martes, 31 de enero de 2023

Analfabetos ilustrados

Hace cien años el analfabetismo alcanzaba en España el 40 %, pero si retrocedemos algunos siglos más las cifras se disparan. En lo más oscuro de la Alta Edad Media, tan solo unos pocos, recluidos en monasterios, sabían leer y escribir. Ni siquiera los potentados, los nobles, tenían interés alguno por las letras.

En nuestros días la alfabetización alcanza el 98 %, pudiéndose considerar que tenemos una alfabetización plena. Pero hay una gran diferencia entre nuestros días y los pasados y es que antes quien sabía leer, sabía escribir y hoy en día muy pocos saben escribir, por muchos que sean los que saben leer. Aunque todo el mundo es capaz de interpretar un texto simple, son pocos los que se ejercitan en la lectura y tienen las habilidades suficientes como para disfrutar de una larga novela o un breve poema.

La prueba de este analfabetismo funcional está a la vista. No hace falta rebuscar mucho, pues la gran mayoría de la población se comunica por escrito a través de las redes sociales. Gran invento. Abran cualquiera en la que el texto ocupe algo más de una simple línea y verán cómo tengo razón.

Yo he hecho la prueba, he abierto Twitter y he seleccionado lo primero que me ha salido con un texto suficiente como para poder analizarlo. En un primer vistazo por encima, me ha parecido correcto y he pensado que el experimento había fracasado… hasta que lo he leído y me he llevado las manos a la cabeza, pues, a pesar de esperarlo, me sangraban los ojos con tanto maltrato a la ortografía castellana.

Traigo aquí la imagen:


Y ahora las correcciones:




Que paso a resumir:

El texto es el siguiente:

«Tuve la idea de crear una miniserie que se llama

“Lo que pienso de ti segun tu main” donde daria mi opinión sobre como creo que eres en base a tu skin main

Que opinan? Les gustaría? Si les interesa déjenme su main y una foto en los comentarios

omg UNA PALA bye!!!»

Difícil superar tantos errores en tan pocas palabras:

-        faltas de ortografía:

o   Tuve la idea de crear una miniserie que se llama – [faltan dos puntos al final]

o   segun – según [tilde]

o   daria – daría [tilde]

o   «Lo que pienso de ti según tu main» [coma]

o   como creo que eres – cómo [tilde]

o   segundo párrafo [falta el punto final]

o   Que opinan? - ¿Qué opinan? [una tilde y la apertura de la interrogación]

o   Les gustaría? - ¿Les gustaría? [apertura de la interrogación]

o   Si les interesa [coma]

o   tercer párrafo [debe acabar con un punto]

-        Incorrecciones gramaticales:

o   «Tuve la idea de crear una miniserie que se llama» [debe utilizar el condicional o futuro (llamará o llamaría), ya que está hablando en pasado].

o   «según tu main» – lo correcto es decir «de acuerdo con tu…» o «a partir de tu…»

o   «Lo que pienso de ti según tu main» donde [‘donde’ no es el término adecuado, ya que es un adjetivo relativo de lugar y lo que pide el sintagma es un pronombre relativo: ‘en el que’ o ‘en el cual’].

o   «en base a», construcción incorrecta tomada del francés, la estructura castellana es ‘con base en’, ‘en función de’, ‘basándose en’, ‘a partir de’, ‘de acuerdo con’, ‘con base en’, o simplemente ‘según’…

o   Utilización de anglicismos que son innecesarios. Deberían traducirse o, en todo caso, ir en cursiva: main, skin main, omg, bye!!!

Y aunque lo he tachado, no tengo ni que decir, ya lo supondrán, que tanto el nombre como el logo del autor están en inglés, ya que él, sin duda, se sentirá más importante con un apelativo anglosajón.

Todas las lenguas utilizan unas reglas ortográficas para que la comunicación por escrito entre el emisor y el receptor sea clara, concisa y comprensiva. Importancia tienen las tildes, pero también la puntuación y las estructuras gramaticales. Ninguna regla sobra, pues nuestra gramática, desde Antonio de Nebrija (1492), ha realizado un estudio profundo, tras siglos de debate y evolución.

Hoy en día, la escolarización generalizada en un país avanzado como el nuestro, hace que nadie pueda abandonar las aulas antes de los 16 años, salvo flagrantes excepciones, y por tanto deberían tener las herramientas para escribir y leer de una forma correcta. ¿Por qué no lo hacen? Este debate es muy importante y tiene que plantearse de forma abierta, hasta que se resuelva.

Se pueden apuntar algunos argumentos, como el complejo de inferioridad con respecto al inglés, pues todo en ingles tiene más prestigio y el castellano es idioma de perdedores. Luego están las corrupciones que la imposición del inglés provoca en nuestra lengua con nuevos sonidos (hache aspirada [jotmeil], jota y ge como ye [yimeil], pronunciación de las vocales que no concuerda [meil por mail], supresión de los signos iniciales de interrogación y exclamación!?…) y neologismos, introducidos sin límite alguno y de forma absurda, ¿por qué «fake news» y no «noticias falsas»?, ¿por qué «like» y no «me gusta»?, ¿por qué «hall» y no «zaguán»?, ¿por qué «(se pueden poner mil ejemplos más)»? O tal vez sea, no hay que descartarlo, por una deficiente planificación de los programas escolares, que no plantean como prioritario el estudio de la lengua castellana, antes de abordar cualquier otra materia.

Si no hacemos algo al respecto, poco a poco acabaremos de enterrar el idioma de Cervantes, que pasará a ser lengua muerta, como el idioma de Cicerón, que fue abandonado al surgir las lenguas romances. Ahora la causa es otra y la podemos evitar: la imposición del inglés, la lengua del capitalismo, en todos los ámbitos, sin otro objetivo que facilitar el comercio, la extracción de materias primas y la industria, es decir, por conveniencia de los poderosos, que nos quieren sometidos y no críticos. 

domingo, 15 de enero de 2023

La ideología de las palabras

El lenguaje no es inocente, sino que conlleva una ideología. No es lo mismo utilizar una palabra que su sinónimo, ya que el sinónimo absoluto no existe. Siempre habrá alguna diferencia, porque, si no, se trataría del mismo término. Por ejemplo, para referirse a las gónadas masculinas podemos hablar de testículos, pero también de cojones. Estoy seguro de que el urólogo no le dice nunca al paciente que le va a realizar un tacto en los cojones, ya que esta palabreja tan celebrada del castellano tiene unas connotaciones que la otra, más aséptica, no posee. Tampoco es lo mismo comer, que zampar, por mucho que sean sinónimos, o subir que trepar.

Así hay una enorme diferencia entre muerto y asesinado, siendo la derivación de ambas palabras un cadáver. Pero se usan a la ligera, con toda una intencionalidad ideológica que a veces se nos escapa y lo aceptamos como normal, no siendo sino una aberración el confundirlas.

Se habla de muertos en accidentes de tráfico y de muertos en las guerras. Hay muertos en los accidentes y hay muertos en las guerras, ¿quién lo duda? Pero con esta perversa identificación igualitaria se quita toda la carga de intencionalidad en los segundos. Los accidentes son algo fortuito, que nadie quiere y que se asumen como riesgo para obtener un bien objetivo, como es la movilidad a largas distancias. Además, se lucha con leyes, coacciones y normas de seguridad vial para reducirlos hasta el nivel mínimo y, a ser posible, erradicarlos.

Sin embargo, en las guerras no son fortuitas las muertes, son buscadas, es decir, sí que son queridas. Ambos contendientes tienen toda la intencionalidad de producir el mayor daño posible y la mayor cantidad de muertos en el enemigo. O sea, pretenden asesinar. Por mucho que las potenciales víctimas a priori no tengan nombres y apellidos, tan solo falta el detalle de su filiación, pues el asesinato está asegurado. Se intentará matar con alevosía al enemigo por todos los medios, ya sea con obuses, metralla, gases e incluso piedras. Afirmo por tanto que los muertos en las guerras son asesinados. Decir que en las guerras hay muertos, es blanquear las guerras.

Con el propósito de hacer patente este sinsentido, parodiaba Gila a un soldado, con sorna, humor negro y mala leche: «Sí, señor policía, lo he matado yo, ¿y qué?».

Esculturas de José Antonio Elvira, expuestas en el Palacio de los Verdugo, Ávila

El genocida Napoleón bien sabía que sus «hazañas bélicas» traerían infinidad de crímenes, tanto en filas enemigas como en las propias, y así fueron asesinados millones de europeos. Todo ello lo llevó a cabo conscientemente por un supuesto bien para la humanidad, como era la hegemonía francesa en el continente, la cual traería la paz y la felicidad perpetuas. Esta paz imperecedera, final pretendido de forma espuria, jamás se ha logrado a consecuencia de ninguna guerra pasada ni se dará en una futura.

He traído el ejemplo de ese nefasto personaje, tan amado patrióticamente por los franceses, por considerarlo más lejano, pero los ejemplos son infinitos. Desde nuestro pérfido criminal Queipo de Llano, que quería violar a las mujeres rojas y asesinar a sus maridos, algo que se realizó a troche y moche, hasta Hitler, Stalin o Julio César. Todos sabían que se metían en harina por una razón u otra y todos conocían que ello acarrearía asesinatos. Luego los historiadores blanquearían estos crímenes, considerándolos simples muertes, daños colaterales, como si fuese la mala suerte la que los dispusiera.

De la misma forma, Putin conocía que su invasión de Ucrania iba a acarrear millares de homicidios, pero entiendo que él ni siquiera se ha sentido en ningún momento como un asesino, sino que incluso piensa que es un héroe, ya que está salvando a no sé qué patria de no sé qué enemigo. A Putin hay que decirle a las claras: «Eres un puto asesino».

Ya va siendo hora, con la experiencia histórica que tenemos en este siglo XXI, de que dejemos de blanquear las guerras. La guerra es la vergüenza de la humanidad y puede ser su fin cuando a algún cantamañanas se le escape el dedo apretando un botón nuclear. Incluso en ese momento de acabar con la civilización, y con la humanidad misma, el cantamañanas justificará su faena. Se verá como el héroe pírrico del que nadie podrá cantar sus hazañas.

Debemos recontar la Historia de otra manera y ver crímenes en las ansias de poder de reyes y mandatarios, que despreciaban las vidas ajenas para conseguir unos propósitos, que, ¡oh, casualidad!, siempre revertían en beneficio propio. No podemos cambiar el pasado, pero sí enfocar el futuro, juzgando ese pasado como un gran fracaso, al hacer avanzar a las naciones mediante el enfrentamiento, en lugar de mediante el diálogo.