martes, 28 de enero de 2025

Las chimeneas de Auschwitz


Con motivo del 80 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, se celebró el 27 de enero de 2025 un acto literario titulado «Poesía después de Auschwitz», en el Centro Polivalente Vicente Ferrer, de Ávila, organizado por la Asociación Cámbium.

El acto ha contado con versos propios de Julia Bermejo, José Luis Sánchez Hernando, José María Sanz, Daniel Zazo Gil, Ester Bueno, Julio Collado, Jesús Gascón, Cristóbal Medina, Belén Jiménez, José Manuel Oca y M. Rafael Sánchez. Además, se leyeron poemas de autores cuyo testimonio literario se erigió frente a la barbarie, como Primo Levi, superviviente y cronista del Holocausto; Paul Celan, autor del desgarrador poema Fuga de muerte; y Papusza, la poetisa gitana que documentó las vivencias de su comunidad durante la Segunda Guerra Mundial. Estos versos fueron recitados por Javier Yuste, Mateo Varas, Victoria Nedyakova, Emma García, Sara Gómez, Magali Parra, Marta Rodríguez y Pilar Rodríguez.

Entre los poemas, y mezclada con los recuerdos de sus padres, sonó la música a cargo de Jan Bliek: The iron age, Bob Marley o el Imagine de John Lennon.


Este es mi poema creado para la ocasión:


Las chimeneas de Auschwitz


Al recibirnos,

nos dijeron que no éramos

seres humanos,

que éramos números

y que de Auschwitz solo se salía

por las chimeneas,

en forma de humo.

 

Mas, número no soy,

aunque una cifra me hayan tatuado.

Soy carne de la familia

de la que me acaban de separar.

Soy sangre de la estirpe

que pecó contra Dios.

 

Dicen que debemos ducharnos

para sacar los piojos y,

en una inmensa nave,

nos encierran como a reses.

Se llevan nuestra ropa

y quedan expuestos los huesos,

a través de la piel.

 

No hay ventanas.

Esperamos la luz.

Las duchas son veneros secos.

Esperamos el agua.

Se cierran las puertas.

Esperamos misericordia.

 

Tras solo unos minutos

se desvela el misterio:

la pared abre oquedades

que expelen gas,

hálito de muerte.

 

Entonces comprendo

y contengo el aliento,

para ahogarme

en mis propios átomos

y así no envenenarme

con ponzoña de laboratorio.

 

Mi vida pasa por mi mente,

desde el día en el que reí,

hasta este momento

de vértigo

en el que me ahogo.

 

Las chimeneas no respiran.

Exhalan, pero no inhalan,

expiran, pero no inspiran.

Las chimeneas liberan partículas,

restos de cuerpos quemados,

restos de sangre hervida,

restos de alma y de vida.

Vida que un día nació,

vida que por vivir luchó,

vida que en ocasiones enfermó

y otras tantas veces sanó,

pero que un día dejó

de soñar con vivir.

 

Me liberé, al fin,

ya soy libre:

soy humo.

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