viernes, 9 de octubre de 2015

La "Fiesta del Encuentro"

Somos gilipollas. Bobos de remate y sin remedio. Papanatas que nos tragamos las consignas sin darles la posibilidad de la duda. Ignorantes que no conocemos la Historia y que despreciamos a nuestros antepasados directos…


Me refiero a nosotros, a los castellanos, y a lo que ocurre año tras año con el 12 de octubre. Aproximándose esta fecha no dejan de correr por las redes cuestionamientos negativos de lo que celebramos, o podríamos dejar de celebrar. 

Si América la hubieran descubierto los franceses, ahora sería la fecha más importante de la Historia de la Humanidad, pues para muestra está el cómo consideran al 14 de julio, fecha de la Toma de la Bastilla que dio inicio a la sangrienta Revolución de los burgueses contra la aristocracia, que llenó Europa de terror con las consiguientes guerras napoleónicas. Pero ellos se sienten orgullosos y destacan el lado positivo, el derrumbe del injusto y criminal Antiguo Régimen. Si América la hubieran descubierto los franceses, ingleses, italianos, alemanes, o los mismos catalanes, el 12 de octubre contaría como la fecha más destacada de su calendario. No me cabe la menor duda.

Yo me opongo, como no podía ser menos, a toda conquista de pueblos menos desarrollados. Me opongo a las guerras en general y a las matanzas en particular, sea cual sea la época histórica en que se llevaron a cabo. Pero esta es una visión actual, que sería injusto trasladar a hace quinientos años. Así no podemos juzgar ahora lo que hicieron los romanos para construir su imperio europeo con nuestras premisas morales, las cuales tan sólo nos sirven para denostar a los horrores de nuestros días, como la Segunda Guerra Mundial, el Estado Islámico, la política racista del Estado de Israel, el terrorismo de Boko Haram, etc.

Hecha esta salvedad, la conquista de América por Castilla…

Debo aclarar algo antes de continuar. Me estoy refiriendo a Castilla y no a España, ya que en el siglo XVI España no existía como entidad política, sino geográfica. España nació entre 1707 y 1715 con los Decretos de Nueva Planta de Felipe V. Antes lo que había eran distintos países, con distintos parlamentos, distintas leyes, distintas costumbres, distintas lenguas y distintas políticas, que tan sólo mantenían comunes unos reyes que consideraban sus tierras como patrimonio personal.

Continúo, la conquista de América por Castilla podemos verla como lo que fue en realidad: UN ENCUENTRO. Encuentro entre unas gentes que habían vivido en el desconocimiento mutuo y que se enriquecieron tanto culturalmente como moralmente con este contacto.

Que sí, que hubo mucha violencia, aunque no tanta como se cuenta, que sí que hubo destrucción y masacres y que todo esto que existió no me proporciona ningún orgullo, sino razones para denostarlo. Pero también que la conquista de América por Castilla es más comparable a la Conquista de Hispania por Roma, la cual se realizó a sangre y fuego, destruyendo todos los castros donde vivían los indígenas, obligándolos a bajar a poblar los valles, donde les tendrían más controlados, acabando con su cultura, con su lengua, con su religión y con muchísimas de sus vidas. Otros ejemplos no me faltan, pero no puedo extenderme, aunque citaré algunos. Los ingleses exterminaron y robaron sus tierras a los siux, Alejandro Magno llevó sus guerras a todo el Mundo conocido, los godos destruyeron el Imperio Romano e, incluso, los espartanos veían bien arrojar por un acantilado a sus primogénitos. A nosotros nos horroriza, pero los contemporáneos entendían de otra forma la cruel realidad.


Sepámoslo de una vez, no solo fueron crueles los castellanos, pues los aztecas por ejemplo les quintuplicaban en crueldad. Su religión les pedía sacrificios humanos diarios para que el sol no interrumpiera su periplo por los cielos. No me resisto dejar de iluminarlo con algún ejemplo.

En la fiesta de inauguración del Templo Mayor de Tenochtitlán, la capital del Imperio Mexica, sólo cuarenta años antes de la llegada de Cortés, sacrificaron en un par de días a decenas de miles de prisioneros. La cola de los mártires cruzaba la enorme ciudad lacustre y salía por una de las calzadas, que contaba dos leguas de longitud. El sacrificio ritual, llevado a cabo todos los días en todas las ciudades, consistía en dar un hachazo con un cuchillo de sílex en el pecho de la víctima y arrancarle el corazón hábilmente, antes de que la víctima perdiera la consciencia. Esa consciencia a veces se la disminuían caritativamente dándoles a comer unas setas tóxicas. Otras veces no. Inmediatamente les cortaban brazos  y piernas, que eran comidas por los presentes de forma ritual. El cuerpo era arrojado por los escalones de sus macabras pirámides, en lo alto de las cuales tenían los templos. La cabeza se clavaba en unas varas. Además de los crueles sacrificios humanos, las brutalidades no tenían límite alguno. En otros ritos despellejaban a las víctimas y vestían sus pieles los sacerdotes antes de que se endurecieran. A esas pieles tan sólo les quitaban cabeza, manos y pies, para poder calzarlas como si fueran vestidos. La quema en hogueras, como nuestra Inquisición, tampoco les era desconocida, al igual que tampoco el servilismo y el esclavismo. Sus sacerdotes continuamente se hacían cortes en orejas, piernas y pene para asperger con su sangre los templos. El sacrificio de los niños era cosa corriente. En la Casa de las Aves, que era una especie de zoológico que estaba al lado del palacio de Axayácatl, donde se estableció Cortés, tenían todo tipo de animales salvajes y aves para su exhibición, además de humanos deformes, enanos, obesos mórbidos, disminuidos físicos, psíquicos…, que eran alimentados y cuidados para mostrarlos como monstruosidades

No quiero poner el ventilador para repartir la mierda, tan solo pretendo que se me entienda cuando alego que no podemos juzgar mentalidades pasadas con la nuestra, la cual, afortunadamente es infinitamente mejor. Lo que sí que podemos es poner en la balanza todo lo positivo que hicieron nuestros antepasados, que fue mucho. Los intelectuales castellanos del siglo XVI, que los había y muy buenos, enseguida se plantearon la moralidad de la conquista y trabajaron duramente para sacar conclusiones que claramente defendieron a los conquistados. Muy pronto los gobernantes prohibieron a los encomenderos servirse del trabajo obligado, o mita, y la misma esclavización de los indígenas, razón por la que tuvieron que importar negros de África, que era algo más aceptado en Europa, esa que nos critica nuestra infame conquista. Francisco de Vitoria con Juan Ginés de Sepúlveda, importantes intelectuales de la época, polemizaron públicamente sobre eran cuáles eran justos títulos para la conquista de América y cuales injustos. El dominico Bartolomé de las Casas elevó sus informes al rey en defensa de los conquistados. El leonés fray Bernardino de Sahagún defendió a los indígenas, además de estudiar y potenciar su cultura y lengua. El zamorano Toribio de Benavente, nombrado Motolinía o pobrecito, se dedicó en cuerpo y alma a los pobres.

Lo cierto es que tras las guerras de conquista, mucho más breves que lo que podamos pensar -para el país mexicano bastaron dos años-, lo que hubo fue paz larga y duradera. Las tensiones se volvieron entonces entre pobres y ricos, como en resto del mundo de aquella época y aún de la nuestra. El resultado, pues, es que los pueblos indígenas abandonaron sus prácticas crueles, evolucionaron en positivo y adoptaron una lengua y una religión muy superior a la suya -y esto lo dice un agnóstico-. Y lo hicieron con una rapidez asombrosa. Hoy en día, debemos felicitarnos porque la lengua, por ejemplo, de los aztecas, el Náhual, sea una lengua viva, que no se haya extinguido como las lenguas celtíberas de la península ibérica. Nos alegramos que conserven muchas de sus fiestas y costumbres, y que hayan aportado a nuestra cultura común tanta riqueza de intelectuales y literatos.

Lo importante de todo esto, no son los gobiernos e imperios que se enfrentaron en una lucha desigual, sino los pueblos que se encontraron. Desde la democracia y la igualdad no debemos pretender jamás ser la “Madre patria”, sino unos hermanos que nos alegramos de su desarrollo y de sus triunfos. Esta fiesta, a la que yo no llamaría de la Hispanidad, sino del Encuentro, significa compartir con otros pueblos, que llenan casi un continente, una lengua y una cultura. Y tener una relación privilegiada con ellos, que tan solo puede enriquecer a ambas partes. Yo me siento orgulloso de que fueran los castellanos los protagonistas de este encuentro, porque soy su descendiente de la misma forma que también lo son ellos, y esto es lo que celebro el 12 de octubre y que ningún ignorante me va a amargar.

Esta foto me la hice en Barcelona el 12 de octubre del año pasado

1 comentario:

  1. Yo también creo que la gente de nuestra edad no podemos hacer una buena fiesta sin cantar rancheras, boleros o tangos, o Víctor Jara o Silvio Rodríguez y que ellos disfrutan igual de sí mismos: un caribeño con uno de Buenos Aires Un venezolano con un araucano, que, sin nuestro "nefasto" imperio no se entenderían, ni disfrutarían tampoco de lo nuestro de acá como lo hacen de la copla o de Joaquín Sabina o de la zarzuela. Y es maravilloso porque lo hacemos en el mismo idioma que es materno y no aprendido, que ya es más suyo que nuestro, que todos enriquecemos y en el que pueden entenderse un quechua o un aymara, con una tribu mejicana, maya (no sé si alguien habla maya) para maldecirnos en español con carteles como el que has puesto.
    Nos hemos dado y nos seguiremos dando mucho arte y mucha alegría interoceánica, y eso es para celebrarlo.

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