lunes, 17 de noviembre de 2014

39 años

Esta semana se cumplen 39 años de la desaparición del dictador.

Pertenezco a una generación, la de los nacidos en la década de los sesenta del siglo pasado, que fuimos educados en la sociedad de los vencedores, donde nos enseñaron una historia manipulada, que hablaba de destinos imperiales y de reserva espiritual de Europa. Algunos lo creímos de momento, ya que nuestros mayores no se atrevían a hablar de política y mucho menos a criticar a los vencedores que tenían la sartén por el mango.

1961

La generación anterior a la mía fueron niños de la guerra y padecieron las penurias del hambre, la generación precedente a ésta sufrió la guerra en toda su crueldad. Con el paso del tiempo no voy a hablar de malos y buenos, pues hubo crímenes en los dos bandos, pero es necesario hacer siempre una importantísima salvedad. En un bando hubo muchos más crímenes que en el otro, precisamente en el bando que llevó bajo palio al dictador. Y otra más importante, el bando que acabó imponiéndose debe llevar la condena de haber sido el que desató la canallesca guerra de forma premeditada, con una traidora rebelión a un sistema democrático que también les dejaba gobernar a ellos, pero que se metió en justas reformas de los pilares que sostenían la sociedad desigual sustentada por una burguesía aristocrática y rural. Esos pilares intocables fueron la reforma agraria, la militar y, sobre todo, la religiosa y educativa.

1969

Al frente de la nueva sociedad, nacida de la injusticia y la sangre, se puso un general bobo, de mente simple, que consolidó su poder usando la mano implacable de la represión. Durante la guerra, hubo penosas batallas en el frente, grandes matanzas en la retaguardia; después, la soberbia de los vencedores, y encarcelamientos, torturas y fusilamientos en los años cuarenta, en los cincuenta, en los sesenta y más… Mi generación fue educada en la ignorancia de esa ignominia y nos hicieron creer que éramos un pueblo con un Destino en lo Universal. Pero no nos lo creímos. A pesar de las consignas, el orgullo de ser españoles estaba por los suelos. Cualquier cosa del extranjero era buena y lo español una basura. Nuestro cine lo constituían españoladas, nuestros coches de la SEAT eran malas imitaciones, que no podían competir con los extranjeros, nuestros deportistas, ridículos, con la salvedad del fútbol del régimen, que una vez ganó a los rusos. Éramos bajitos y paletos, feos y malhumorados, acomplejados y perdedores…

La revolución económica de los años sesenta, se debió a las ganas de trabajar de los hijos de los que perdieron la guerra, sobre todo en el extranjero, desde donde nos enviaban divisas, y también a la ruptura de la casposa moral, que supuso la entrada del turismo. España no progresó con Franco, sino que progresó a pesar de él.

1974 (yo soy el de la izquierda)

No puedo hablar más que por referencias de lo que vivieron mis abuelos en la guerra, de la que nunca me hablaron; del hambre que pasaron mis padres en la posguerra, pues en mi mesa nunca faltó de comer. Pero sí puedo hablar del país gris que conocí, pues cuando murió el dictador yo estaba a punto de cumplir los quince años y ya había comenzado a utilizar mi mente para pensar.

Ahora que algunos se sumarán a manifestaciones de banderas con el águila de san Juan y celebraciones conmemorativas el veinte de noviembre, otros brindaremos por el hecho de haber pasado la mayor parte de nuestra vida fuera de ese asfixiante ambiente de la dictadura, donde todo era tan gris. Para el cuarenta aniversario habrá que preparar algo grande, tal vez “Podemos”

Tengo un cajón de versos guardados, que quizá un día me atreva a sacar a la luz en un libro. De momento, hoy extraigo uno de ellos, basado en mis impresiones de esa etapa de mi vida en que comencé a conocer el mundo que me rodeaba.

¡Qué tierra tan triste
donde todo es tan gris!
La vida es en blanco y negro
y su mezcla da gris.
Blanco el pan y las sábanas
y negro el país.
La máquinas negras cosechan
un trigo muy gris,
que crece escapando
de negra raíz.
Gris es el cielo
que encapota los sueños
de tanto infeliz.
Si blanca es la hostia,
negra es la sotana,
y Dios viste gris.
Gris es la vida,
grises las montañas,
el futuro es muy gris.
¡Qué vida tan triste
donde todo es tan gris!

domingo, 2 de noviembre de 2014

Narrativa Gráfica II

¿Qué es la Narrativa Gráfica?

Algunos pueden pensar que no hace falta romperse la cabeza, porque está claro que la Narrativa Gráfica son los tebeos, el comic, la bande dessinée, el manga… Pero, ¿estamos seguros de que sabemos de qué hablamos? ¿Un chiste gráfico de una sola viñeta, con su bocadillo, es un fumetto? Pienso que no, aunque reúna imagen y texto. ¿Es una bande dessinée el Tapiz de Bayeux? Estoy convencido de que sí. ¿Es un comic-book un libro con una recopilación de chistes de un ilustrador? Pues va a ser que no. ¿Una película de dibujos animados es un manga? Es cine o anime, no narración ilustrada.

Tapiz de Bayeux, gran lienzo bordado del siglo XI de casi 70 metros de largo que relata, mediante una sucesión de imágenes con inscripciones en latín, los hechos previos a la conquista normanda de Inglaterra, que culminó con la batalla de Hastings. El original se encuentra en el Musée de la Tapisserie de Bayeux en Normandía

Todavía hay quien piensa que el cómic nació cuando a alguien se le ocurrió juntar un dibujo y un texto. Y está en un grave error. Para tener las cosas claras, resolvamos la cuestión con cuatro sencillas preguntas. Comencemos por la más importante.

¿Una sola imagen basta?

Una sola imagen es incapaz de narrar una historia, aunque una sola imagen puede expresar más de lo que contiene. Un ejemplo, el cuadro Las Hilanderas de Velázquez representa un taller de hilado, con unas operarias en primer término y unas clientas al fondo observando unos tapices. Pero Velázquez cuenta mucho más que eso, pues hace un guiño a la mitología. Si damos la vuelta a la interpretación y destacamos la escena del fondo como principal, tendremos otra lectura. La mitología cuenta que la diosa Palas, que pregonaba ser la mejor hilandera del mundo, retó a una artesana muy hábil, Aracne, a hacer un tapiz más bello que ella. Aracne tuvo la osadía de representar los vicios de los dioses, tejiendo el Rapto de Europa. El atrevimiento le costó a la orgullosa artesana que Palas la castigara convirtiéndola en araña para que tejiera toda su vida. Y esa historia la podemos ver en el cuadro, porque al fondo está Palas levantando el brazo, para convertir en araña a la desafiante artesana, por delante del tapiz del Rapto de Europa. Esta escena es observada por unas testigos, que pudieran ser el jurado del concurso textil, efectuado en un taller que es representado como escena costumbrista en primer término. Existe la posibilidad de realizar otras lecturas pues, intencionadamente, el barroco Velázquez no ha querido dejar claro si Aracne y Palas son personajes del cuadro o están representadas en el tapiz colgado de la pared.

Las Hilanderas. Velázquez. Museo del Prado

¿Nos ha contado Velázquez una larga historia con una sola imagen? Creo que no, porque esa historia que deducimos no está narrada, simplemente está insinuada; se nos da pie a que la desarrollemos intelectualmente partiendo de unos conocimientos previos que debemos tener. Pero la narración la realiza el observador, o alguien que le explica a ese observador lo que otros han vislumbrado.

Para que exista una narración gráfica tienen que ser las imágenes las que desarrollen la historia, y eso es imposible hacerlo con una sola viñeta; por tanto tiene que haber una secuencia de figuraciones, lógicas y consecutivas, que nos informen de algo; tienen que existir, imperativamente, al menos dos.


¿Es necesario que exista texto u otros convencionalismos?

El texto no se necesita, evidentemente, ya que las que narran son las imágenes, pero puede enriquecer la narración, tanto encerrado en bocadillos -que expresan diálogos directos- como en cartelas -que dan la voz de un narrador-. Y lo mismo ocurre con el resto de convencionalismos, como onomatopeyas -que “hacen ruido”- y líneas cinéticas bordeando figuras en movimiento. Con estos añadidos conseguimos verlo y oírlo mejor, pero con las secuencias “mudas”, tenemos suficiente para disfrutar una narración gráfica, que sea perfectamente legible.

¿Es preciso que esté publicado?

Es decir, ¿si no pasa por la imprenta no es un comic? Estoy convencido de que no se necesita la publicación, porque el hecho de ser publicado no le da carácter, no cambia el original, y si un original puede leerse, también es una narración gráfica. Pensemos en un autor que tarda meses, por ejemplo, en publicar una obra que es genuinamente una figuración narrativa; pero en ese periodo de tiempo ha dejado los originales a sus amigos para que lo lean. Cada amigo es tan lector de la obra como los desconocidos que la vean publicada.


Por lo tanto no es necesaria la publicación para que una larva de narración se convierta en obra concluida con su difusión impresa. Sin embargo una narración gráfica no pierde en absoluto, sino que gana con su publicación, porque no solamente aumenta indefinidamente el número de potenciales lectores, sino que se pueden añadir los recursos de la impresión mecánica, tramados, colores artificiales, etc.

¿Es imprescindible definir los materiales de realización?

Es decir, ¿se deben utilizar exclusivamente papel y tinta? Pero, ¿para qué introducir limitaciones artificiosas? Si alguien a través de imágenes consecutivas y coherentes tiene intención de narrarnos algo, ¿para qué vamos a estar excluyendo las que no cuenten con papel y tinta? Pongamos que un libro tiene dos o más bajorrelieves escultóricos fotografiados que representan escenas que transmiten información narrativa, ¿no tenemos un libro que contiene figuración narrativa? Pues si es narración gráfica para el lector del libro, también lo será para el observador directo del bajorrelieve esculpido.

Mi conclusión.

Para que exista Narrativa Gráfica lo único imprescindible es que haya una disposición ordenada de, al menos, dos imágenes consecutivas y coherentes, que narren o expliquen algo, independientemente del material en que estén realizadas. Partiendo de este mínimo se puede enriquecer, si lo quiere el autor, con mayor número de secuencias, conformando tiras y/o páginas, o añadiendo convencionalismos gráficos, como palabras, líneas cinéticas y viñetas. No hay que ir a buscar, por tanto, la unión de imagen y palabra, sino de imagen e imagen y, además, ni siquiera es necesario que esa sucesión sea de secuencias cronológicamente consecutivas, con tal de que tengan sentido.


La recomendación: El invierno del dibujante, de Paco Roca, Astiberri Ediciones, 2010, Bilbao.

El premiado dibujante valenciano, Paco Roca, que cuenta en su haber con éxitos como Arrugas oMemorias de un hombre en pijama, nos recrea “la España de 1957 donde ser historietista era un oficio”. Un brillante repaso a una ciudad, Barcelona, a una famosa editorial que tenía un gato por logo y a unos autores de tebeos, auténticos artistas con trabajo de artesanos que producían la evasión de la realidad oscura de la dictadura, fundamentalmente dirigida al público infantil y juvenil. La historia cuenta cómo cinco de los más afamados historietistas se rebelaron contra un sistema de trabajo esclavista, que les obligaba a desprenderse de sus dibujos originales y a los consecuentes derechos de autor. El dibujo sencillo de Paco Roca nos hace vivir esa lejana época, que parece sacada del NODO, describiendo unos ambientes, que superan el esquematismo para convertirse en muy reales.