convertiría en origen de una de las
expresiones más brillantes de la narrativa gráfica a nivel mundial. En los años
se pone a la cabeza de las revistas con una cabecera hoy mítica, Pilote,
que nació en 1959 de la mano de Jean Hébrard, René Goscinny, Albert Uderzo y
Jean-Michel Charlier. La revista se dirigía a los adolescentes, el mismo sector
de las exitosas belgas Spirou y Tintin. Pronto el semanario sería
comprado por Georges Dargaud. Sus historias eran principalmente aventuras: Barbe
Rouge, Astérix, Tanguy et Laverdure, Blueberry, Lucky Luke... alcanzando el
éxito hasta las sacudidas de mayo de 1968. De todos ellos espero hablar en
capítulos posteriores.
BIBLIOGRAFÍA:
- Coma, Javier. HISTORIA DE LOS CÓMICS (4 tomos). Toutain Editor,
Barcelona, 1982.
- Gaumer, Patrick y Moliterni, Claude. DICCIONARIO DEL CÓMIC,
ILUSTRADO, Larousse Planeta, S.A. Barcelona, 1996.
- Guiral, Antoni. DEL TEBEO AL MANGA. UNA HISTORIA DE LOS CÓMICS (10
tomos), Panini Comics, Barcelona, 2007-1013.
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