domingo, 1 de septiembre de 2013

Sólo hay nacer y morir...

He recibido de mi primera entrada alguna crítica en el sentido de que no compartían mi punto de vista. En la vida hay muchas cosas interesantes y muchas por las que luchar. Esto yo también lo pienso y así lo dejé escrito. No obstante mi única intención era relativizar la importancia de lo demás, incidiendo en lo fundamental: Somos mortales.

En cualquier caso, que cada uno lo entienda a su manera, yo no quiero sentar cátedra y sé que estaré equivocado en muchas de las cosas que opinaré en estas líneas. No me importa, tengo asumido desde hace años que baso mis seguridades personales en la duda. Si dudar es de sabios, debo colgarme esa medalla, pero como dudo también que yo sea un sabio, así no quedo como pretencioso –más bien tengo la sospecha de que no lo soy, sabio quiero decir.

Lo que sí quería aclarar en esta entrada es otro asunto que me preocupa más. La anterior tiene el mismo título que mi novela “Lo demás es cosa vana” –de próxima publicación, ya iré informando, pero adelanto su portada– y con el contenido de lo escrito podría sacarse una conclusión errónea en torno a ella. Quisiera desfacer ese entuerto, dando unas pinceladas sobre su temática, sin desvelar el argumento.


Lo demás es cosa vana es una novela, llamémosle ligera, de puro entretenimiento y creo que optimista. El hecho de calificarla como ligera no quiere decir que no sea seria, pues me la he tomado con todo el rigor necesario como para que pueda tener varios niveles de lectura e interesar tanto al que sólo busque regocijo como a aquellos otros que quieran ahondar un poco más, bien asomándose a un marco histórico apasionante, como planteándose dilemas morales e incluso filosóficos. Y quien quiera explorar mis recursos literarios, allá él, me cubriré de un escudo que me impida sufrir con las críticas.

La novela gira en torno a un gran viaje, donde las etapas no intentan marcar el relato y no son equitativas, pues cada lugar tiene una importancia diferente. Destacan sobre los demás dos paisajes, el de la ciudad de Ávila en los años en los que está saliendo del Medievo y el de la ciudad de México-Tenochtitlán en el ocaso inesperado de lo que era un imperio incipiente. Aunque el rigor histórico se mantiene, el interés se centra en los personajes, protagonistas y secundarios, a los que he querido dotar de una personalidad y unos intereses concretos, con los que nos podemos identificar las gentes de nuestro tiempo.

El tono es el de una novela de aventuras, con sus dosis de tramas truculentas y con un humor que entronca con la picaresca de la literatura del Siglo de Oro español, todo enredado en un argumento de romance amoroso, sin dejar atrás sus dosis de tragedia y horror. Yo no quiero clasificarla en un género concreto, que sean otros quiénes lo hagan con su sabiduría.

Espero haber “vendido” bien  mi novela y que al lector le resulte ameno seguir estas aventuras y pase unos buenos ratos de lectura. Ese ha sido mi propósito al escribirla. Os adelanto que saldrá para octubre.

Termino con el texto de la contraportada, que indica de otra forma el contenido del libro:

En la España de principios del siglo XVI, las pasiones se desatan de forma violenta en una pequeña ciudad castellana y los protagonistas inician un apasionante viaje a las más lejanas tierras de un mundo que había dejado de ser plano en el imaginario popular, llegando a ser testigos del estrepitoso derrumbe de uno de los más poderosos y enigmáticos imperios que ha producido la Historia de la Humanidad. Un relato lleno de aventura, amor, intriga y salpicado de toques de humor.


4 comentarios:

  1. La novela promete ¿qué podía decir un padre? Envidio tu situación con un libro a punto de salir al mundo. Me retrotrae a la esperanza que fue, y para mí ha cumplido con creces lo prometido, el embarazo que dio lugar a mi hija.
    Supongo que cuanto más sentimiento comprometió uno en el empeño más frágil y temeroso ha de sentirse, ahora que empezará a correr su vida bajo las miradas extrañas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El traer al mundo un hijo (tengo dos) es algo infinitamente más satisfactorio que publicar un libro, pero cuando uno peina canas -pocas ya por la escasez de pelo- ha de buscar satisfacciones más mundanas. Espero que la ilusión que he puesto en escribirlo no se rompa con las miradas extrañas. Gracias por el comentario.

      Eliminar
  2. José Ángel M.M.
    Perdona que yo te haga una corrección, me explico, el pasado e inolvidable día siete de tu nueva era, durante la presentación de la novela, y al hilo de “ruegos y preguntas”, una mujer a la que no pudimos oír con precisión y ver con dificultad. Pese a que a ninguno de los presentes se nos borrará de la mente, los paseos que daba al micro por los al derredores de su cabeza, porque no podíamos oírla como hubiéramos querido. Me pareció entender, por la que respondió Serafín, que te preguntaba sobre tu origen, o tu sangre, que te habían inducido o no a escribir sobre las tres culturas de las que hablas en la novela.
    Pues bien, no andaba tan lejos. Si observas tus apellidos, que son los míos, la palabra Medina viene del moro, y significa ciudad. No te lo digo porque no lo sepas, si no para justificar mi tesis. La madre de papá se llamaba Aurelia Garrido Neff, nombre alemán, que si bien no puedo confirmarte que sea judío, puedo aplicar esa misma regla, para poner en duda que no lo fuera. Vino como experto o especialista en mías, antes de la primera guerra mundial, ¿Quien sabe su origen? Podía ser perfectamente judío, asentado y comerciante. Por último el padre de papá, que se llamaba como tú, pero tenía por segundo apellido Ponce de león, de castellano viejo y si no estoy mal informado anduvo por las Américas dando hostias a los indios.
    Resumo, Medina, Neff y Ponce de León llevamos en la sangre, pero no en la mente, somos de Ávila, porque el burro es de donde pace y no de donde nace, y nosotros somos un zumo de varias culturas, que todas han pacido en un lugar diferente. Pero los genes que no pacen, ni se ven, pueden haberte hecho una mala jugada y aflorar en ti sobre lo tus escritos, sin que tú lo supieras o te dieras cuenta.
    En fin, esto es solamente para felicitarte sobre tu éxito de convocatoria, el cual me asusto y no salí a hacer fotos como me hubiera gustado hacer. Bueno alguna si ya me conoces, pero menos de quinientas, fíjate que desmoralización. Lo dicho muchas felicidades y que tengas mucho éxito con la novela, un abrazo PP.

    ResponderEliminar
  3. Hola, PP. En primer lugar agradecerte dejar aquí tus palabras y felicitaciones. En segundo hacerte unas apreciaciones. En nuestros días pocos pueden decir de la pureza de su sangre y si son judíos, moros o cristianos de ascendencia, pero eso, creo, no lo denuncian los apellidos, ya que por ocultar esos mismos orígenes la gente se cambiaba de apellidos. El Medina hace referencia, como muchos otros apellidos a topónimos o gentilicios. Medina del Campo, Medinaceli, Medina de Rioseco, etc. La palabra es árabe sin duda, pero no creo que lo sea su procedencia. El Apellido alemán, Neff, y otros que también tenía la abuela como Reine y Seine se deben a su origen. En el siglo XVIII, Pablo de Olavide, llevó a cabo dentro del programa de una monarquía ilustrada la repoblación de Sierra Morena, con ciudades nuevas de planta que llevaron nombres como La Carolina, La Carlota, etc. Para ello se trajo a campesinos alemanes, que son los que prestaron los apellidos a los descencientes de estas poblaciones, de donde viene la familia paterna. Esos apellidos proliferan por esas zonas. Del mismo modo tampoco podemos asegurar que nuestro Ponce de León fuera el famoso descubridor, ya que no era el único apellidado así de la época. En fin que no reniego de mi sangre mora o judía que pueda llevar, pero la sangre no es más que parte del cuerpo y no del espíritu y creo que en espíritu sí soy moro, judío, cristiano y agnóstico (todo junto).

    ResponderEliminar