El humor comienza por reírse de uno mismo, con ese motivo
y con la excusa del periodo estival, más risueño, traigo aquí un soneto escrito
hace tiempo, que quiere ser autorretrato. Le acompaña como ilustración un
retrato, caricatura, en el que un artista callejero quiso verme de una forma
más amable. Realizado hace ya también algún tiempo, el pelo que él me dibujó me
escasea, aunque juro que lo tenía.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa…
A una nariz, Francisco de Quevedo
¿Y tú, amigo,
quieres atribuirte
el triunfo del
que presumir yo puedo?
Pues debes
esforzarte con denuedo
si el laurel de
feo pretendes ungirte.
Porque desconoces
lo que es sentirte
reflejo del
soneto de Quevedo,
exaltación que
a ti te importa un bledo
pues con las
napias no puedes batirte.
Si viviera
Cervantes, pensaría
en mi panza
para su Sancho zafio.
De mi cabeza
también te diría
que deberán
poner en mi epitafio:
«Como la cabeza
aquí no cabía,
la tumba está vacía
cual cenotafio».
© Cristóbal Medina
No hay comentarios:
Publicar un comentario