domingo, 14 de julio de 2019

Oración blasfema


En mi anterior entrada de este blog subí uno de mis poemas. Y lo hice a palo seco, el poema y nada más. Que cada uno lo interprete como le plazca y que le guste o lo desprecie. Eso es la poesía, una apelación directa al lector, que no necesita explicaciones.

Hoy me propongo subir otro de mis poemas, pero no me atrevo a hacerlo sin una previa justificación. Intentaré explicarme con el menor número de palabras que pueda.


La fe es un acto volitivo, es decir, depende de la voluntad. En el fondo se cree en lo que se quiere creer o no se cree porque no se quiere. Siempre podemos inventar coartadas que apoyen nuestras creencias. No existe ciencia objetiva que explique ninguna de las religiones. Por tanto, la única manera de entendernos en sociedad es respetar la fe de los demás, mientras esta no interfiera en la libertad ajena. En tal sentido los agnósticos y los ateos debemos respetar las procesiones de Semana Santa o el Ramadán como expresiones que están enraizadas en unas creencias voluntarias, pero que son importantes para sus practicantes. Aunque nunca respetaremos la ablación del clítoris o la imposición de credos, porque atentan contra la libertad individual y dañan la integridad de las personas.

Yo leo poesía religiosa y la respeto, al máximo. Y me gusta, porque me ayuda a reflexionar sobre mi propia espiritualidad. La espiritualidad de un agnóstico, que antes fue creyente. Soy consciente de que soy agnóstico, que no significa más que ignorante, el que no sabe. No me atrevo a ser ateo —el que niega a Dios— por esa misma ignorancia, para no negar lo que desconozco. Esa es mi opción, reflexionada con la lucidez de la que soy capaz.

Al igual que yo respeto las creencias de los demás, tanto en Dios como en su negación, pido, solicito, exijo que se respete mi posición al respecto. El siguiente poema, que surge de lo más profundo de mis convicciones, puede parecer una afrenta a las gentes creyentes, pero esa no es mi intención. Ni siquiera va contra la fe, sino contra un cierto tipo de religiosidad, superficial y dañina, incluso para el que la practica.

Estoy seguro de que a ningún creyente respetuoso le ofenderá mi poema. No obstante, ese es el miedo, encontrarme con ofendiditos, especie animal, que no racional, que últimamente prolifera por doquier.

Por tanto, ruego a los que ya de por sí pueda molestar el título, que no lean el poema. Espero que el resto, los librepensadores, me respeten.


Oración blasfema

Padre nuestro, que nos regalas la vida
y en cuanto aflora el goce de la carne
nos castigas con el peso del pecado,
hemos nacido de la arbitrariedad de tu deseo,
teniendo que enfrentarnos al vivir cotidiano,
para ser conscientes de nuestro espantoso fin.

De tu santa sabiduría obtenemos tus dones.
Nos confieres dolores de cabeza y de estómago,
nos das muelas que se pudren y que hieden,
nos proporcionas miembros que se gangrenan,
y no les libras de ello ni a los pobres ciegos,
ni a los que son sordos por tu propia voluntad.

Permites que nazcan niños deformes.
Matas en la carretera a jóvenes sanos,
hijos de familias impías o creyentes.
Atormentas con hambre a los recién nacidos,
contagias enfermedades a los adolescentes,
y dejas en el paro a los padres de familia.

Eres el rey de los terremotos y las inundaciones.
El que exige guerras en su nombre.
El que persigue herejes y tortura impíos.
Eres un perverso asesino de masas
y tus crímenes se encuentran relatados
a lo largo del Antiguo Testamento.

No llegamos a comprender tu plan divino,
ni el sentido de este Valle de Lágrimas.
Como dios te han creado los devotos,
a nuestra imagen y semejanza,
y con valor te negamos los ateos,
sumergidos en bendito desamparo.

Amén

1 comentario:

  1. Sobre "nuestro espantoso fin".

    Ahora lo va uno, que se hace viejo, viendo. Hablo de eutanasia (aunque sea pasiva) frente al estirajamiento de la vida. La medicina a veces juega a Dios, en el sentido de intervenir para que sigan funcionando órganos que deberían haber acabado, por lógica divina, a personas que ya no viven; solo sufren y hacen sufrir, y les dan cuerda para otro rato. Sucede que tengo un familiar atado a una penosa vida, a quien fui a ver hace unos meses. Me costó aguantar veinte minutos, ¡vaya aguante que tiene su familia!
    Yo me volvería loco -o cuerdo- y seguiría la sentencia de "dios" arrancando cables de suero "salvador".

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