viernes, 14 de febrero de 2020

Los humitos del fascismo

Uno de los focos más brillantes de la narrativa gráfica mundial ha sido y es Italia, aunque su establecimiento formal en el país como lenguaje atravesase a comienzos del siglo XX el escollo del fascismo. Voy a reseñar brevemente su historia*.

Humitos —fumetti— es el nombre que dieron los italianos a la narrativa gráfica, destacando la forma de disponer los diálogos entre los dibujos, que aparenta humo. El término fue acuñado en el periódico oficial del fascismo, Il Popolo d'Italia, y tuvo tanta aceptación que lo asentó para años venideros. Fijan su nacimiento el 27 de diciembre de 1908, con el primer número del semanario Corriere dei Piccoli. Los denominados giornalini estaban dirigidos a los niños y adolescentes. Las narraciones eran generalmente humorísticas, con el texto a pie de dibujo y en estrofas rimadas que perduraron hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Se llegó al extremo de castrar el material americano que se llegó a importar (Buster Brown, Happy Hooligan, etc.), eliminando los bocadillos —humitos— y encasillando las secuencias en viñetas del mismo tamaño, quitando algunas y añadiendo el texto rimado.

De esta primera época merece citarse algún autor como Antonio Rubino (1880-1964), que destaca por su frescura y la creación de un universo poético. Estaba dotado de una gran facilidad para la inventiva, con la que desarrolló multitud de personajes.

Attilio Massino (1878-1954), entre muchas creaciones sobresale por su Bilbolbul, que data de 1908 y presenta una singularidad reseñable. Se trata de un personaje nativo africano, que vive en un continente de animales fantásticos y sus aventuras constituyen un juego con el lenguaje de la narración gráfica, pues realiza acciones que del todo punto resultan imposibles en la vida real, como dividirse en trozos y luego pegarlos con cola, abrirse el torso como si en lugar de carne y huesos fuera una chaqueta de tela, soportar una lluvia de signos de interrogación, alargarse como si fuera de goma, colorearse de colores imposibles, etc. Llegó a un alarde imaginativo de tal calibre que su violencia gratuita no fue comprendida como metáfora creativa, por lo que llegó a prohibirse, puesto que escandalizaba las limpias mentes de los protectores de la infancia, gran parte de los cuales, por otro lado, apoyaron el cruento movimiento fascista cuando se asentó a partir de 1922.

Entre otros muchos autores destacaremos también a Carlo Bisi (1890-1982), que es el autor de un grotesco personaje protagonista de una historia bufa doméstica, Sor Pampurio (1929); y a Bruno Angoletta (1889-1973), el cual dibujó en 1928 a Marmitone, un torpe soldado, anti héroe cabezota que con su oposición a la esencia militar contestaba el clima marcial imperante.

En enero de 1925 se asentó la dictadura mussoliniana, con un amplio consenso en el país, apoyándose en la recuperación económica, ayudada por la situación internacional. La ideología fascista, que es anterior al nazismo alemán y que propugnaba la autarquía, no solo económica sino también cultural, tuvo la desde sus orígenes la pretensión de adoctrinar a las nuevas generaciones y así garantizar su continuidad histórica. Por ello nacieron semanarios nuevos como Il Giornale dei Balilla (1923) o La Piccola Italiana (1927), cuyos personajes eran los héroes que el régimen quería.

En 1934 aparecen los primeros cómics de aventuras norteamericanos en L'Aventuroso, anteriormente se había publicado alguno nacional o de importación inglesa. La empresa Abisina de 1935 enardece el fervor nacionalista y esto estimula la producción de aventuras. En 1936 se crea una oficina para el control de la prensa infantil que incentiva la producción nacional, que girará alrededor de algunos temas tales como la aviación, el apoyo al levantamiento de Franco en España, el antivolchevismo, la campaña racial, el colonialismo de Abisinia o, más adelante durante la guerra, el mantenimiento del frente interno. En 1938 se prohíbe importar todo el material extranjero, lo que afecta sobre todo a los cómics norteamericanos. Este escollo se salvó torpemente, pues a los editores se les ocurrió redibujar por autores italianos obras de gran aceptación como, por ejemplo, Flash Gordon.

En los años anteriores a la caída del fascismo existieron unos grupos editoriales claramente ideologizados. En Saboya, los potentados del norte apoyaron el fascismo en torno al Corriere dei Piccoli. La Società Anonima Editrice Vecchi (SAEV), de tradición antifascista, trató de eludir las directrices del régimen y publicó producciones inglesas y, desde 1935, americanas. Nerbini en Florencia, cuya más importante publicación era L'Aventuroso distribuyó producción norteamericana de la K.F.S., a la vez que dio trabajo a muchos autores italianos. El Grupo Editorial de Mondadori, de Milán, sostenía una ideología liberal y nacionalista, a la vez que laica, separada del régimen, y cuya principal revista era Topolino. Citaremos por último una editorial católica, A.V.E. de Roma, que propugnó un fascismo católico.

* BIBLIOGRAFÍA:
- Coma, Javier. HISTORIA DE LOS CÓMICS (4 tomos). Toutain Editor, Barcelona, 1982.
- Gaumer, Patrick y Moliterni, Claude. DICCIONARIO DEL CÓMIC, ILUSTRADO, Larousse Planeta, S.A. Barcelona, 1996.
- Guiral, Antoni. DEL TEBEO AL MANGA. UNA HISTORIA DE LOS CÓMICS (10 tomos), Panini Comics, Barcelona, 2007-1013.


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