martes, 30 de enero de 2018

Visca Tabarnia lliure

En octubre de 2014, en este mismo blog, publiqué un artículo titulado Visca Catalunya lliure. El título era desde luego una provocación, pero no falto de intencionalidad. En mi artículo defendía que la democracia se hace desde abajo a arriba y que debe ser la gente la que elija su destino. Si los catalanes no se sienten españoles, no hay ningún motivo para obligarles.

Parece ser que no es así, que la mayoría numérica de catalanes se sienten tan españoles como catalanes, pero el miedo a perder la consulta impide que se les pregunte. Este miedo es miedo a la democracia, por lo que algunos están revelando su auténtica ideología. Así se ha conseguido el enfrentamiento de dos posturas intransigentes, que no quieren ver más que su relato, reconstruyendo y falsificando incluso la Historia desde su punto de vista para tener razón.

Yo abogué por una Cataluña libre, que debe elegir si quiere seguir siendo española. De la misma forma y por los mismos motivos ahora abogo por la libertad de Tabarnia para independizarse de Cataluña.

He de hacer hincapié, no obstante, en que en el momento del nacimiento de esta especie de broma llamada Tabarnia, no tengo claro que sea algo positivo o una reacción envenenada del nacionalismo contrario. De momento lo tomaré como una broma que es capaz de sacar a la luz muchas contradicciones.

A pesar de reconocer el derecho tanto a Cataluña como a Tabarnia para decidir sobre su destino, mi posición personal al respecto es contraria a la independencia, por considerar que somos más fuertes y solidarios en una entidad nacional mayor. Pero a nadie se le puede obligar a sentir lo que no siente. Y estamos hablando de sentimientos. Los países se hacen y deshacen mejor por la voluntad popular que por los intereses de las élites privilegiadas, que era como se hacía anteriormente a través de guerras. Las ideas sagradas e inamovibles no han traído más que desgracias a lo largo del tiempo.

Se está demostrando día a día que los independentistas no buscan la cohesión de un pueblo oprimido que se quiere liberar, sino el egoísmo de separarse de tierras a las que consideran más pobres e incultas. No es más que la consabida postura egoísta de los que se creen más ricos que los demás, a los cuales quieren dar la espalda, para que “no les roben”. Obviando que su riqueza es posible porque tienen un mercado de compatriotas en el que pueden levantar su economía. Y a partir de esa idea se construye un argumentario, entre medias verdades y mentiras completas, para adoctrinar a la población, comenzando por la infancia.


Además el veneno del nacionalismo lo llevan a extremos tales que no se cortan de hablar de Països Catalans, anexionándose por la fuerza a los valencianos y baleares, solo porque se les pone en las narices, sin contar con que ellos también tendrían el derecho a oponerse democráticamente, siguiendo sus sentimientos, en expresión de la misma lógica que utilizan.

Hoy en día lo que habría que buscar es el hermanamiento entre los pueblos de la península Ibérica, incluido Portugal, para llegar a organización política más fuerte, que a su vez se integrara plenamente en Europa. Centralización que se compensaría con descentralizaciones administrativas, para que nadie se sienta sometido. (¿Os imagináis una selección de fútbol ibérica?)

El nacionalismo no es más que una enfermedad mental que deforma la realidad para adaptarla a unos intereses. Falsa realidad que luego es creída a rajatabla de forma ingenua, sin el menor atisbo de duda. Esa desviación de la realidad no puede ser sino enfermiza.

Así Tabarnia resulta ser una auténtica pedrada en los dientes para los herederos de Convergencia –o como quiera que se llamen a la hora de publicar esto–. También lo es para la supuesta izquierda, llamada Esquerra Republicana de Catalunya, que abandonó el internacionalismo obrero para caer en el nacionalismo burgués. Y para los ácratas de la CUP, que persiguen una república burguesa catalana, insolidaria y de derechas, apoyándose en los herederos del segundo partido más corrupto de nuestro país, que ya es mucho decir.

Sirva esta parodia para escarnio de cualquier nacionalismo, sin olvidar que no es más que una simple payasada, como el nacionalismo mismo, vamos:


lunes, 15 de enero de 2018

5 cuestiones que no entiendo

Comienzo el año con un listado en el que declaro mi ignorancia. Voy a enumerar cinco aseveraciones que están periódicamente en boca de muchos e impregnan los medios de comunicación, pareciendo afirmaciones incuestionables, pero que a mí me producen sarpullidos, ya que me parecen profundas idioteces o cuando menos manipulaciones intencionadas de la verdad, que buscan satisfacer espurios intereses.

1.- Hay que incentivar la natalidad

El país envejece, los trabajadores no son suficientes para pagar las pensiones, hay que buscar medidas para aumentar la natalidad y rejuvenecer la población.

¿En serio?

Después de las históricas revoluciones industriales, sanitarias y alimenticias la población mundial ha aumentado tanto que ya la naturaleza no tiene el potencial suficiente para tragarse todas nuestras basuras, que flotan asfixiando los mares y envenenan las tierras. Hay hambrunas y aglomeraciones urbanas, no quedan tierras ignotas, los gases metano y los purines de las explotaciones de carnes que consumimos están acabando con el medio ambiente…

Por ejemplo, nuestra península en el siglo XV tenía unos ocho millones de habitantes. En esa época ya se podían quemar bosques, matar ciervos o tirar basuras al mar, que el medio ambiente era capaz de regenerarse. En el mundo actual una península Ibérica con poco más de 50 millones de habitantes puede considerarse incluso poco poblada, pero su antropización la tiene esquilmada. ¿Qué decimos entonces de lugares superpoblados?

Si en las sociedades avanzadas disminuye la natalidad, no tenemos que tomar medidas extraordinarias, tan solo repartir la riqueza para que todas las sociedades sean avanzadas. Siempre será mejor este remedio que el clásico. Me estoy refiriendo a las guerras, ya que este tipo de desastre conlleva un boom de natalidad posterior.

2.- Hay que fomentar el alquiler en lugar de la compra de viviendas

Estamos mal acostumbrados, dicen. Nos pensamos que el ideal es ser propietario de nuestra vivienda, cuando eso nos resta movilidad y nos ata a hipotecas que nos ahogan. Lo que debe hacerse es alquilar la vivienda donde desarrollaremos nuestra vida.

¿En serio?

¿Quieren transmitirnos que el dueño del lugar donde vivimos debe ser un especulador? ¿Qué no podemos poseer ni los cuatro ladrillos que nos cobijan, porque es un lujo que debemos dejar a los ricos? ¿Nacemos pobres y vivimos de prestado?

Con la salvedad de los jóvenes que aún no se han establecido definitivamente, hasta que terminen sus estudios o se casen, ¿por qué no podemos ser dueños del lugar donde vivimos? ¿Por la movilidad? O sea, nos dicen que seamos esclavos del capitalismo y estemos dispuestos a movernos allí donde nos necesite un especulador. ¿No es esto esclavitud?

Si acaso decidimos cambiar de residencia y estamos pagando una vivienda, no tenemos más que recuperar ese dinero vendiéndola para trasladarnos a otro lugar. El hecho de que las hipotecas sean inasumibles por economías precarias no es más que el efecto del cruel capitalismo desmedido, al cual un Estado justo debe poner límite.

3.- Hay que elevar la edad de jubilación

¿En serio?

El 20% de paro, por quedarme corto, ¿y deben seguir trabajando los viejos en lugar de los jóvenes?

Si el Estado no reparte el trabajo y las rentas, es una falta del Estado. Si trabajan los viejos en lugar de los jóvenes es falta de cordura. Al mundo robotizado al que vamos, que disminuirá paulatinamente los puestos de trabajo, no le queda más remedio que buscar una solución para distribuir las rentas y para que trabajen los jóvenes. No se necesitará mucha mano de obra, pero sí un estado justo, que impida guetos de ricos atrincherados para impedir que los pobres busquen la justicia de forma violenta.

4.- Hay que impedir que se despueble el mundo rural

Otra chorrada. Monumental.

Sé que con esta cuestión me la voy a cargar, pero me da igual.

Quieren transmitirnos que debemos ir a habitar lugares que tienen la sanidad a no menos de cien kilómetros, que no cuentan con Internet, donde hay pisar barro y nieve, ordeñar vacas improductivas porque deciden importar la leche de Francia. Nos envían a un lugar donde hemos de olvidarnos de lo que es el teatro o el cine, a gastar gasolina en transporte escolar, etc., etc., etc.

Yo sé dónde mandaría a vivir a quien me vuelva a recomendar esto. La civilización pisa mejor el adoquinado de una acera, que la boñiga de una vaca.

A mí me encanta el campo y la montaña, pero no para vivir en sus incomodidades, sino para disfrutarlo en vacaciones. Si el campo se despuebla, es terreno que gana la naturaleza para repoblarse, para que pueda vivir el lobo sin ganaderías, para que haya ríos limpios, para que existan lugares de reserva natural, donde una vez hubo una población. Población que era esclava de la dureza de vida medieval basada en la subsistencia agrícola o ganadera.

5.- El que crea empleo es el empresario

Esto ya sí que es el acabose. Y no se lo discutas a un neoliberal que te quema en la hoguera.

Voy a tratar de resumirlo. Vivimos en una economía capitalista que está regida por el mercado. En ese mercado hay una oferta y una demanda. El empresario surte la oferta y todos tiramos de la demanda. Pero el mercado tiene lo que tiene, que son los sueldos de los ciudadanos, los cuales no son flexibles, pues no pueden gastar más que lo que ganan. Ya sabemos lo que pasa si gastan más. Si un empresario espabilado fabrica, digamos por ejemplo, unas bicicletas más modernas, de más calidad y a un precio asequible, aquellos que se van a comprar una bicicleta comprarán una de estas, lo cual significa que dejarán de comprar otra que hubieran comprado de no existir la nueva oferta. O sea, que lo que fabrica uno lo deja de fabricar otro, a no ser que se lo coma con patatas. El nuevo empresario dice que ha creado empleo, pero se engaña, pues su competidor ha tenido que cerrar la fábrica y despedir a los suyos. El resultado no es la creación del empleo, sino el robo de los empleados. Y es posible, incluso, que con menores retribuciones, ya que necesitaba vender barato. Estas retribuciones menores reducirán la demanda, por narices, y habrá menos dinero en el mercado.

El único que crea empleo es el mercado, cuando los compradores aumentan su salario. Y esto solo lo puede hacer el Estado, nunca el robaempleados, que por otro nombre es conocido como empresario.

¡Hala! Ya he dado cinco motivos para colgarme.  Pero si alguien caritativo quiere sacarme del error, deberá convencerme razonando, no desacreditando.