miércoles, 31 de mayo de 2023

Calle de Torquemada

¿Qué me dirían si les cuento que, en Ávila, mi ciudad, hay una calle dedicada a Torquemada? Pues que estoy seguro de que muchos no lo creerían y otros se llevarían las manos a la cabeza. Pero busquen en Google.


Fray Tomás de Torquemada es uno de los personajes más oscuros de nuestra historia. Intransigente, cruel, integrista y responsable de numerosas injusticias y asesinatos por razón de raza, religión y cultura. Nacido en 1420 en Torquemada (Palencia), falleció en septiembre de 1498 en Ávila. Fue un dominico, confesor de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón. Debido al uso generalizado de la tortura para obtener confesiones y a la defensa de la quema en la hoguera de los culpables, el nombre de Torquemada se ha convertido en sinónimo de crueldad, intolerancia religiosa y fanatismo.

Tuvo una obsesión enfermiza en contra de los judíos, teniendo él mismo antepasados conversos. Entendía que la existencia de conversos superficiales y de criptojudíos era una amenaza para la vida religiosa y social de España, ya que su contacto con familiares judíos los llevaba inexorablemente a judaizar. Poca confianza tenía en su fe, pensando que no pudiera ser al revés y que los cristianos hicieran «ver la luz» a los judíos.

Por su cercanía a la reina Isabel no perdía ocasión de intentar convencerla de lo perjudiciales que eran los judíos, pero no tenía éxito, hasta que la casualidad puso en sus manos un enjuiciamiento que retorció y manipuló hasta llevar a cabo un Auto de Fe ejemplarizante para todo el país. Me estoy refiriendo al proceso del llamado Santo Niño de la Guardia, instruido entre 1490 y 1491. Lo reseñaré brevemente, pero aconsejo la novela La Santa Infamia, de J.R. Rebollada, publicada en la Editorial Fanes, en 2020. Ver mi reseña de la obra.

Resulta que un cardador toledano, Benito García de las Mesuras, judeoconverso, estaba viajando por el norte de la península y, viniendo de Santiago de Compostela, paró en Astorga a comer. En el mesón unos individuos, pasados de bebida, quisieron hacer chanza con él y le increparon, hallando que llevaba en su fardel un pan ácimo. Este tipo de pan no tiene levadura y se considera más puro, por lo que es usado por los judíos en sus ceremonias, pero también por los cristianos. Pues ocurrió que a estos juerguistas les dio por acusar a Benito de que era una hostia consagrada y le denunciaron a la inquisición de Astorga. Lo encarcelaron y le interrogaron. Como no confesaba ningún delito, pasaron a torturarle.

Según el procedimiento de la Inquisición, el acusado desconoce de qué se le acusa y el pobre hombre no sabía qué debía confesar para que le dejaran de atormentar. La tortura se vuelve tan insoportable que el reo llega a preferir la muerte a continuar con el sufrimiento. Así, totalmente desorientado, llegó a confesar que unos paisanos suyos de La Guardia, en Toledo, realizaban actos judaizantes con hostias consagradas. Cuál sería el tormento aplicado que llegó a aceptar que había participado en algo tan horrible como lo que se relata desde el siglo XII en toda Europa, denominado Libelo de Sangre. Estos libelos tienen un argumento parecido: unos judíos raptan a un niño, lo torturan y crucifican. Le sacan el corazón y, con él y una hostia consagrada, realizan conjuros para perjudicar a los cristianos. El caso es que el bueno de Benito dio nombres de conocidos suyos que eran judíos, judeoconversos y cristianos de La Guardia y localidades cercanas. A todos los localizaron y los llevaron al monasterio de Santa Cruz en Segovia, donde estaba el inquisidor Torquemada, que se había enterado del proceso y le hizo una ilusión tremenda. Allí les torturaron e interrogaron por separado y no paraban los suplicios hasta que les sacaban palabras que por azar coincidían con lo que los inquisidores pretendían que confesaran.

A la vez, Torquemada estaba implicado en la construcción en Ávila del monasterio de Santo Tomás, que iba a ser residencia de los Reyes Católicos y Panteón Real. Como Ávila era una ciudad tranquila, que no tenía conflictos significativos con los judíos y los mudéjares, para aquí que se los trajo a todos a continuar los interrogatorios.

Después de un proceso plagado de ilegalidad e irregularidades consiguió una confesión de los reos que los condenó a la hoguera, la cual se encendió en noviembre de 1491. Allí se quemó vivos a unos, a otros muertos al «arrepentirse de su crimen» y al resto en efigie, por haber fallecido con anterioridad. En total 12 personas. Todas ellas inocentes.

Este Auto de Fe influyó, según cuentan los historiadores, en la voluntad de los reyes de expulsar de Castilla y Aragón a los judíos, lo cual se llevó a cabo entre julio y agosto de 1492. Objetivo conseguido, por mucho que el proceso resultara tan burdo que, una vez lograda esa expulsión, trataron de no hacer publicidad de él.

Pues a este elemento le han dedicado una calle en Ávila. Los más suspicaces argumentaran que la denominación de la calle es Torquemada y no Fray Tomás de Torquemada y que Torquemada es un pueblo de Palencia, al que se quiere homenajear. No me lo creo y a las pruebas me remito.

Esa calle está en torno al Monasterio de Santo Tomás y las calles aledañas tienen nombres relacionados con los Reyes Católicos. Esto de que en un barrio de una ciudad las calles tengan una misma temática es muy común. Además del Monasterio, están las siguientes calles:

-        Príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, enterrado en Santo Tomás.

-        Paseo de Santo Tomás, alusión directa al monasterio, no al santo, el cual, que yo sepa, no era conocido por pasear.

-        Cardenal Cisneros, político (1436-1517), cardenal, arzobispo de Toledo, regente de Castilla, primado de España y tercer inquisidor general de Castilla.

-        Santa Fe, nombre del campamento y luego ciudad en torno a Granada, desde donde los Reyes Católicos asediaron la ciudad.

-        Plaza de Granada, por la conquista, no porque por allí haya nombres de otras ciudades andaluzas, que no las hay.

-        Beatriz Galindo (1465-1535), La Latina, humanista, dama de compañía y maestra de la reina Isabel.

-        Gran Capitán. Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar (1453-1515), importante militar de la época.

-        Castillo de la Mota, en Medina del Campo, perteneciente a los Reyes Católicos.

No me digan que aquí no encaja la calle dedicada a Fray Tomás de Torquemada. Tan solo el disimulo vergonzante, puede explicar que el nombre no sea más explícito.

Para que nadie piense mal y saque la conclusión de que en Ávila hemos dedicado una calle a un personaje indigno, propongo al Excelentísimo Ayuntamiento algunas soluciones:

1.- Que se cambie el nombre de Torquemada por el de otra localidad palentina, Paredes de Nava, lugar de nacimiento de Pedro de Berruguete, uno de los mejores artistas del Renacimiento Español, que trabajó en el Monasterio de Santo Tomás.

2.- Que se ponga el nombre de otro personaje significativo de la época, como Fray Hernando de Talavera, a quien la ciudad le debe una calle, por sorprendente que esto sea. Fue obispo de Ávila (1485), arzobispo de Granada (1492), confesor y consejero reina Isabel. Como figura histórica tiene el «inconveniente» de que era un hombre de mucha fe, no como Torquemada, y pensaba que podía convencer por la razón de su verdad, en lugar de obligar a bautizarse a la fuerza a un no creyente. Fue conciliador y respetuoso de la vida de sus oponentes.

3.- Que se dedique esa calle a Benito García de las Mesuras, a quién se torturó y quemó en la hoguera siendo inocente, por ser una pieza en los manejos políticos del nefasto personaje que nos ocupa. En otro caso, también podía ser la calle de los Mártires cristianos y judíos, víctimas de la intransigencia. Me voy a permitir el detalle de nombrarlos, ya que nadie guarda recuerdo de ellos: los cristianos eran los hermanos Juan, Alonso, García y Lope Franco; los cristianos conversos: Benito García de las Mesuras y Juan de Ocaña; y los judíos: Juçé Franco, Mosé Franco, Yuçá Tazarte, David de Perejón, Don Ça Franco y Mosé Abenamías.

4.- En todo caso, y para disimular más, que alrededor de la calle Torquemada, se renombren otras calles en honor de localidades que no tengan relación con Ávila y de menos de mil habitantes, como, por ejemplo: Navaleno (Soria), Palacios del Sil (León) o Fuentecésped (Burgos).

lunes, 15 de mayo de 2023

De empresarios y trabajadores

Dicen que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Esto no es cierto de forma literal, pero no deja de tener sentido, ya que el hecho de repetir algo, un eslogan o una idea falsa, hace que mucha gente la perciba como un hecho probado.

Así, la afirmación de que «el empresario es el que crea empleo» es para muchos una verdad sin discusión alguna, aunque no sea cierta. Y no es necesaria más que una pequeña reflexión para darse cuenta. Vamos a ello.

Un emprendedor funda una empresa con fondos propios, de su familia, o con préstamos de entidades financieras. Esta empresa puede ser de cualquier sector, una panadería, una fábrica de galletas o una compañía de creación de videojuegos. Contrata personal y la pone en funcionamiento. Entonces debe colocar su producto en un mercado, ya sea local (panadería), nacional (galletas) o internacional (videojuegos). Pongamos que vende y se hace un hueco en el mercado, entonces, por cada producto vendido, un competidor dejará de vender el suyo. Es decir, si un cliente compra una barra de pan, bien porque la nueva panadería ofrece mejor calidad, precio o cercanía, dejará de comprar el pan en su panadería habitual. Tampoco el que compra galletas para desayunar comprará la nueva marca, además de la anterior. Optará por una de las dos. Y el que se engancha a un video juego, no jugará con otro a la vez.

Esto quiere decir que por cada trabajador que contrata el nuevo empresario, alguien tendrá que despedir a otro trabajador, ya que venderá menos. O tal vez tendrá que cerrar su empresa, si deja de ser rentable. Todos conocemos, sin duda, ejemplos de un nuevo supermercado que abre en un barrio y eso conlleva que otro del mismo barrio, o de otro barrio si hay buena comunicación, tendrá que cerrar. El hecho de que haya más oferta, no quiere decir que toda esa oferta la absorba el mercado. Yo, al menos, nunca seguiré comiendo las mismas galletas, si he encontrado otras que me gustan más.

¿Quién crea empleo, entonces? Está claro: el mercado. Si los que compran en el mercado, ya sea local, nacional o internacional, tienen más dinero, podrán gastar más y hacer que se produzca más en consecuencia. Y solo pueden meter más dinero en el mercado los gobiernos, con sus inversiones, y los empresarios, pero no contratando, sino aumentando el sueldo de sus trabajadores, en detrimento de sus beneficios empresariales.

Si un empresario paga más a sus empleados, estos podrán gastar más en ocio o en bienes de consumo. Si los sueldos son más altos, habrá más capital en el mercado, y si los gobiernos dan más prestaciones sociales, también habrá más dinero.

Por ello un empresario nunca, jamás, en ninguna ocasión, crea empleo, tan solo contrata trabajadores, lo cual repercutirá en el despido de otros trabajadores en el mismo sector. Es decir, no crea empleo, lo sustrae a otros. Siempre. Sin excepción.

Se puede aducir que un ayuntamiento puede ofrecer condiciones más ventajosas para que se instalen en la localidad nuevas empresas, las cuales contratarán trabajadores, aumentado el empleo en la localidad. Sí, pero eso solo es competencia territorial, porque esas empresas se instalarán de forma más ventajosa, pero tendrán que dejar sus antiguas instalaciones. Esos empresarios pueden vender más al producir en mejores condiciones, pero sus competidores venderán menos.

Los agoreros del neoliberalismo pusieron la voz en grito cuando el gobierno actual subió los salarios mínimos, que estaban sobre los 700 € al mes, a los 1.080 € actuales. Esto iba a ser la ruina. Pero la realidad económica ha demostrado que el hecho de que se metiera más dinero en el mercado, en lugar de hundir la economía la reflota. A un trabajador, que cubre sus necesidades primarias, si le sobra algo de dinero lo invertirá en ocio o productos que desee adquirir; mientras que, si las ganancias van a manos del capitalista, sustrayéndolo de las nóminas que paga, como tiene sus necesidades cubiertas, tan solo podrá derrocharlo en lujos superfluos, que nada reportan a la sociedad. O esconderlo al erario en paraísos fiscales.

La labor del empresario es importante, pero la del trabajador lo es mucho más. El empresario no crea empleo, solo contrata; pero el trabajador, gastando su salario, contribuye a que crezca la economía del país.