viernes, 15 de mayo de 2015

¿Quién crea empleo?

Estamos en plena campaña de las municipales y autonómicas, así que no quiero soslayar esta circunstancia en mi blog: Voy a hablar de política. Pero tampoco quiero hacer un alegato, ni lanzar andanadas ideológicas. Me voy a limitar tan solo a desmentir una falsedad que yo veo evidente y que lleva tiempo corroyéndome. Y lo hago porque ya decían los nazis, que de propaganda sabían mucho, que una mentira repetida muchas veces, acaba convirtiéndose en verdad.

Ahí va la mentira: Los empresarios crean empleo.

A simple vista parece verdad incontestable, pero a poco que ahondemos veremos que no es más que una falsedad, que algunos no están interesados en poner en evidencia.

Si fuera así de simple, la solución a la crisis estaría en las manos de los empresarios: crearían empleo, este empleo daría dinero a los trabajadores, que comprarían pisos, coches y vacaciones, y todo arreglado. ¿Deducimos entonces que los empresarios son unos malvados, porque nos les da la gana crear empleo?

Pues no, porque jamás un empresario ha creado un solo empleo. Me explicaré.

Un empresario no es una ONG altruista. Un empresario para serlo necesita de un lucro, y esto es algo positivo, no lo critico. Sin ese lucro dejaría de ser empresario, ya que más tarde o más temprano agotaría su capital y dejaría de producir.


Para tener lucro, debe vender su producto en un mercado y obtener el dinero suficiente para pagar los gastos de producción y un exceso suficiente para mantenerse, porque él también ha de comer y tener ocio. Pero el mercado, o los mercados, son algo compuesto por gente con capacidad adquisitiva limitada.

¿Hasta aquí está todo claro, no? Esto quiere decir que para introducir un producto en un mercado, nacional pongamos por ejemplo, éste debe desplazar a otro producto similar, que dejará de venderse. Tiene que competir con otros empresarios del ramo. Si, por ejemplo, vende coches, deberá apelar a la calidad, al precio, o a otro parámetro ventajoso, para que el posible comprador se decida por su vehículo. Ese comprador adquirirá este coche en lugar del de la competencia, pero nunca comprará los dos, salvo que tenga algún problema psicológico. Si el empresario vende galletas, el comprador que adquiera sus galletas, dejará de adquirir las de la competencia. O sólo comerá galletas, en lugar de tener una dieta equilibrada. Así de sencillo.

Si hablamos de mercado internacional, ocurre lo mismo a otra escala. En este caso, los que producen más son los que tienen costes más baratos, los asiáticos ¿no?, que venden en los países con mayor poder adquisitivo. ¿Pretendemos realizar un trabajo esclavo para competir con los chinos?

Se me puede plantear la aparente paradoja de Henry Ford, que se inventó un mercado que no existía, pues hasta que fabricó coches baratos, debido a su innovación de la producción en cadena, las personas que podían adquirir un automóvil eran muy pocas. Con su democratización adquisitiva consiguió que hubiera muchas personas trabajando, que se convirtieron en compradores de utilitarios, enriqueciendo el país, asentando una clase media y creando empleo que sin su invento no existía. Pero en realidad este último punto es falso, pues él no creó el empleo, sino que fue la existencia de ese mercado nuevo el que hizo posible que sus coches se vendieran. El mercado creó el empleo y no Ford. De nada le hubieran servido sus coches baratos, si no tiene quién los adquiera. Habría tenido que cerrar su fábrica, en cuanto hubiera agotado su capital. Su genialidad fue descubrir un mercado que hasta entonces no existía, y no crear empleo.

Quien crea empleo, por tanto, es el mercado y la única manera de aumentar el empleo es que ese mercado crezca en capacidad adquisitiva, bien subiendo los sueldos, o bien bajando los impuestos, para que la gente disponga de más dinero. El pobre empresario debe tener claro, si quiere levantar la cabeza, que lo suyo es una competición con gestores similares, y que lo único que puede hacer es presentar al consumidor un producto más ventajoso, o bien por su precio, o por su calidad, para que la elección de compra recaiga en él.

Y aquí está la trampa, porque si quiere competir en calidad, ésta probablemente aumente el precio, y este factor puede ser determinante en las ventas. La solución más fácil es bajar el precio, pero esto tendrá sus consecuencias, si bajar el precio consiste en reducir los costes de personal. Bajando los sueldos o haciendo despidos, le estará sustrayendo capital al mercado y reduciendo su poder adquisitivo, por lo que su producto tendrá más difícil la venta. Sin embargo, si aumenta el sueldo a sus trabajadores, estará inyectando capital en ese mercado.

La prueba está ahí fuera. La política de los últimos años, bajando sueldos y subiendo impuestos injustos como el IVA, no ha conseguido más que profundizar la crisis en lugar de resolverla. Y esto se ha hecho así, porque se ha querido, no porque no se haya podido. Ha sido una opción política, de determinada ideología, la ideología de los acaparadores, el liberalismo, o más claramente el capitalismo salvaje, que no entiende de derechos sociales, de justicia ni de igualdad.

Tenemos evidencia de que durante esta falsa crisis se ha subido el sueldo a los altos cargos de las empresas, mientras se ha bajado el de los trabajadores, enviando a muchos al paro. Cuando un rico aumenta su capital, lo que hace es comprarse un yate, que no genera riqueza, o lo guarda en un fondo de inversión especulativo, que le derive intereses. Por el contrario, cuando es un trabajador el que aumenta su sueldo, como vive al límite de lo que gana, más podrá gastar, y lo hará. Y sus excedentes o ahorros los guardará en un banco de los del barrio, que son los que pueden conceder crédito a un autónomo o pequeño empresario, cuando las cosas se hacen bien, y no en un fondo buitre de los que juegan con la especulación.

Algunos comerciantes de barrio se rieron cuando nos bajaron el sueldo a los funcionarios y más tarde lloraron porque, al tener menos dinero, gastamos menos. ¿Qué esperaban?

Así que debemos concluir que un empresario no crea empleo, sino que roba empleados a otro empresario, cuando consigue quitarle una cuota de mercado. Pobre del empresario que se vea a sí mismo como un creador de empleo, se estará engañando y no llegará a ninguna parte. Pobre del empresario que quiera trabajadores empobrecidos porque, ¿a quién le va a vender? ¿A otros empresarios? Pobre del autónomo que envidie a los asalariados y desee que malvivan, ¿de qué va a vivir él? Pobre de los que auspicien políticas liberales, porque los únicos ricos serán los acaparadores, que no tienen remordimientos en utilizar el trabajo esclavo y luego pretenden lavar su conciencia con donaciones caritativas, en lugar de pretender la justicia social.



Y termino con una frase para las bases sociológicas que sostienen con sus votos a estos gobiernos capitalistas vendidos a la especulación financiera: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos" (Mateo 19,24).

lunes, 27 de abril de 2015

Semana del libro en Ávila

Hoy presento un reportaje gráfico de la semana del libro intensa que hemos vivido los integrantes de la asociación "La sombra del ciprés". No es por nada, es por la satisfacción de dejar para el recuerdo estas fotos. Gracias a todos los que me acompañasteis.

1.- Charla-coloquio en el Casino Abulense, el lunes 20 de abril, a las 20:00 h., el tema era el proceso creativo.

Pablo Garcinuño, José Luis Lázaro, Alfredo Rodríguez y Cristóbal Medina



Ese día firmamos un convenio de colaboración

2.- II ENCUENTRO DE NOVELISTAS. Presentación del libro “El mundo según los abulenses”, obra colectiva de los integrantes de la Asociación La Sombra del Ciprés. Martes, 21 de abril.

Carmen Fernández del Barrio, Pablo Garcinuño, César Díez y Sergio Sánchez

Inauguración del encuentro a cargo de la Teniente de Alcalde Delegada de Cultura, Sonsoles Sánchez-Reyes


El periodista Luis Sánchez leyendo un relato de Pablo Garcinuño

El profesor Serafín de Tapia leyendo un relato del "sujetador" del micro. (Foto de Roberto Lozano)

La periodista Helena Cerveto, leyendo un relato de Emily Roberts

La librera Gemma "Letras", interpretando un relato de César Díez

El ambiente fue magnífico

Y el éxito de ventas, total

3.- II ENCUENTRO DE NOVELISTAS. Mesa Redonda con el título: “Nuevos escritores, diferentes experiencias”. Miércoles, 22 de abril.

Sergio Sánchez, José Luis Lázaro, Paula Velasco, Cristóbal Medina, Roberto Lozano y Begoña Jiménez





4.- 23 de abril, Día del Libro en el Paseo del Rastro.








IV Certamen de Escritura Rápida Ciudad de Ávila, donde Noemí Valiente, integrante de nuestra asociación, formó parte del jurado:



Homenaje a Azorín, lectura de la obra "Una hora de España":




5.- Sábado 25. Se estropeó el tiempo, pero aguantamos como héroes. (Grândola Vila Morena)




6.- Repercusión mediática (no está todo, falta, por ejemplo una entrevista en televisión 8 de Ávila, donde cuatro de nosotros salimos bien guapos...).

El Diario de Ávila, 16 de abril

El Diario de Ávila, 22 de abril

Prensa on line:

Cadena Ser - 09/03/2015 - Entrevista sobre la presentación de la Asociación, con Pablo Garcinuño, José Luis Lázaro y Cristóbal Medina.

Literatura en corto, viernes, 17 de abril, Pablo Garcinuño y Luis Sánchez:

jueves, 16 de abril de 2015

II Encuentro de Novelistas - Ávila 2015

Cuando nos planteamos la creación de la Asociación Cultural de Novelistas “La sombra del ciprés”, buscamos esencialmente dos objetivos. El primero era romper el techo de cristal que separa a los escritores de la sociedad y, con ello, darnos visibilidad y establecer una relación cercana con los posibles lectores. El segundo era potenciar la literatura para todo tipo de personas, bajarla del pedestal, con todo el respeto, y ponerla a pie de calle, llegando a gente que habitualmente no lee.


En este empeño nos vimos a nosotros mismos luchando contra irracionales gigantes, que no eran otra cosa que molinos. Pero en el camino que hemos recorrido no hemos encontrado los descomunales obstáculos que nos imaginábamos, sino, más bien al contrario, las instituciones nos abrieron las puertas y nos facilitaron la forma de llevar a cabo nuestras inquietudes. En este punto es de justicia agradecer principalmente a dos instituciones la ayuda prestada, y no porque no haya más sino porque, de momento, no hemos tocado más puertas. Mi agradecimiento personal, que estoy seguro que comparten mis compañeros, a la Teniente de Alcalde Delegada de Cultura y al Director de la Biblioteca Pública de Ávila, por hacer tan bien su trabajo, y porque las instituciones funcionan no por ser lo que son, si no por las decisiones que toman los que las dirigen. Gracias.


Somos una asociación relativamente nueva, nacimos el año pasado al organizar el “Encuentro de Novelistas”, del que ya he hablado en este blog, ahora, al encarar el “II Encuentro”, ya podemos denominar como “primero” al pasado.

En estos momentos, nuestra Asociación ya tiene cuerpo, superamos la veintena de socios y seguimos creciendo. Hemos revisado desde el nombre, hasta los estatutos y, sobre todo, hemos programado una serie de actividades que abordamos con toda ilusión. Nos presentamos a la sociedad abulense el pasado 7 de marzo, en la Biblioteca Pública, y realizamos una donación de nuestras obras. La semana que viene participaremos activamente en la Semana del Libro que el Ayuntamiento de Ávila ha organizado en torno al 23 de abril. En esta semana llevaremos a cabo el “II Encuentro de Novelistas”, con dos sesiones. El martes 21, presentaremos la obra colectiva “El mundo según los abulenses”, y el miércoles 22 tendremos una mesa redonda con el título “Nuevos escritores, diferentes experiencias”. E incluso estaremos en el jurado del "IV Certamen de Escritura Rápida Ciudad de Ávila".  Y también participaremos en la Feria del Libro, que se llevará a cabo entre los días 23 y 26 de abril, en el Paseo del Rastro, donde tendremos una mesa a donde se podrá acercar el que quiera para saludarnos, solicitarnos una firma, conversar sobre nuestras obras, hacernos alguna pregunta…

Os esperamos:

21 de abril, martes, 20:00 h., El Episcopio.
-          II ENCUENTRO DE NOVELISTAS. Presentación del libro “El mundo según los abulenses”, obra colectiva de los integrantes de la Asociación La Sombra del Ciprés.
22 de abril, miércoles, 20:00 h., El Episcopio.
-          ENCUENTRO DE NOVELISTAS. Mesa Redonda con el título: “Nuevos escritores, diferentes experiencias”.

En el siguiente enlace puedes ver el programa completo de la Semana del Libro:


Estamos ilusionados con el encuentro de este año, donde presentamos "El mundo según los abulenses", en el que nos mostramos a través de lo que escribimos, así como en la mesa redonda lo contaremos de viva voz.  El libro, del que hablé en mi última entrada, es una muestra de nuestra diversidad, pues tenemos diferentes edades, experiencias y visiones de nuestra ciudad, desde el punto de vista humorístico, tanto como afectivo. Y en la mesa redonda no sólo expondremos las dificultades que encuentra un escritor nuevo en la forma de publicar –editorial grande/pequeña, autoedición, edición digital–, sino que conversaremos con todos los que nos quieran realizar alguna pregunta y debatiremos sobre nuestras inquietudes y proyectos.

En mi siguiente entrada, daré cuenta de mi visión personal sobre estos eventos.




lunes, 30 de marzo de 2015

El mundo según los abulenses

“Yo soy yo y mi circunstancia” decía Ortega, y la circunstancia que tenemos en común los componentes de la Asociación “La Sombra del Ciprés” es la ciudad de Ávila. César Díez Serrano tuvo la idea de que escribiéramos un libro colectivo para dar a conocer nuestra asociación a nuestros paisanos, y pensó incluso el título, “El mundo según los abulenses”. Todos estuvimos enseguida de acuerdo y no sólo no discutimos la idea, sino que sumamos fuerzas para que este proyecto fuera realidad lo antes posible.


Nuestra asociación cultural está integrada, de momento, por gentes que no tenemos más denominador en común que ser de Ávila, aparte de nuestro interés por la cultura en general, y por la novela en particular. “Ser abulense condiciona a uno para siempre”, expresa acertadamente el periodista y escritor Rubén Negro en el prólogo del libro, y por ello queremos explicar al resto de la humanidad cómo vemos “el mundo” los abulenses. Ojo, no entendemos por abulense a aquel que nació en Ávila, porque los abulenses, igual que por ejemplo los de Bilbao, nacemos donde nos da la gana. Abulense es todo aquel que quiere serlo. Yo mismo no he nacido en Ávila, y hay otros que habiendo nacido aquí, están desarrollando su vida fuera de la ciudad.

En “la Sombra del Ciprés”, no queremos a pesar de todo ser provincianos, mirarnos el ombligo, y pensar que fuera de las murallas no hay nada que merezca la pena. Y mucho menos sabiendo que muchos de nosotros necesitamos salir de aquí para desarrollar fuera nuestros proyectos de vida. Pero es bueno tener raíces, e identificarse con componentes con los que se identifican otros. Puede ser el Grande, el barrio de las Vacas, o incluso el centro comercial. Por eso, en nuestro primer proyecto conjunto -habrá más sin duda-, queremos explicar a los murcianos, a los de Pontevedra o a los tarraconenses, cuáles son esos elementos intrínsecos que nos hacen abulenses. Nuestros paisanos, por descontado, los conocen pero no les va a venir mal asomarse a la visión que les proponemos, ya que seguro que les sacará más de una sonrisa, o señal de complicidad.

Aunque somos muchos más, en este primer proyecto hemos trabajado unos pocos miembros de la Asociación. Comenzando por Gemma Campos que ha prestado su arte para generar esta maravillosa portada, que deja traslucir el ambiente desenfadado del contenido del libro:


Para saber de qué estamos hablando, indicaré brevemente el contenido de los relatos que incluimos en el libro, pidiendo perdón a mis colegas, por lo injusto que es tratar tan escuetamente su trabajo. Pero bueno, para disfrutarlo habrá que comprarse el libro, ¿no?

César Díez Serrano nos ofrece cuatro magníficos monólogos. En el primero nos habla de la peculiaridad que ofrecen los pasos de peatones en nuestra ciudad, donde cuando menos te lo esperas surge de repente una señora con el pelo cardado. Luego aborda el tema de las alegres balas azules que recorren la ciudad; la feria y las casetas que se llevan a los arrabales las fiestas populares; concluyendo con la costumbre de salir de pinchos antes de ir a comer y que cuando vas, te das cuenta de que ya has comido.

Pablo Garcinuño nos deleita con un relato acumulativo en torno a las rotondas innumerables de nuestra ciudad, para narrarnos a continuación una epopeya en un centro comercial plagado de elfos. Nos lleva de tapas al son del “Aijó, Aijó…”, y termina con una sesuda tesis sobre unas excavaciones arqueológicas, doce siglos después de nuestros días, que dan cuenta de cómo pueden pensar que éramos las gentes del futuro.

Carlos Fernández-Alameda aborda la importancia de la estación del tren como vía de escape de la ciudad en un evocador relato, para tratar luego con desbordante sentido del humor el qué pasaría si un localizador de escenarios de Hoollywood descubriera Ávila. ¿Ha ocurrido ya?

Sergio Sánchez, como erudito historiador, nos ilustra sobre las funciones de la muralla, entre ellas, su consolidación como muro de las lamentaciones.  Nos habla de los cantos y los santos abulenses; diserta sobre nuestra fiesta más espectacular y participativa, como es el Mercado Medieval y repasa las caras de los personajes famosos de nuestra ciudad, de los que nos sentimos orgullosos de ser paisanos.

Javier Asenjo realiza un ameno relato sobre un joven descreído de su ciudad, la ciudad del silencio, a la que no quiere volver porque “aquí no hay nada”.

Roberto Lozano saca siempre sabrosas conclusiones en sus cuatro relatos, como de la Calle Vallespín, donde los jóvenes de determinados años vieron pasar parte de sus vidas; repasa las construcciones que eran y dejaron de ser por haberse demolido. Nos cuenta que aquí también se estila eso del botellón, a pesar de las condiciones climáticas, por las que nuestras jovencitas aguantan con su minifalda los seis grados bajo cero. Y nos describe los tipos y tipologías de abulenses que podemos identificar en nuestros barrios.

Emily Roberts, con su voz poética, realiza el relato de un reencuentro con la ciudad, “En Ávila no existe”. Nos cuenta que cuando era extranjera le preguntaban si alguna vez había visto la nieve. Realiza un enternecedor cuento de infancia, en torno a unos ricos pasteles de cabello de ángel y, en su último relato, repasa, hora por hora, la salida nocturna de tres amigas que se reencuentran en su ciudad natal.

Alejandro Pérez García comienza con un cuento generacional en el que contrapone la visión de un abuelo a la de su nieto. Continúa con la historia de Eugenio y su búsqueda de nuevos horizontes. Le sigue un viaje a la lejana infancia, con el primer estreno de unos zapatos y concluye con el relato del empecinamiento de Pepote intentando recuperar el queso amarillo, mantecoso y suave del que disfrutó de niño.

Carmen Fernández del Barrio, con mucho sentido del humor, recorre las calles de Ávila, para hablarnos de las dificultades que suponen sus innumerables cuestas; nos lleva a la odisea de un deseable/indeseado viaje de compras a una ciudad cercana, que todo abulense programamos periódicamente, porque “¿aquí no hay nada?”. Recurre a los versos de la canción popular, para tratar los pilares gastronómicos de nuestra tierra. Y termina fabulando qué hubiera pasado si un abulense hubiera descubierto América.

Alfredo Rodríguez tira mucho de nostalgia y rememora los juegos amorosos y la calle de los adolescentes de los años setenta. Nos presenta a los parroquianos de un bar de la plaza del Rollo a las primeras horas de la mañana. Nos habla del fútbol como metáfora de la vida, y regresa al campo de la Juve a mediados de los setenta. Para concluir con una desternillante anécdota sobre los daños que produjo la primera informatización en algunos pueblos abulenses.

Concluyo con mis propios relatos, no por ser los mejores, claro, sino por ser este mi blog, que alguna ventaja tenía que tener. Mi humilde aportación al trabajo conjunto consiste en un repaso a esas esculturas de las rotondas, que son así, como podían haber sido de otra forma. Realizo propuestas constructivas para el solar de la desaparecida fábrica de harinas, tales como un lugar para realizar verbenas o un helipuerto. Explico a los jóvenes actuales qué era el tontódromo y cómo alguien podía dar diecisiete vueltas seguidas a una plaza; para terminar planteando qué pasaría si Ávila se independizara, inventando incluso un himno oficial, para tal ocasión.


¿Te has reconocido en algo de lo precedente? Si la respuesta es sí, entonces eres abulense y no puedes dejar de leer este libro, que se presentará en El Episcopio el próximo 21 de abril, a las 20:00. Nos vemos allí. Pasaremos lista y quitaremos el carnet abulense al que falte a la cita.

Si, por el contrario no sabes de qué te he hablado, tampoco puedes perderte este libro, si pretendes comprender un poco a los irreductibles habitantes de esta aldea vetona.

Y termino con el himno nacional del Ávila independiente:

Ávila, Ávila, Ávila.
Ávila de mis amores.
Te llevo en el corazón,
henchido de muchas flores.

Naciste en la lejanía
de los siglos precedentes,
y llegas a nuestros días
sonriendo a porfía.
Dientes, dientes, dientes.

Un águila hay en tu escudo,
surcó las crestas gredenses
y arribó como pudo
a los cielos abulenses.

Tus mujeres son hermosas
y tus hombres son valientes,
los gays visten de rosa
y pasean por San Vicente.

¡Viva, viva, viva!
¡Viva mi patria vetona!
Gritar tu nombre sin ira
me colma y me envalentona.

Vivan tus pinchos y tapas,
viva tu santa patrona
vivan tus altas murallas,
el Moneo y La Casona.

martes, 17 de marzo de 2015

Los acaparadores

Todos nacemos desnudos, es decir iguales. Pero cuando morimos no lo somos. Mientras a unos los entierran desnudos en cajas de cartón, a otros en ataúdes de maderas nobles, con mortajas lujosas y en panteones de granito. ¿Qué ha ocurrido entre medias?


Para saberlo no es necesario indagar en la biografía de nadie, pues este cambio no se produce a través de una vida, ya que ocurre en las manos que recogen al recién nacido. Es decir, la diferenciación se manifiesta en el mismo momento en que vemos la luz. A unos los reciben con las manos desnudas y a otros entre paños y sedas. Y esto ocurre porque hay gentes que acapararon las riquezas del planeta y, como estas son finitas, para muchos otros no queda sino pasar hambre y necesidades.

Sería injusto achacarme demagogia por realizar esta observación. Yo no pretendo decir que todos los ricos sean malvados y entre los pobres no haya infames. Es más, la pobreza genera más perversos que la riqueza, ya que quien anda con sus necesidades primarias cubiertas puede filosofar sobre la generosidad y la filantropía, y quien no tiene qué llevarse a la boca, cegado por la injusticia, está más dispuesto al odio y la venganza. Lo que quiero decir es que la responsabilidad de la injusticia y del hambre en el mundo es de los acaparadores. Por mucho que sean buenos padres de familia, y colaboren con organizaciones humanitarias, son responsables del hecho de que algunos se jueguen la vida en pateras, alambradas o huecos de las ruedas de camiones, para huir de la miseria y la injusticia. Y también, claro, de que otros mueran de inanición y sufran guerras y persecuciones.

Admito que la igualdad absoluta es también injusta, pues no recompensa a quién más se esfuerza, pero las desigualdades actuales, incluso en un país como el nuestro, no tienen más sentido que la postura  delictiva de las élites. Admito también que hemos evolucionado mucho y en parte de este planeta maltratado se ha establecido la justicia social, como medio de reparación de ese ignominioso latrocinio. Pero parece que incluso esto ha llegado a su fin con la crisis.

La Historia nos ilustra sobre el proceso de acaparamiento de la riqueza por unas castas sociales. Yo no creo en el salvaje feliz. En la prehistoria, en la época paleolítica de cazadores recolectores, la subsistencia sin duda fue muy dura, pues los peligros eran miles, y la vida una continua lucha; pero la organización social en grupos o clanes pequeños no permitía que unos pocos acaparasen las riquezas. Los mejores cazadores, o las mujeres más hacendosas y procreadoras, tenían sus pequeñas ventajas, buenas hachas de piedra, las más hermosas joyas de concha, pero en sí, el grupo era homogéneo.

Con el neolítico, la agricultura, la sedentarización, la cría de ganado, etc., la propiedad privada, que en principio recompensó a los más hacendosos, por loor de la herencia generó castas de ricos, que quisieron perpetuarse. Esas castas produjeron gobiernos, ejércitos y policías a su servicio. Poco hemos evolucionado hasta nuestros días.

Platón imaginó la sociedad ideal con la división en clases, los trabajadores manuales, los guerreros y los dirigentes, una teoría que expuso en “La República” y que a él le parecía justa. Este experimento se llevó a cabo en la sociedad feudal con sus tres brazos, laboratores, oratores y bellatores. Los primeros mantenían a la comunidad con su trabajo, los segundos la cuidaban espiritualmente y los terceros la defendían. Pero los dos últimos acapararon las riquezas, haciendo que los que les mantenían pasaran crisis de subsistencia. Cuando algunos laboratores alcanzaron la riqueza que les permitió competir con los otros dos brazos, surgió la revolución burguesa, que no consistió en ningún cambio, sino en un reordenamiento, poniendo arriba a los ricos y abajo a los que no tenían casi nada, que eran la mayoría. Con la revolución industrial, nacida en el siglo XVIII, los acaparadores nobles y burgueses se hicieron dueños también de los medios de producción, desnaturalizando el trabajo, pues se apropiaron de la plusvalía.

Llegada la socialdemocracia, pareció que al fin la justicia social se instalaba, acabando relativamente con la pobreza -en los países ricos, claro- y se dio oportunidad a los hijos de los trabajadores para la movilidad social. Podían estudiar, y ocupar los puestos más elevados de la sociedad, si sus méritos se lo permitían y a todos cubría la sanidad y la protección social.

Pero, nuevamente, los privilegiados, los acaparadores, lucharon con denuedo contra esa justicia, pretendiendo que sus vástagos fueran los únicos que pudieran llegar a la cumbre social. Actualmente una ideología lo legitima, el neoliberalismo. ¿Lo mercados regulan? Los mercados instauran la ley de la selva, la ley del más fuerte, y la más fuerte es la casta, que no ceja en perpetuarse y acaparar. Hasta llegar a la desfachatez de robar a manos llenas, creyéndose impunes, con la corrupción aceptada socialmente: “La factura sin IVA, oiga”.

La crisis actual fue inventada por la casta, para incrementar las ganancias de las grandes empresas y empobrecer a las masas, las cuales dejan de tener acceso a la sanidad, a la reparación por dependencia y a la educación. Objetivo: abaratar costes de producción y multiplicar la riqueza de los acaparadores, haciendo desaparecer el Estado. Para ello eliminan a los políticos con ideología, sustituyéndolos por tecnócratas que únicamente deben rendir resultados, como si fuera una empresa. Que cada uno se pague, si puede, aquello que utilice. Pongamos una ministra de Sanidad que deje fuera del sistema a los desfavorecidos, un ministro de Educación que haga pagar por la cultura, que elimine becas, que deje para los pobres las carreras de tres años, porque los hijos de los acaparadores pueden cursar másteres en caras universidades, depauperemos la escuela pública... Implantemos un Gobierno que defienda la riqueza de los bancos, desahuciando a familias para que los inversores tengan dividendos. Resumiendo, la prevalencia de la riqueza privada, sobre el Estado, legitimando a los acaparadores.

Si alguna característica tiene la casta es que está muy preparada intelectualmente para realizar tal plan. ¿Alguien puede decirme que todo esto es fruto de la casualidad? ¿Que no está diseñado?

Que conste que no estoy abogando por el voto a Podemos, al apropiarme su terminología. Más bien estoy a favor de la lucha de clases, a que una ideología firme, clara, y no difusa consiga el poder para los desfavorecidos y así terminar con el criminal reparto de riquezas, para que haya una justicia social real. Pero bienvenido sea un “zas, en toda la boca”, a la casta, venga de donde venga. Y si acabamos por hacer desaparecer a los dos partidos que se repartían el pastel, mejor. Luego los corruptos a la cárcel.

Estamos en un año crucial, nos jugamos nuestro futuro y sólo tenemos una ventaja, ser muchísimos más que los acaparadores. Hagamos que la democracia funcione, no necesitamos más.

viernes, 27 de febrero de 2015

La huella del hombre pisada

“La huella del hombre pisada” es una novela breve, de capítulos muy cortos que enganchan a su lectura, conduciendo al lector de uno en otro sin darse cuenta, como el que come frutos secos. El autor, Rubén Negro, con tan sólo dos libros publicados, tiene ya un estilo personal muy reconocible. Narra en primera persona, con personajes que tienen mucho de él. No es que sean autobiográficos, sino que nos cuentan mucho del autor, ya que están plagados de sus reflexiones. En “La huella…” el protagonista comparte muchos aspectos de lo que, supongo -que no lo sé-, es la biografía real del autor. Aunque los hechos narrados no tengan nada que ver con su vida personal, sí que es muy cierto el marco contextual, las edades de los personajes, su ambiente social, sus ambiciones, sus luchas, sus diversiones... Pienso que una novela debe ser una gran mentira que cuente la verdad y esto Rubén lo ha conseguido.

“La huella…” desgrana la realidad que rodea a una generación de una concreta etapa histórica, adjetivada como Crisis. Como cuenta el autor en sus presentaciones, toda generación ambiciona dejar una huella en la historia, con la que ser reconocidos por generaciones posteriores; pero la generación que buscaba un lugar en la sociedad cuando reventó la burbuja del ladrillo no tiene espacio, no le dejan soñar un futuro. Es como si les hubieran pisado esa huella, tratando de ningunearlos para la Historia. De ahí el título de la novela. Pero no es una novela generacional. En ella hay un retrato muy comprensible por los que no somos de su generación, y el lograr que lectores que tienen poco que ver con “la generación que no quiso ser perdida” puedan meterse su piel es uno de sus logros.


Del argumento es mejor contar lo menos posible, para no sustraer lectores. Aún así explicaré que todo gira en torno a un año crucial para el protagonista -Manuel-, 2013, en el que acaba de cumplir los treinta años. Este año es adjetivado varias veces, y ninguna de forma positiva -frío y mentiroso… año feo (pg. 13), feo y frío (pg. 20) o grisáceo y pantanoso (pg. 61)-. El subjetivismo poético que califica el entorno con el estado de ánimo personal, le debe mucho a ese cambio de década fatídico en el que Manuel se da cuenta de que se ha hecho mayor. Y sería solo eso, si objetivamente las circunstancias externas no fueran tan tristes, feas, mentirosas y frías como las que ha marcado la crisis. La novela cierra un círculo doble. Comienza y concluye con unas onomatopeyas -“crufj, klamp”- y a la vez arranca y termina con el año 2013. Se desarrolla dejando a Manuel a arrastrar su memoria por los cinco años precedentes, desde 2008, que marca el despertar del sueño de la opulencia económica en España, llegando hasta el punto más bajo de la caída sin fondo del 2013, previendo que la caída no iba a detenerse entonces. Coinciden con los años de plenitud del protagonista, que es cuando debe poner en marcha su proyecto de vida, tanto laboral como sentimental, topándose con la cruda realidad de que ya los mileuristas no son los perdedores, de que un contrato fijo y bien pagado es una quimera y de que cada cual intenta nadar en una dirección para no hundirse.

Conoceremos a un puñado de personajes secundarios, Layla, Carla, Marga, Mariano, don Javier… y cómo éstos enfrentan de forma diferente la búsqueda de la dignidad en un contexto social adverso. Layla y Marga representan dos formas diferentes de desafiar el negro futuro, y entre ellas andará Manuel, sin rumbo claro. Las diferentes respuestas, alguna con exilio incluido, marcarán el quiero y no puedo de una generación que se rebela contra la injusticia, porque no quieren ser pisados. Y todo ello sin heroicidades, sin revoluciones políticas, con la cotidianidad y la búsqueda de una salida personal, intentando comprender la injusticia.

Las reflexiones y la forma de relatar los hechos, a manera de confesiones hechas a un diario, nos sumergen en fiestas, resacas, anhelos, trabajos, viajes, miedos cósmicos, búsquedas de sentido a la vida…  Algo que todas las generaciones hemos hecho, aunque en circunstancias diferentes. Tal vez, el haber sido joven en los años ochenta, cuando nació el autor, me acerque a su punto de vista, porque la crisis ochentera, con las reconversiones industriales y el cambio de modelo económico, nos arrastró por barros parecidos de desempleo y negro futuro. Yo me hice las mismas preguntas y tuve los mismos miedos. Sobre todo a las tardes desesperanzadoras de los domingos. Por eso sé que dejarse la piel en la lucha es lo único que nos mantiene la dignidad.

La forma de narrar de Rubén Negro es muy poética y alimenta el disfrute de la lectura. Está plagada de metáforas -“…cuando veo ese edificio de hormigón: hasta el ladrillo se ha vuelto triste”, “los pilares que te sustentan se vienen abajo cuando el mundo está instalado en el cinismo”, “a la mañana siguiente éramos una gran nada con recuerdos perdidos”, “tal vez así lograría que el viento dejase de soplarme melancolías…”-, retratos de la realidad cotidiana -“acabé en una cama dura como un leño, bajándome otra cerveza de marca impronunciable”, “despierto ahora y el sillón me parece una celda”, “ese verano fuimos a la playa, y vimos unos cuantos anocheceres”- y reflexiones filosóficas -“la pregunta de ‘¿Qué somos?’ es un viaje que te puede llevar a la locura”, “¿Es la vida un regalo o es esto el infierno para los que arriba no se comportaron bien?”.


El regusto, entre dulce y amargo, que produce la lectura de “La huella del hombre pisada” es muy recomendable y es lo que me ha movido a realizar en esta entrada una reseña literaria, en las que no suelo prodigarme en este blog. Ánimo Rubén, espero que saques pronto tu prometido “largometraje”.

sábado, 14 de febrero de 2015

San Valentín

Hoy es 14 de febrero y tengo un grave problema con esta fecha. Por un lado es una invención, o más bien una incitación, de la sociedad de consumo para que gastemos dinero. No les importa más que eso, el dinero gastado, y sin vergüenza alguna nos hacen un chantaje emocional. Por otro lado a los que estamos felizmente en pareja el tener un día de referencia para recordarnos lo que sentimos no nos viene mal, por mucho que lo correcto sea celebrarlo todos los días. Confieso que varios años hemos caído en la trampa y hemos pasado por caja, con un regalito. Otros, mejor empleados, lo hemos celebrado con una cena en un restaurante. Este no ha habido nada de eso, pero sí hemos tenido felicitaciones. Me sonroja poner tanta intimidad en la nube, para que lo lea todo aquel que quiera, pero los poetas deben desnudarse en público, o no ser. Yo no soy. No me considero poeta. Quiero ser novelista, que le da una cobertura más dura a mi piel. Aún así he tenido la debilidad de dejar un cajón de versos, donde de vez en cuando guardo uno nuevo. Hace un par de años, cuando mi chica cumplió una cantidad de años redonda, se me ocurrió un regalo que llegó a emocionarla. La escribí un libro de poemas, con uno por cada año que cumplía. De ahí salen estos cinco que ahora doy a conocer públicamente como regalo de San Valentín. Están dedicados, claro, a Mila, ya que le pertenecen.

Acróstico

Me dijeron que naciste
ignorando el mañana,
lo mismo que el mochuelo
aletea en la noche,
guiado por el sonido, en
ausencia de luz.
Raudos se abrieron tus ojos,
cansados ya, aunque vivos, e
iluminaron la cruda realidad.
Ayer aún era posguerra:
Bendito el pan que llega,
la casa que abriga y el
ánimo que consuela.
Zancada a zancada,
que hay que avanzar,
el Tiempo te crece, te
zambulle en la mar.

Me dijeron tus palabras

Soy como esas mañanas
en que apenas luce el sol,
nubladas y algo lluviosas,
con misterio alrededor
-me dijeron tus palabras,
aportándome calor-.

Eres tú como esas tardes,
de verano y con tormenta,
ardiente y relampagueante.
De aguacero persistente,
eres tempestad cambiante,
predecible e imprevista,
presta a beberte la vida
con ímpetu de ciclón.

Con eso tan solo

Escribir un poema es mirar a las cosas,
aprehender su sentido,
captar sus matices,
beber su apariencia.
Con eso tan sólo se escribe un poema.
Con una mirada, directa o forzada,
con un sol brillante, que inunde una cara,
con mar espumoso en un día de playa,
con un día claro y brisa sosegada.
Con eso tan sólo se escribe un poema.
Con una palabra, pequeña o prolongada,
con sólo un pensamiento,
con una idea elaborada.
Con soles y con sombras
que te llenen el alma
y te inviten a trazar lúcidas metáforas.
Con eso tan sólo se escribe un poema.
Con alguien que lo inspire,
que desprenda amor,
como cuando me miras y luego te miro yo,
intercambiando las sonrisas
y bañando los corazones de satisfacción.
Tan sólo con eso se escribe un poema.

Azul

De azul se vistió el mar,
copiando tu color.
De azul se tiñó el cielo,
corriendo tras de ti.
Azul es tu sonrisa,
sabiéndose segura
en labios que iluminan
un rostro azul añil.

De azul se vistió el mar,
lidiando con el cielo,
sabiendo que no puede
contigo competir.
Azul te da primor,
sin saber que tu escondes
belleza aún mayor
dentro del corazón,
que es rojo carmesí.

Sé por qué

No.
No sé.
No sé por qué.
No sé por qué te quiero.
No sé por qué te quiero, amor.
No sé por qué.
Te quiero,
amor.


Sí.     Sí.
Ya sé por qué te quiero.
Sí sé por qué te quiero, amor.
Sí sé por qué te quiero.
Porque querer-
te quiero,
amor.