jueves, 28 de diciembre de 2023

Recapitulando 2023

El pasado 31 de julio di un giro radical a este blog. Se cumplían 10 años de su creación y, desde entonces, publiqué religiosamente —es un decir— una entrada cada quince días, sin faltar una sola quincena. Me lo propuse y lo cumplí a lo largo de los meses, y de los años. Me pareció suficiente una década para ese ejercicio espartano que tantas satisfacciones me ha dado. No quise cerrar el blog, porque me encuentro muy orgulloso de todo lo que he escrito en él y, a quien pueda interesar, servirá para rescatar mi pensamiento filosófico y político, además de un ramillete de relatos y poemas.

Otra cosa que no quiero abandonar a estas alturas es la última entrada de cada año, también publicada religiosamente —es otro decir—, en la que a modo de índice repaso los contenidos y lo que han dado de sí las publicaciones del año que acaba.

Comencé con una reflexión, La ideología de las palabras, en la que abogaba por no denominar de la misma forma a un muerto —accidente, enfermedad—, que a un asesinado —en cualquier guerra—. En este apartado de Reflexiones hubo otra entrada a mediados de mayo: De empresarios y trabajadores, donde me propuse demostrar que un empresario NUNCA crea un empleo, sino que contrata a un trabajador porque el mercado puede absorber lo que produce su empresa.

A finales de enero, recuperé la etiqueta Defensa del Castellano con la entrada: Analfabetos ilustrados, poniendo en evidencia la precaria utilización del idioma en las redes sociales. Y en otra entrada más —van por pares—, El cuco, expuse la forma sibilina en la que el inglés está cambiando la ortografía del castellano —con la aspiración de la letra hache, la pronunciación de la jota como ye, etcétera—. No sé si podremos detenerlo, las lenguas evolucionan, pero al menos que seamos conscientes de ello, no sea que en un futuro lejano este pajarraco haya expulsado del nido a nuestra lengua.

Nueva etiqueta en febrero, Política, con Los propietarios, donde denunciaba la forma, también sibilina, en la que el capitalismo nos va acostumbrando a que los proletarios no tengamos nada en propiedad, solo en alquiler, para que solo los capitalistas tengan la propiedad de todos los bienes de la Tierra. Así algún día podrán dejarnos sin ellos, si no somos lo suficientemente serviciales. Y pobres.

Con la etiqueta Historias, y bajo el título Hace tres años, repasé mi experiencia personal de lo que nos vino a raíz de la crisis de la Covid. Más que nada fue un repaso a esos primeros meses de 2020. A finales de mayo, con la entrada denominada Calle de Torquemada, me vi envuelto en una polémica en las redes sociales, que yo no pude prever ni imaginar. Abogaba yo porque en Ávila, de forma vergonzante, habían dedicado una calle a un personaje histórico, desde todo punto de vista despreciable, como Tomás de Torquemada, camuflándolo como el pueblo homónimo palentino. Creo que demostré la patraña e insistí en que tal personaje no merecía ninguna calle, lo que levantó astillas y escoceduras, con argumentos como que es un personaje histórico importante —que es algo que no niego—, pero no fui capaz de sacar de ahí a los polemistas incansables, pesados y plastas que intentaron convencerme. «Fuera Torquemada del callejero de mi ciudad», a tomar por cvl0. Y llegué al 31 de julio, con esta etiqueta de Histoiras, despidiéndome de la periodicidad prusiana de las publicaciones en este blog, con la entrada 10 años no es nada.

También este año he dado cabida a la Literatura, con La poesía es un arma cargada de futuro, donde recojo mis propias palabras del acto al que fui invitado en el Día mundial de la poesía, que estuvo dedicado a la poesía social y se tituló con el famoso poema de Gabriel Celaya.

Y una de Poesía, Autorretrato, un soneto que quiere definirme físicamente, el cual, sin el sentido del humor, no tendría ningún sentido. Espero que saque alguna sonrisa.

¿Hubo Relatos en 2023? Húbolos. Tres. La primera entrada de abril, rescató mi texto Equilicuá para el libro colaborativo anual de la Asociación La Sombra del Ciprés, al que titulamos AV. Confidencial. Quienes han leído mis escritos, ya sabrán que el protagonista es Elicio Iborra, por cierto, resolviendo un caso policial en plena pandemia. Luego, en junio, publiqué Patri la mentirosa, otro cuento que fue publicado en los relatos de verano del Diario de Ávila, en 2022, y luego leído ante un numeroso público en los Cuentos a la luz de la luna, organizados por el Ayuntamiento de Ávila en la plaza de Adolfo Suárez el 2 de julio de 2023. Y cerré este año con mi último relato de Navidad, también del Diario de Ávila, del que me siento especialmente orgulloso. Yo lo titulé El cuento de la Navidad, pero por «avatares inexplicables» el título se trastocó en El cuento de Navidad. No me quejo ni me quise quejar. El texto me lo publicaron íntegro y estoy encantado en participar en esta actividad, que me da un escaparate hacia los lectores. Estas navidades, en concreto el 3 de enero —justo un año después—, me publicarán otro cuento, esta vez mucho más amable. Si estás a tiempo, resérvalo en el kiosco.

Hubo también reseñas, en concreto del nuevo libro colaborativo de La Sombra del Ciprés, titulado Ávila para comérsela, que contiene otro de mis relatos de los que más satisfecho me he sentido: Encuentro entre pucheros. Y una reseña más, Covalverde, libro que llegó a mí, de las mismas manos de su autor a quien tuve el placer de conocer, un poco tarde, ya que llevaba varios años publicado. Santos Jiménez, excelente narrador de unos hechos que aún escuecen y duelen, transcritos con la mejor literatura de las voces directas de los protagonistas.

Y ya está todo, este año no han sido 24 entradas, sino 16. Pero este blog sigue vivo y así lo mantendré mientras tenga ilusión por escribir. Espero que sigamos viéndonos en 2024. Felices fiestas y, como suele decirse, que el año que entra venga repleto de prosperidad para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario