viernes, 12 de febrero de 2016

Ojalá España quede la última en Eurovisión

Confieso que no soy seguidor de Eurovisión, pero también confieso que lo he visto varios años. Y, en las votaciones, me enojaba el pensar que la puntuación de España estaba siempre por debajo de la calidad de sus representantes. Pero este año deseo con todas mis fuerzas que España quede en la peor posición posible. Con cero puntos prometo abrir una botella de cava.


Este es un falso festival, porque no se premia la calidad, ni siquiera las preferencias de los televidentes, por más que varias de las canciones que han salido de allí sean pegadizas y hayan triunfado posteriormente. Ya sabemos que los ganadores se deciden con las votaciones del público, pero ¿quién se gasta su dinero altruistamente para expresar, a su juicio, cual es la mejor canción? Nadie. La gente hace su llamada telefónica porque quiere ver ganador a su país, si vive en el extranjero, o para llevar el ascua a su sardina según la región en la que viva. Todo política, que decía mi padre. Así los países bálticos se votan entre sí, al igual que los nórdicos, etc. Luego está la injusticia de que los representantes de las televisiones que ponen por delante la pasta, una pasta gansa, no están obligados a pasar la primera fase de eliminación, por lo que después el resto de países les ningunea como represalia. Y ahí suelen estar Alemania, Reino Unido, Francia o España, copando los últimos puestos. Siempre, salvo excepciones.

Lo único positivo de esta competición, que es una feria de muestras internacional, es que España siempre concursaba en idioma Castellano, incluso a pesar del Europe's living a celebration de Rosa o el Dancing in the Rain de Ruth Lorenzo. Una opción inexplorada hubiera sido que cantasen en otro idioma español, como el Euskera, el Catalán o el Gallego. Así se reivindicaría nuestra cultura en un foro en el que, a pesar de no tener opciones de ganar, al menos nos dejamos ver. Pero no, antes que enviar una hermosa balada en euskera, una cançó catalana o una gaita gallega, vamos a enviar una mierda en Inglés. Por primera vez en sesenta años de historia.

Sí, ya sé que se argumentará que es lo que ha elegido el público, pero eso no es cierto, el público elige entre lo que le ofertan, porque bien que se cuidan de que no vuelvan a repetirse fenómenos como John Cobra o Chikilicuatre.

El Inglés acabará por uniformarnos a todos culturalmente, como ya nos está igualando en el resto de los aspectos de la vida. En el consumo, en el trabajo, los estudios, etc. De esta catástrofe tan sólo sobrevivirán lenguas “importantes” como la francesa.

Los franceses aún aman su cultura y luchan como tigres para que se respete.  Ellos crearon y fomentan la francofonía, una red de países unidos por el vínculo de la lengua. Cualquier evento internacional suele tener el idioma francés como segundo oficial, tanto Eurovisión (guan poin, an puan), como en la Comunidad Europea, o en las Olimpiadas. Y, en caso de que haya un tercer idioma oficial, estará el alemán, el italiano, el chino o el ruso, pero nunca el Castellano, a pesar de ser el tercer idioma más hablado del Mundo, por detrás únicamente del Chino Mandarín y del Inglés.

No entiendo a la juventud de ahora, que no concibe la música si no es en Inglés, en mi generación la música más vanguardista -me estoy refiriendo a los años ochenta- se hacía en el idioma propio, sin complejos. Desde el Punk, al Rock, pasando por la balada (Barón Rojo, Kaka de Luxe, Triana, Los Secretos, Radio Futura...).

Eurovisión es otra cosa, no es un lugar donde te vayan a premiar por estar en la onda, así que lo único digno que podíamos pretender era reivindicar nuestra cultura. O tener la osadía de reírnos en su cara, como cuando fue Chikilicuatre y sacó mejor puntuación que muchos de los intérpretes “de calidad”. Ese año sí que me sentí orgulloso de nuestra participación.

No me queda más que desear este año la peor de las suertes a España y suplico a todos los exiliados forzosos que añoráis vuestro país, del que habéis sido expulsados con alevosía, que no votéis a la representante española. La cual no sé quién es, ni me voy a molestar en averiguarlo, como tampoco voy a mirar qué día lo pasarán por televisión. Lo que sí sé es que el sábado que me lo encuentre entre la programación, buscaré cualquier otra cosa que ver. O apagaré la tele.

En fin, ojalá pierda España, para que este experimento vergonzante no vuelva a repetirse.

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