miércoles, 30 de mayo de 2018

Si es arte no puede ser tebeo


Hasta ahora, cuando se hace historia de la Narrativa Gráfica europea, suele decirse que este “nuevo lenguaje” es importado de Estados Unidos y que, en todo caso, aquí existió un precedente en el siglo XIX. Un precedente que apunta algunas similitudes pero que no es en absoluto el lenguaje desarrollado que se inventó en 1896 en la prensa, con una serie denominada Yelow Kid.


Todo mentira. Es imposible que sea un “precedente”, porque o existe narración gráfica o no existe, no hay término medio, como en el chiste: o la mujer está embarazada o no lo está. Si los filmes de los hermanos Lumière son Cine, a pesar de ser toscos y no contar con recursos como la planificación, banda sonora o color, entonces las secuencias gráficas estáticas, con intención narrativa son tebeos. Algunos argumentan que, hasta que los norteamericanos descubrieron el lenguaje, los predecesores no sabían lo que hacían. Esto es irrelevante y además es mentira también. Algunos lo tenían incluso más claro que Outcault, autor norteamericano del Yelow Kid que, por casualidad, atinó con una narración gráfica. Transcribiré, para zanjar el tema, unas palabras del europeo Rodolphe Töpffer. Decía en 1837, 59 años antes del Yelow Kid: “Este pequeño libro (Histoire de M. Jabot) es de naturaleza mixta. Se compone de una serie de dibujos autografiados a mano. Cada uno de estos dibujos están acompañados de una o dos líneas de texto. Los dibujos, sin este texto, no tendrían más que un oscuro significado; el texto, sin los dibujos, no significaría nada. El conjunto forma una especie de novela...” ¿Más claro? El agua.

Para cerrar el tema de la Narrativa Gráfica anterior a lo que la historia “oficial” debemos adentrarnos en el siglo XX y hablar de artistas que se mantuvieron al margen  del “invento” de Outcault, a los cuales no consideraron autores de tebeos por ser reconocidos como artistas. Sí, esa era la mentalidad, si eran pintamonas no eran artistas.

Ejemplificaré en dos nombres únicamente que, desde luego, no son los únicos: Lynd Ward y Max Ernst. Pero hay muchos más, Will Eisner, por ejemplo, en su obra La Narración Gráfica cita a artistas del grabado como Frans Mesereel, Otto Nückel o Milt Gross, que también realizaron novelas gráficas.

Lynd Ward (1905-1985) es otro enésimo “inventor”, esta vez de novelas grabadas, como se las ha denominado eufemísticamente. Está considerado, sin ambages, como un artista, no como un dibujante de historietas. Se dedicó principalmente a la xilografía, cuyos grabados publicaba recopilados en libros. Pero esas recopilaciones de grabados no eran meros portafolios, sino que narraban historias sin palabras. La primera fue God’s Man, en 1929, que contaba la historia de un artista que vende su alma para lograr el éxito. Aparte de ilustrar obras literarias realizó otras cinco novelas grabadas más entre 1930 y 1973. Él admite la influencia del cómic norteamericano, pero ojo, obsérvese que una cosa es que le influya y otra que admita que su obra sea cómic. También a los pintores Warhol y Linchtenstein les influyó el mismo “subproducto de la cultura de masas”, sin realizar nunca un cómic.


Max Ernst (1891-1976) fue una figura fundamental de los movimientos Dadá y Surrealista. Este alemán que vivió en París se integró en los ambientes artísticos y en 1930 trabajó como actor en la película L’Age D’or, de Luis Buñuel. En 1941 emigró a EE.UU., regresando a Francia en el 53. Ernst se caracterizó por ser un infatigable experimentador y así cuando quiso narrar historias con imágenes utilizó la técnica de las novelas collage, siendo la más ambiciosa Una semana de gentileza (Une semaine de bonté ou les sept éléments capiteaux), de 1934. Consta de 182 láminas que en todo lugar quedan catalogadas como obra de arte excepcional del siglo XX… Pero son un tebeo, lo cual no niega, no debería, su clasificación como gran obra de arte. Cuenta una historia surrealista, sin más palabras que los títulos de sus siete capítulos.


Estos ejemplos del siglo XX evidencian, para quien no acababa de creérselo, que la narración gráfica es despreciada aún en ambientes intelectuales, pues al ser notorio y conocido que ya existe un lenguaje narrativo que utiliza secuencias ordenadas de imágenes, tanto las obras de Ward como de Ernst deberían haberse considerados tebeos, en lugar de excentricidades o rarezas artísticas.

Creo que ya estamos en el momento adecuado, y sin retorno, de reconocer a las narraciones gráficas como un lenguaje independiente de la literatura, el cine o la pintura, que puede ser vehículo de obras de arte sin ambages.

lunes, 14 de mayo de 2018

El Inmaterial


Uno mismo no puede reseñar sus libros. Sería hacer trampas, convirtiendo la reseña en mera publicidad. Esto desde luego no es una reseña, aunque lo etiquete así, y procuraré por todos los medios conscientes que no sea publicidad. Pero me gustaría hablar de mi primera novela y explicar de qué va y cómo surgió. O, al menos, contar una historia que tenga como referente mi iniciación en el oficio literario.

Yo jamás pensé que un día sería escritor, que disfrutaría escribiendo, que publicaría y que vendería novelas. Cerca de los cincuenta años me di cuenta de que disfrutaba con ello. Primero me probé escribiendo un ensayo sobre lo que era mi pasión declarada, la narrativa gráfica, los tebeos, que ahora estoy reescribiendo para este blog. Eso fue en 2006. Después di el salto y me atreví con una novela, El Inmaterial, publicada en Bubok en impresión bajo demanda en 2008, y que ahora, coincidiendo con el décimo aniversario, reedito, actualizada y corregida, sobre todo en estilo.

En aquel lejano año, no sabía si sería capaz de acabarla o si vendría una segunda y tercera novela, como así ha sido. Por lo que decidí darlo todo y el proyecto fue ambicioso. Mucho. Volqué todo mi conocimiento, toda mi filosofía y todo mi interés, a riesgo de pasarme de frenada.

El primer escollo que me surgió fue decidir quién sería el narrador de la historia y no fui capaz de arrancar hasta que lo resolví. Más bien decidí que ese narrador sería la clave de la novela. Luego vino el argumento, que es a lo que le di menos importancia. Siempre he defendido que en una novela el factor más insignificante es el argumento y suelo emplear el ejemplo del Quijote. ¿Puede concebirse un argumento más simple que un lector que se cree las historias fantasiosas que lee y quiere ponerlas en práctica? Pues Cervantes con algo tan sencillo intentó una novela corta, del tipo de La Gitanillla, Rinconete y Cortadillo o el Licenciado Vidriera. Simples anécdotas para hacer pasar al lector un buen rato. Pero don Miguel se cebó. Después de acabar la novela corta con la primera salida del Quijote a hacer sus locuras se quedó con ganas de más y escribió una segunda salida mucho más larga. Así nació la novela moderna. Años más tarde, debido al éxito de su obra, y un poco para reivindicar el personaje que había sido plagiado, escribió la segunda parte del Ingenioso Hidalgo. Y ahí surgió la obra cumbre de la literatura hispana, a pesar de la ridiculez de su argumento.

Bueno, pues yo ingenié un argumento, del cual no puedo desvelar nada, ya que la historia da giros inesperados, convirtiéndose varias veces en algo distinto a lo que el lector pensaba que estaba leyendo. Esto me preocupó, temiendo que alguno de los giros pudiera defraudar o hacer sentir rechazo.

Fue algo experimental y no estaba seguro del resultado. Pero la novela creció y lo cierto es que me sorprendió. Sobre todo estuve encantado con todo lo que disfruté imaginándola y escribiéndola. Me obsesionaba. A todas horas la tenía en la cabeza dándome vueltas hasta que la concluí.

Me puse el mundo por montera y envié mi obra a todas las editoriales grandes, impresa y encuadernada en alambre. Una tras otra me rechazaron. Entonces me desilusioné, pero no desistí, recurrí a la autoedición. Conocí por una entrevista a una empresa recién fundada, llamada Bubok, que ofrecía los libros en impresión bajo demanda y no requería realizar más inversión que pagar el ISBN y los cuatro libros del depósito legal. A partir de ahí, cada ejemplar se imprimía para cada comprador. La maqueté, realicé una rudimentaria portada y me imprimí algunos ejemplares que ofrecí a mis amigos, comprometiéndoles a comprarlos.

La experiencia fue agridulce. Aunque estaba muy satisfecho con la obra realizada, me di cuenta de que algunos pasajes estaban subidos de tono y me avergonzó que lo leyeran algunos lectores que me la compraron. Entonces los suavicé cambiando el texto cada vez que realizaba alguna corrección. No sé si esto está bien, pero realicé muchas relecturas y en cada una cambiaba la maqueta para los siguientes lectores que demandaran su impresión. Este tipo de edición me lo permitía.

Primera portada
La idea de la portada era atraer compradores, por lo que utilicé un reclamo sexual, con una mujer desnuda vista a través de una cerradura, que era una metáfora del argumento. De ese del que no puedo hablar. Así, además, avisaba de algunas escenas tórridas narradas. Más adelante intenté perfeccionar un poco la rudimentaria portada, aunque manteniendo su esencia.

Y ahora vuelve a salir a la luz, renovada. Quise evitar la portada que entendí que me sonrojaba y podía apuntar a lo que no era la novela y se la encargué a una gran ilustradora y artista: Gris Medina. La tenía en casa, pero es una auténtica profesional y la recomiendo a todos mis amigos escritores y también a los escritores que aún no sean mis amigos. Seguro que no les defrauda. Aquí dejo su web: http://grismedina.mbit.ga/ y su Instagram: https://www.instagram.com/grismedinaart/.

El Inmaterial es una obra muy diferente a mis otras dos novelas posteriores. A Lo demás es cosa vana, novela histórica, de aventuras y amoríos, y también a Operación Caipiriña, una novela negra con humor, que escribí con el sano propósito de divertirme.

Y esa es la historia. La otra, la que cuenta El Inmaterial, hay que leerla y no puedo adelantar más que su temática es el misterio, aunque no puede encuadrarse en ningún género. Por si alguien quiere curiosear el precio, aquí tiene el enlace: https://www.bubok.es/libros/2539/El-Inmaterial. La empresa funciona muy bien, es fiable y no tardan en enviarla al domicilio del comprador. O también puede encargarla en cualquier librería y así evitar los gastos de envío.