Dicen que una mentira repetida mil veces se convierte en
verdad. Esto no es cierto de forma literal, pero no deja de tener sentido, ya
que el hecho de repetir algo, un eslogan o una idea falsa, hace que mucha gente
la perciba como un hecho probado.
Así, la afirmación de que «el empresario es el que crea
empleo» es para muchos una verdad sin discusión alguna, aunque no sea cierta. Y
no es necesaria más que una pequeña reflexión para darse cuenta. Vamos a ello.
Un emprendedor funda una empresa con fondos propios, de su
familia, o con préstamos de entidades financieras. Esta empresa puede ser de
cualquier sector, una panadería, una fábrica de galletas o una compañía de
creación de videojuegos. Contrata personal y la pone en funcionamiento.
Entonces debe colocar su producto en un mercado, ya sea local (panadería),
nacional (galletas) o internacional (videojuegos). Pongamos que vende y se hace
un hueco en el mercado, entonces, por cada producto vendido, un competidor
dejará de vender el suyo. Es decir, si un cliente compra una barra de pan, bien
porque la nueva panadería ofrece mejor calidad, precio o cercanía, dejará de
comprar el pan en su panadería habitual. Tampoco el que compra galletas para
desayunar comprará la nueva marca, además de la anterior. Optará por una de las
dos. Y el que se engancha a un video juego, no jugará con otro a la vez.
Esto quiere decir que por cada trabajador que contrata el
nuevo empresario, alguien tendrá que despedir a otro trabajador, ya que venderá
menos. O tal vez tendrá que cerrar su empresa, si deja de ser rentable. Todos
conocemos, sin duda, ejemplos de un nuevo supermercado que abre en un barrio y
eso conlleva que otro del mismo barrio, o de otro barrio si hay buena
comunicación, tendrá que cerrar. El hecho de que haya más oferta, no quiere
decir que toda esa oferta la absorba el mercado. Yo, al menos, nunca seguiré
comiendo las mismas galletas, si he encontrado otras que me gustan más.
¿Quién crea empleo, entonces? Está claro: el mercado. Si los
que compran en el mercado, ya sea local, nacional o internacional, tienen más
dinero, podrán gastar más y hacer que se produzca más en consecuencia. Y solo
pueden meter más dinero en el mercado los gobiernos, con sus inversiones, y los
empresarios, pero no contratando, sino aumentando el sueldo de sus trabajadores,
en detrimento de sus beneficios empresariales.
Si un empresario paga más a sus empleados, estos podrán
gastar más en ocio o en bienes de consumo. Si los sueldos son más altos, habrá
más capital en el mercado, y si los gobiernos dan más prestaciones sociales, también
habrá más dinero.
Por ello un empresario nunca, jamás, en ninguna ocasión,
crea empleo, tan solo contrata trabajadores, lo cual repercutirá en el despido
de otros trabajadores en el mismo sector. Es decir, no crea empleo, lo sustrae
a otros. Siempre. Sin excepción.
Se puede aducir que un ayuntamiento puede ofrecer
condiciones más ventajosas para que se instalen en la localidad nuevas
empresas, las cuales contratarán trabajadores, aumentado el empleo en la
localidad. Sí, pero eso solo es competencia territorial, porque esas empresas
se instalarán de forma más ventajosa, pero tendrán que dejar sus antiguas
instalaciones. Esos empresarios pueden vender más al producir en mejores
condiciones, pero sus competidores venderán menos.
Los agoreros del neoliberalismo pusieron la voz en grito
cuando el gobierno actual subió los salarios mínimos, que estaban sobre los 700
€ al mes, a los 1.080 € actuales. Esto iba a ser la ruina. Pero la realidad
económica ha demostrado que el hecho de que se metiera más dinero en el
mercado, en lugar de hundir la economía la reflota. A un trabajador, que cubre
sus necesidades primarias, si le sobra algo de dinero lo invertirá en ocio o
productos que desee adquirir; mientras que, si las ganancias van a manos del
capitalista, sustrayéndolo de las nóminas que paga, como tiene sus necesidades
cubiertas, tan solo podrá derrocharlo en lujos superfluos, que nada reportan a
la sociedad. O esconderlo al erario en paraísos fiscales.
La labor del empresario es importante, pero la del trabajador lo es mucho más. El empresario no crea empleo, solo contrata; pero el trabajador, gastando su salario, contribuye a que crezca la economía del país.
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