Han pasado ya dos semanas y, para quién no haya tenido oportunidad de verlo, inserto aquí el vídeo de la presentación de mi novela. ¿Me miro mucho el ombligo? Creo que sí y me avergüenzo de ello, por lo que pido disculpas. Tal vez sea que esta semana no tenga nada de lo que hablar. Tal vez que lo ocurrido el 7 de noviembre sea muy importante para mí. Tal vez. Lo que es seguro es que, a pesar de todo, no me veo guapo, pero me gusta verme.
viernes, 22 de noviembre de 2013
viernes, 15 de noviembre de 2013
Mis sensaciones
Me
sugiere un amigo –gracias Juan– que escriba sobre mis sensaciones en lo que ha
sido la primera presentación en público que he realizado sobre una creación
mía, de la cual he publicado algunas fotos en el anterior artículo. Y aquí
estoy con esa intención, sin saber si luego me arrepentiré por “desnudarme” así
en público. Pero, en fin, quiero ser escritor y la sinceridad es una de las
premisas para ello.
Puse las
fotos anteriores –de Fernando Román aquellas y estas– para que mis amigos, o simplemente
aquellos que sigan mi blog, tuvieran un primer acercamiento a lo que fue el
acto. Aquí viene al pelo esa frase tan manida de que más vale una imagen que
mil palabras, pero bueno, tal vez para relatar sensaciones son mejor las
palabras, así que, tras las imágenes aquí están las palabras y, con ellas, mis impresiones.
Dentro de poco podré colgar el vídeo que mi amigo Bruno Coca gravó del evento,
por lo cual, antes de verlo y cambiar mi opinión sobre lo ocurrido, me tiraré
al charco.
Como
nunca antes me había visto en nada semejante, no sabía lo que podía dar de mí.
Desconocía si sería capaz de hablar en público, tartamudearía o me quedaría en
blanco, deseando que la tierra me tragara. Así que sí, fui con mucho miedo
escénico. Para conjurarlo traté de cubrirme las espaldas contando con el apoyo
de dos excelentes personas que hablarían antes que yo y, al menos, agradarían a
los asistentes si yo no lograba hacerlo. También he de decir que preparé todo
lo que pude mi “discurso”.
Otro
miedo a sumar al anterior era estimar si mi convocatoria sería atendida por mucha
gente, o si me vería solo ante cuatro amigos que no habrían sabido excusarse de
ninguna manera para no ir. Mucho sopesé el error de convocar a todos en un
espacio tan grande como el Auditorio del Palacio de los Serrano, con
ciento cuarenta cómodos asientos, que podrían parecer excesivos si llegan a
venir cincuenta personas, las cuales habrían abarrotado un lugar más pequeño.
Pero la ambición, o la inconsciencia, me llevaron a solicitar esa sala, tan hermosa y que tan
generosamente fue puesta a mi disposición. Ya todo estaba hecho y había que
afrontar las consecuencias.
¿Tanta
gente acudiría a la presentación de la novela de un escritor novel? ¿No se
echarían para atrás para no verse intimidados a comprarla? ¿Crearía en alguien
el interés por leerla? ¿Vendrían personas que yo no conociera? ¿Acudirían los
medios de comunicación?
El caso
es que la antelación con la que yo llegué, y el hecho de cuidar los
preparativos –disponer el ordenador para proyectar un vídeo, atender a los que
iban llegando, elegir el lugar desde donde hablarían mis acompañantes, y yo
mismo, colocar unos libros en la mesa que no nos taparan, etc.– me tuvieron distraído
y, cuando un periodista me pidió una entrevista, vi que prácticamente era la
hora de empezar el acto y aún no se había llenado media sala. Bueno, es
suficiente, pensé y nos apartamos de los que iban entrando para dialogar con
tranquilidad. Me concentré tanto en las respuestas que, cuando levanté la
vista, me di cuenta de que el auditorio se había llenado casi por completo.
Luego vería, desde la mesa, que el completo fue total y aún hubo personas que
aguantaron todo el acto de pie.
Sorprendentemente
estaba tranquilo. Tal vez porque no pude pensar más y esto me salvó. Me dirigí
a la mesa, saludando a los amigos según pasaba, y de seguido nos sentamos,
interviniendo en primer lugar Serafín de Tapia. Genial, como siempre que lo he
escuchado hablar en público. Después habló de forma amena Jesús García Yuste. Yo
casi me olvidé de dónde estaba, concentrándome en sus palabras y en lo que de
mí y de mi obra decían ambos.
Llegó
mi turno y, tal como tenía preparado, me dirigí al ordenador y puse el vídeo.
Se trataba de un booktrailer de tan
sólo dos minutos, que me hizo la empresa abulense 4soundandvid y que parecía una pequeña película de cine.
¿Aplaudieron? Creo recordar que sí, que aplaudieron la película y después comencé
yo a exponer lo que me había preparado. Con la chuleta delante, pero tratando
de no mirarla. Mi voz se templó poco a poco, encontrando la calma.
Hice una
pequeña perorata sobre la gestación de la novela y, por arte de magia, de los
hados, del Destino o quién sabe de qué –una amiga me apuntó que para los celtas
los números 7 y 11 eran de buena suerte y estábamos a 7 del 11–, conecté con
los asistentes y, sin darme cuenta, concluí. ¿Diez, quince, veinte minutos? Lo
ignoro. Para mí, fue un instante. Luego abrimos un espacio para que nos hicieran preguntas, respondiéndolas desde la mesa.
Y fin.
¿Todo
fue así, según lo recuerdo? Lo comprobaré en cuanto vea el vídeo. El caso es
que no me podía creer que todo transcurriera tan plácidamente. No puedo olvidar
que, en los primeros momentos en que comencé a hablar, vi cómo mi hija y mi
mujer, que estaban en la primera fila, se daban la mano para conjurar el miedo por lo que yo
iba a decir. Por que no pudiera decir nada, más bien. Luego he bromeado con ellas:
“¿Estabais asustadas porque no confiabais en que pudiera hablar? ¡Je, je!”.
La
firma de libros aceleró mi corazón. Se desató la tensión y, en esa media hora
recibiendo a personas que hacían cola, que esperaban sólo para que yo les
estropeara su ejemplar garabateándolo con un bolígrafo –dedicatoria lo llaman–, sufrí unas sensaciones
contradictorias. Alegría, porque no podía creérmelo, y nervios, porque no podía
creérmelo. Poco después, ya fuera de allí y tomando una caña con los amigos, estuve a
punto de vomitar. Logré disimularlo, pero la tensión tardó en pasarse. Apenas
dormí por la noche.
Ya ves, Juan, esto es lo que sentí. Pero si alguien te dice que actué como un orador consumado, no se lo desmientas, tal vez fue como él lo vio y no como yo lo recuerdo.
domingo, 10 de noviembre de 2013
Presentación del 7 de noviembre
Cuando comencé este blog, me propuse escribir en él con regularidad, pero no me ha sido posible. El estrés de los últimos días, por la presentación de mi novela, me ha tenido ocupado y no me ha dejado tiempo para otras cosas. Intentaré, a partir de la próxima semana volver a escribir con regularidad. En esta tan sólo voy a poner unas cuantas fotos de la presentación, excelentes imágenes tomadas por Fernando Román. Me acompañaron en la mesa Serafín de Tapia y Jesús García Yuste.
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