La metáfora del título quiere hacer referencia a los
elementos materiales con los que se fabrican las obras artísticas. No es algo
tan sencillo como a simple vista parece: ¿La literatura precisa de la
escritura? Si me respondes que sí, entonces te repregunto ¿dónde dejamos pues
la literatura oral? Recordemos que cuando la Biblia se puso negro sobre blanco,
fue tratando de fijar unos textos que llevaban siglos existiendo sin base
material. ¿Durante esos siglos no era literatura? Otro ejemplo similar es el
romancero medieval. En cuanto a otras artes, ¿la pintura debe ser “pintura”
sobre un soporte liso? ¿Las perfomances
son escultura?
Aquí lo que me interesa es precisar con qué materiales podemos
realizar las narraciones gráficas, los tebeos. ¿Deben ser dibujos y estar impresos
en libros o revistas? Si la respuesta fuera sí, no tendría sentido dedicar más
tiempo al asunto. Pero, claro, la respuesta es no.
Yo creo que la historia de la narrativa gráfica hoy en día
está un poco más clara, pero aún hay quien insiste en que genuinamente esta
forma de expresión no apareció hasta finales del siglo XIX, cuando la prensa
norteamericana quiso atraerse a las masas de inmigrantes iletrados para vender periódicos
contándoles historietas con dibujos, que no precisaban un conocimiento elevado
del idioma. Las llamaron comic strip.
Empezaron desde entonces a ser conscientes de que los dibujos
podían contar cosas si se disponían en secuencias sucesivas y descubrieron
además que hablaban si se añadía texto escrito y “sonaban” con las
onomatopeyas. Creyeron haber descubierto algo nuevo, pero todo eso
anteriormente se había realizado de una manera inadvertida y camuflada en otros
lenguajes plásticos, por lo que la prensa norteamericana no inventó ni la
sucesión de escenas coherentes, ni los bocadillos, ni las viñetas, ni las
líneas cinéticas.
Una narración gráfica no consiste en la agrupación del
diálogo y la imagen en un solo cuadro, sino en una sucesión coherente de
imágenes que tengan intención narrativa, a la que se le pueden añadir, o no,
para que gane expresividad, el diálogo en bocadillos y otros convencionalismos.
No es preciso que esté impreso en un libro o revista y ni siquiera se necesita
que sea un dibujo, puede ser un montaje fotográfico, un bajorrelieve o un
tapiz.
Sí, he hablado de bajorrelieve, que no es escultura, sino
pintura.
El lenguaje escultórico se basa en la forma espacial, su
esencia son las tres dimensiones; una escultura debe poder recorrerse, rodeando
la obra al menos en parte, con lo cual cambia, en mayor o menor medida, la
impresión obtenida con distintos puntos de vista. Pero un bajorrelieve está
creado para ser observado desde un único punto de vista, al igual que una
pintura. La escultura comparte su característica tridimensional con la
arquitectura únicamente. La piedra de un sarcófago paleocristiano, el bronce
del contrachapado de una puerta renacentista o la madera de la sillería del
coro de una catedral española pretenden valores pictóricos no volumétricos. Ahí
va un ejemplo evidente: Las Puertas del
Paraíso del Baptisterio de la Catedral de Florencia, realizadas
magistralmente por Ghiberti, “dibujan” escenas bíblicas observables como si
fueran pinturas, no esculturas. Por tanto los bajorrelieves no debieran
catalogarse como esculturas, porque su esencia es diferente, ya que no son más
que obra pictórica realizada con cincel.
El volumen que posee una de estas
realizaciones no lo tiene para ocupar tridimensionalmente el espacio, sino para
dibujar con la luz, a base de claroscuros y texturas, lo que se quiere
representar. Si no, dónde estaría la frontera entre el bajorrelieve y la pintura matérica del siglo XX, que
pegaba en los lienzos telas, arena y el más diverso material con volumen, para
lograr composiciones abstractas, que no dejan de ser pictóricas a pesar de
crear sombras sobre el cuadro por su resalte. Otro ejemplo, cuando se inventó
la escritura, hace unos cinco mil años en Mesopotamia, se escribía en unas
tablillas de madera recubiertas de arcilla y se hacía con un punzón que trazaba
un surco, con relieve naturalmente, siendo la luz a través de los claroscuros
que producía sobre la arcilla la que les permitía leer los textos. ¿Es esto
escultura o escritura?
Quienes consideran que la Narrativa gráfica nació en 1896,
como mucho aceptan que todo lo anterior a esa fecha no es más que
protohistoria, unos precedentes que quieren ser aunque no pueden. Pero eso no es
cierto, no se puede estar casi embarazada, o se está o no se está. Si la
narración gráfica consiste en una secuencia coherente de imágenes plásticas que cuenten una historia literaria, se necesita una revisión de la Historia del
Arte desde nuevas perspectivas, sin prejuicios en cuanto a los materiales en
que esté realizada. Esta revisión con nuevos ojos debería hacerse a pie de obra, observando en su
extensión completa el planteamiento que hicieron los autores y si ésta era
meramente plástica o intentaban narrar algo acumulando imágenes.
Esto quedará perfectamente ilustrado con el siguiente
ejemplo. Entrando por la puerta oeste de la magnífica basílica de San Vicente,
en la ciudad de Ávila, levantada entre los siglos XII y XIV, veremos varias
representaciones escultóricas. Por encima del espléndido parteluz, dedicado a
la figura de Cristo, y de las jambas con imágenes de apóstoles, está el tímpano
con una representación gráfica que no puede ser entendida más que como un tebeo
medieval.
La historia se narra con dos secuencias y el tema, de sobra
conocido por la gente de la época, es la parábola de Lázaro y el rico Epulón. Cuenta esta parábola como un hombre pobre,
llamado Lázaro y que estaba cubierto de llagas que los perros lamían por compasión,
estaba sentado al pie de la mesa donde el rico Epulón se daba un ostentoso
banquete, pretendiendo comer de lo que cayera al suelo. Esto es lo que se
representa fielmente en la primera escena. La segunda imagen cierra la historia
escenificando la muerte de ambos personajes, que tendrán destinos diferentes,
el rico es enterrado con todo lujo, pero le esperan los tormentos del infierno,
y el pobre está rodeado de ángeles, pues vivirá eternamente en la Gloria. Si
desgajamos una escena de la otra no tendremos nada, porque nada significa cada
secuencia por separado, y si las leemos en desorden dificultaríamos su
comprensión, ya que rompemos la lógica de la narración. Pero una Historia del
Arte al uso resaltaría los valores naturalistas de la “escultura” románica
tardía y nos daría la fotografía de una sola de las secuencias, la que le
pareciera más expresiva al descuartizador de turno. Por ello, si no la
hubiéramos visto in situ, nunca hubiéramos conocido la verdadera
intención del artista, o de quien le encargó el trabajo.
Y no podemos dejar este ejemplo, sin entrar en la basílica mencionada, ya que dentro está otra magnífica narración gráfica, que será la
Recomendación: Cenotafio de los mártires Vicente, Sabina y
Cristeta, Basílica de San Vicente, Ávila
Es una de las
mejores realizaciones escultóricas de todo el Románico español, que cuenta con
un excelente pantocrátor, pero que también incorpora una narración gráfica en
bajorrelieve, la cual con una restauración, realizada en 2007, ha recuperado
una lujosa policromía que le hace asemejarse aún más a nuestros tebeos. Las
escenas, separadas por un marco arquitectónico van contando la leyenda de
Vicente, joven encarcelado por el prefecto Daciano a comienzos del siglo IV en
Ébora, la actual Talavera de la Reina, para hacerle renegar de su fe cristiana.
Logró huir con la ayuda de sus hermanas, Sabina y Cristeta y, huyendo, llegaron
los tres a Ávila donde fueron alcanzados por las tropas romanas y aquí fueron
martirizados. Un judío, que observó el martirio, se burló de las víctimas que
habían sido tiradas a las afueras de la ciudad, en una pendiente donde se
arrojaban las basuras. Cuando iba a profanar los cadáveres surgió una gran serpiente que estuvo a punto de
matarlo. “Naturalmente” el judío se arrepintió de su acción, se convirtió al
cristianismo y construyó una primera iglesia de la que aún quedan restos bajo
la actual basílica. Hoy podemos observar la belleza de las imágenes que nos
relatan esta leyenda sin necesidad de añadidos textuales, en un incipiente naturalismo
que caracteriza la transición al Gótico. Y queda apuntar algo extraordinario:
un intelectual de contrastado prestigio internacional, como Umberto Eco, que
además es un experto en lenguajes icónicos y lector confeso de narraciones
gráficas, ha dejado dicho de este magnífico cenotafio que es la primera muestra
de cómic europeo. A un abulense, como yo, le enorgullece una afirmación de tal
calado, aunque en el fondo no la comparta, ya que existen ejemplos de tebeos
anteriores, pero, sin lugar a dudas, sí se trata de una de las narraciones
gráficas más brillantes de la Historia Universal.
Y yo que soy de Cardeñosa y creo que no lo he visto detenidamente nunca. Me moverá el escogido elogio de Umberto Eco, la próxima vez que tenga ocasión. (Aunque pasados los cincuenta observo que uno se propone muchas cosas sencillas que no llega a cumplir)
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