La fe puede servir para diversas funciones, como huir del miedo a la
muerte o simplemente para asegurar una ideología compleja que es indemostrable.
Cuando no podemos saber la verdad, creemos a ciegas. Eso es la fe.
Está claro -para mí lo está- que la fe es simple y llanamente un acto
de la voluntad, pues creemos lo que queremos creer y no porque sea verdad
evidente, sino al contrario, porque no podemos certificar su autenticidad. Si
somos conscientes de ello y lo relativizamos respetando que los demás puedan
creer otra cosa, pues entonces no pasa nada, podremos convivir y esto se llama
democracia, ya que ésta consiste en aceptar las opiniones de los demás. Luego
realizarán la labor de gobierno aquellos que sus opiniones logren el consenso
mayoritario y se vean refrendadas a través de los votos. Es el juego político.
Y yo me pregunto: ¿Hay demócratas en España? Por supuesto y de todas
las creencias, o fes, tanto de izquierdas como de derechas. El problema es que
hay muchos otros que no lo son y que tan
solo aceptan la democracia cuando gobiernan los suyos y se oponen
vehementemente a aquellos equivocados, malintencionados, idiotas, ignorantes,
tarados, criminales, malhechores, delincuentes… que opinan diferente. Así entramos
en el reino de la intransigencia, que es el opuesto a la democracia.
Recuerdo una película americana -agradecería que algún cinéfilo me
apuntara cuál es- en la que un personaje decía algo parecido a esto: “No estoy
en absoluto de acuerdo con usted, pero moriría por defender su derecho a opinar así”. Eso es democracia,
lo demás, no.
Intransigentes fueron, o lo son, el régimen nazi, el ISIS o Estado
Islámico, el régimen de Maduro en Venezuela, las monarquías árabes actuales, el
golpe de estado criminal de 1936 en España denominado “Alzamiento Nacional”, el
franquismo posterior, la Inquisición, el comunismo de Stalin…
Dentro de la intransigencia y contrarios a todo sentimiento democrático
debemos enmarcar también a todos los nacionalismos, por ejemplo el español y el
catalán, que aún propugnan ideas sagradas, y por tanto las convierten en
cuestiones de fe, es decir artificiales y no probadas, sin importarles falsear
en su favor la Historia. Estas ideas consagradas son la indivisibilidad de la
patria, el “somos mejores”, los valores superiores de la nación, el “España nos
roba”, el “si queréis la independencia marchaos, pero marchaos fuera de la península que
es nuestra”… (nuevamente puntos suspensivos). El hacer sagrada una creencia no
hay racionalismo que lo soporte.
Los estados no son creaciones divinas indivisibles e inmutables, sino
el resultado del devenir de la historia, y tan solo las guerras de los reyes
absolutistas con ideas patrimoniales de sus estados, y los azares de unas
victorias en lugar de otras, son las que han conformado los países. Nuestro
país en concreto. Eso explica que en la misma península Cataluña sea parte de
España y Portugal no, ya que podría haber acontecido al revés. Al que quiera
explicarlo porque lo quiso Dios así, tan solo se lo puede rebatir el que cree
que Dios no lo quiso así. Y de ahí al enfrentamiento.
La democracia, nace de abajo hacia arriba, es el pueblo el que elige a sus
dirigentes y su forma de Estado. Y esto no es una creencia, no es fe, es parte
de la definición de democracia. Cuando existe un problema palpable para un Estado,
como es la desafección de Cataluña en España, el único remedio que queda es
preguntarles, dejarlos que hablen, que digan uno por uno qué es lo que quieren.
Y que lo digan aquellos que quieran, porque en democracia también está el
derecho de no opinar. Y una vez que hablen, se debe llevar a cabo lo que
decidan. Eso es lo que hacen países demócratas como el Reino Unido con Escocia
o Canadá con Quebec. Si no les dejamos decidir crecerá el sentimiento
independentista sin medida. Negarles el derecho de decidir qué quieren ser no
les lleva más que a enrocarse en su posición y eso conduce al extremismo, al
enfrentamiento, a la guerra, a la muerte y al sufrimiento. Y no exagero, ahí
tenemos el ejemplo reciente, y en esta Europa, de los Balcanes.
Si declaran la independencia unilateral los catalanes, ¿les vamos a
invadir? ¿Enviamos a nuestros hijos a matar catalanes? -es que yo estoy mayor ya
para ser soldadito-.
La sangre de mis hijos vale mucho más eso.
Ni una gota de sangre más por una maldita idea sagrada, por la fe de
unos tarados que quieren arrastrar a los demás con sus soflamas basadas en
creencias sacrosantas. Como dijo mi admirado Julio Anguita: “Malditas todas las
guerras y los canallas que las fomentan”…
Después de leerte esta mañana, se me quedó el tema flotando en la cabeza, y la mejor manera que conozco de ajustar cuentas y lograr la paz mental es escribir. Me salió esto
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