lunes, 15 de abril de 2019

La expansión del cómic por América


La reinvención del comic —como lo llaman ellos—, que no invención, devino en un producto industrial de consumo y comenzó a exportarse desde Estados Unidos. En primer lugar, todos los logros y avances narrativos corrieron hacia el sur, pero sin salir de América, ya que Europa fue reacia. Veamos un poco la evolución en los dos países más importantes, al menos por población.

México, recibió la producción yankee desde comienzos del siglo XX y, por imitación, surgieron autores autóctonos a partir de 1910. Según Rosalva Valdés, 1910 es el año de arranque de la historieta mexicana con la publicación de Casianito El Niño Prodigio y Caldela El Argüendero, en el periódico El Imparcial. La irregularidad en el suministro de producciones estadounidenses en 1921 estimuló la producción mexicana, apareciendo, por ejemplo, el mítico Don Catarino, de Salvador Pruneda, junto a numerosas series cómicas más, de personajes nacionales.

Pronto se crea afición a la novedosa forma de narrar y nacen revistas como Pinocho, Pin-pon, Macaco o Paquín, dirigidas al público infantil. Algunas, como Paquín o Pepín llegan a tener una periodicidad diaria, ésta última alcanzado la mayor tirada de todo el país. Se generalizan revistas de pequeño formato junto al formato importado de los comics-books. Las series no cómicas aparecen a partir de 1932 con Águila Blanca, de Alfonso Tirado. Surgen historias de temática variada, que son buscadas por lectores diferentes, prevaleciendo las de tema romántico junto a otras deportivas, de crítica social y aventuras. Se hacen muy conocidos en el país autores como Gabriel Vargas, Antonio Gutiérrez, Guillermo de la Parra o Jorge Valdés, por destacar algunos nombres. Importante es también Eduardo del Río, Rius, con sus famosas series Los Supermachos y Los Agachados.

Los historietistas mexicanos se organizan con la fundación de la Sociedad Mexicana de Dibujantes en 1957, que instituye el premio Tlacuilo, en honor a aquellos artistas prehispánicos que “escribían pintando” —ya vemos que de invento del siglo XX nada—. También se promueven importantes eventos internacionales como congresos o salones de la historieta. En 1973 surge otra asociación: Historietistas dibujantes de México.

En Argentina la Narrativa Gráfica aparece en primer lugar en revistas, antes que en la prensa. Las primeras historietas son humorísticas, encuadrándose en el marco de la pantomima y el sainete. En la segunda década del siglo XX se instauran las tiras periodísticas con personajes fijos, persiguiendo el mismo fin que en Estados Unidos, intentar que el número de lectores crezca. No sólo se importan tiras yankees, sino que se imita su forma de distribución a través de “sindicatos”. A finales de los años 20 aparecen revistas específicamente dedicadas al género consiguiendo un público concreto para la narrativa gráfica. Pronto se delimitan dos géneros: cómico y serio y, dentro de éste último se diversifican temáticas como las adaptaciones literarias, folklore, aventuras, fantasía, gauchos y cow-boys.

En un principio, largos textos acompañaban a los dibujos con descripciones que suponían un lastre para la narración, como veremos luego que ocurrirá en Europa. Después se abandonaría este sistema en aras de la agilidad visual, con la ayuda de globos de diálogo.


La tira de prensa Patoruzú aparece en 1928, conquistando tanto éxito que pasó a una publicación que llevó su nombre en 1936. Se convirtió en el primer gran héroe gráfico argentino, encarnando a un indio de la Patagonia, con una enorme fuerza física y que era sonreído siempre por la suerte. La década de los 40 será muy prolífica con revistas como Rico Tipo o Patoruzito. Aparecieron guionistas inusuales hasta entonces: ensayistas, dramaturgos, poetas... que, sin embargo, no tenían muy clara la relación entre dibujo y texto, abundando en largas descripciones literarias innecesarias. En la década de los 50 desaparecen algunas editoriales grandes, que importaban mucho material de los Syndicates norteamericanos y la producción local se revitaliza gracias a editores inteligentes, como Civita, que reclutan grandes narradores de la talla de Germán Oesterheld. Es de destacar el diario de mayor tirada del país en los años 70-80, Clarín, que publicó exclusivamente autores nacionales, aunque siguiendo las pautas de la prensa norteamericana. Los años 70, que traerán la ominosa dictadura, provocarán el exilio de los mejores autores, hecho que se verá continuado, tras la democracia, por la crisis económica.


Argentina destaca sobre todo por la calidad de sus grandes creadores. José Luis Salinas (1908-1985) fue un autor de realizaciones serias de enorme calidad plástica; realistas, precisas en los detalles y de unos espectaculares y cinematográficos encuadres. Hizo gran cantidad de adaptaciones literarias y series de aventuras: Hernán el Corsario, Miguel Strogoff, El Último Mohicano, El Libro de la Selva... En 1949 da el salto a Estados Unidos donde se encargó de la realización gráfica de una serie de la envergadura de Cisco Kid, que llevó guión de Rod Reed.

Pero el gran narrador gráfico de aventuras argentino de todos los tiempos, no dibujaba, sino que escribía guiones. Héctor Germán Oesterheld (1919-1977), vilmente asesinado por la dictadura militar, creó historias como Sargento Kirk, Ernie Pike, Mort Cinder o El Eternauta. Sus guiones fueron plasmados gráficamente por los mejores dibujantes: Solano López, Hugo Pratt o Alberto Breccia. Fue un narrador maduro, preocupado por ofrecer material de lectura a personas adultas e inteligentes, ocupándose de dotar de clima a sus historias, intentando que fueran los dibujos los que condujeran la acción y evitando textos redundantes. Construyó aventuras bélicas sobre la base de historias muy sólidas de personajes que se enfrentan a situaciones límites, rodeados de heroísmos inútiles, miedos y sacrificios personales. La muerte estaba muy presente y de ella no se libraron ni los protagonistas. En 1957 edita sus propias revistas: Hora Cero, Frontera, que son mensuales y de un innovador formato apaisado, donde publica aventuras completas, sin el tradicional “continuará”. Pronto será imitado por la competencia. En Hora Cero Semanal publicó una historia de ciencia ficción que atrapó a una generación de argentinos, El Eternauta, dibujada por Solano López. Mort Cinder, dibujada por Breccia, comienza a publicarse en 1962, en la segunda etapa de la revista Misterix, y es la metáfora del héroe eterno, que tiene consciencia de la humanidad desde los orígenes del mundo. El argumento sitúa al protagonista en la tienda de un anticuario, Ezra, al cual le relata sucesivamente historias vividas por él en anteriores existencias, al ser un hombre que muere y resucita sucesivamente.

Dada su importancia individual, voy a realizar una nómina de algunos de los primeros grandes narradores gráficos argentinos, aún sabiendo que la selección resultará injusta, porque debo resumir. José Muñoz (1942) se caracteriza por unos entintados de alto contraste, progresivamente evolucionados hacia la deformación expresionista, con grotescas figuras de gran patetismo (Alack Sinner, Sophie, En el Bar). Carlos Sampayo (1943) será su guionista en sus mejores relatos, siendo un excelente narrador que concibe visualmente las historias. Juan Giménez (1943), trabajó para el grupo francés de los “Humanoides”, Horacio Altuna (1941), Carlos Trillo (1943-2011), Oscar Conti -Oski- (1914-1979), Joaquín Salvador Lavado —Quino— (1932), autor del “espejo ideológico de la clase media argentina”, como apuntó Óscar Steimberg, Mordillo (1932), Roberto Fontanarrosa (1944-2007), Miguel Repiso (1961).

[Cómo no terminar con Mafalda, que siempre es actual]


BIBLIOGRAFÍA:
- Coma, Javier. HISTORIA DE LOS CÓMICS (4 tomos). Toutain Editor, Barcelona, 1982.
- Gaumer, Patrick y Moliterni, Claude. DICCIONARIO DEL CÓMIC, ILUSTRADO, Larousse Planeta, S.A. Barcelona, 1996.
- Guiral, Antoni. DEL TEBEO AL MANGA. UNA HISTORIA DE LOS CÓMICS (10 tomos), Panini Comics, Barcelona, 2007-1013.

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