martes, 30 de agosto de 2016

De las montañas azules a las tres tazas

Voy a realizar la reseña de dos novelas, que acabo de leer seguidas y en las que he encontrado muchas similitudes, a pesar de sus distancias.

Se trata de dos mujeres, dos abulenses —una de nacimiento y otra de corazón—, dos filólogas y profesoras, dos primeras novelas, dos novelas históricas situadas en el siglo XX, con dos protagonistas —mujeres— que han de luchar contra las convenciones sociales que las marginan, vislumbrando en el estudio una vía de escape. Y, por último, dos novelas que recomiendo sin reservas, porque me han hecho disfrutar de su lectura.

Las montañas azules, de Begoña Ruiz Hernández, publicada por Cuadernos del Laberinto, Madrid, en 2016, y que rápidamente alcanzó su segunda edición.

Begoña trabaja como profesora en un instituto de secundaria de Ávila, y nació en El Losar del Barco. Es licenciada en Filología Inglesa, tiene publicado algún cuento y es colaboradora de El Diario de Ávila.

Su novela está ambientada en 1933 en una zona montañosa que claramente es trasunto de su localidad de nacimiento, pero cuyo nombre es inventado, Las Cimeras, población cercana a otra, Las Bajeras, cuya ciudad de referencia se llama Santa María, utilizando una licencia literaria similar a la Vetusta/Oviedo de Clarín. El ambiente rural de esas montañas, que la protagonista ve azules por la perspectiva aérea y que simbolizan la barrera que quiere atravesar, es claramente la Sierra de Gredos.

Dionisia es una joven de veinte años, con un hermano, Andresito, de nueve y unos padres, Andrés y Vicenta, que viven acuciados por la inclemencia del tiempo en la montaña, que arrastra seculares sequías con las que no se garantiza la supervivencia. La trama sucede en los años de la Segunda República en la que se prevén cambios importantes por la Reforma Agraria que se estaba llevando a cabo con la firme oposición de los privilegiados, representados aquí por el cacique local, don Timoteo, llamado el “Mimís”, ya que continuamente se refiere a “mis tierras, mi casa, mi…”. Existen otros personajes interesantes como la Tía Flora, hermana de Andrés, que ha perdido la razón desde que fue abandonada el día de su boda, Jonás un joven idealista revolucionario, el marginado brujo Tío Matías, o Cresce, un viejo pastor que es acogido en la casa familiar.

En una época histórica injusta para las mujeres —como prácticamente todas—, con la mayoría de edad a los veintitrés años, una joven pasaba de ser propiedad de su padre a ser propiedad de su marido. La única expectativa que ve Dioni es estudiar para ser maestra y poder romper esa barrera. Para ello contará únicamente con el apoyo del maestro del pueblo, que valora sus capacidades, enfrentándose a la firme oposición de su padre.

La inflexión se produce con la visita de unos alemanes, el joven Markus y el señor Hertz, que llevan a cabo un estudio filológico y etnográfico, para la publicación de una tesis. Estos personajes están basados en una visita real, realizada en los mismos años y por el mismo motivo por Albert Klemm, autor de La cultura popular de Ávila, que estuvo por la Sierra de Gredos, becado por la Alemania de Hitler.

Con este punto de partida se teje la trama que aborda temas como el sometimiento de la mujer, el caciquismo, el mundo rural, las supersticiones, el egoísmo, la generosidad… Todo ambientado con un rico vocabulario que la autora ha utilizado sin que se note, pero que recrea el paisaje y el momento. Palabras ya perdidas o en vía de hacerlo, que no nos suenan como extrañas, aunque ya no sepamos qué significan muchas de ellas: trojes, encercellar, linderas, pocilla, aguaderas, yunta, buitrón, bocín…

Las Montañas Azules, es un viaje en el tiempo, que parece lejano pero que no lo es y que nos hace conscientes de que los logros actuales se conquistaron con la lucha de gentes cercanas a nosotros. Es una historia de amor y de supervivencia.


Tres Tazas, de María Eliezer Bordallo Huidobro, Ediciones Áltera, Madrid, 2016.

Eliezer es una madrileña, cuyos padres se enamoraron de Ávila en una visita circunstancial en tren, y compraron una casa en la ciudad para veranear, llegando a pasar todo tiempo libre disponible, fines de semana, Semana Santa, etc. Circunstancia que la lleva a considerarse abulense de corazón.

Eliezer es una profesora jubilada, Licenciada en Pedagogía y en Filología, que tiene publicado anteriormente un cuento titulado “Una mujer en apuros” y que ha realizado una adaptación de “El celoso extremeño” de Miguel de Cervantes.

La protagonista de la novela, Dora, es una mujer madura que sufre la violencia de un marido borracho y de un hijo drogadicto y delincuente. Viven en un piso de la abulense calle “Tres Tazas”, cercano a una pensión regentada por su única amiga, Trinidad, la cual tiene una hija de mal carácter, Trini. Son finales de los años setenta del siglo pasado, y me atrevo a decir que se trata de una novela histórica, porque el cambio de mentalidad que se ha producido desde entonces es transcendental. Dora ve —al igual que la Dioni de Begoña— en los estudios una única vía de escape. Ella también quiere ser maestra, a pesar de que ha superado sus años jóvenes, y tiene en el cura de su pueblo —otra coincidencia, otro pueblo de Gredos, esta vez San Martín de la Vega del Alberche— a su único valedor, del mismo modo que Dioni lo tenía en el maestro. Pero Dora lo tiene mucho más difícil por su situación familiar, y debe incluso mentir y decir que está estudiando “Corte y confección”, para no confesar que a donde acude es a la escuela de adultos para sacarse el Graduado Escolar.

La situación de Dora va a confluir con la de un atormentado profesor, don Miguel, que sufre un drama inconfesable que le ha llevado a dejar la gran ciudad, para recluirse en la pequeña capital abulense, huyendo de su tragedia. Sufre además una claustrofobia que le impide incluso sobrepasar la puerta de la muralla de la cercana plaza de la cárcel, ya que la vista del campo abierto le aterroriza. Además estando en las últimas, sin dinero y sin nadie a quién recurrir más que a un antiguo compañero de estudios que no responde, es expulsado de la pensión por Trini, a causa de que lleva varios meses sin pagar, quedando desamparado en la calle, en el duro invierno abulense.

Estos dos náufragos van a encontrarse y vivir un romancen que tendrá por marco la cárcel, por esa época vacía y abandonada, antes de pasar a ser el Archivo Histórico Provincial. Al igual que la cárcel o la calle Tres Tazas, tienen protagonismo otras localizaciones como el bar Teodorillo, una ferretería del mercado Chico o el Hospital Provincial.

La narración se realiza de una forma que me ha recordado al diablo cojuelo, de Vélez de Guevara, que iba levantando los tejados para contarnos qué es lo que hace la gente que habita las casas. Así el narrador —o narradora— nos propone ir a ver qué está haciendo ahora tal o cual personaje y de una forma amable va siguiendo sus vidas.

La no vela nos habla de amor y de esperanza, de desesperación y de asfixia, de la opresión a la mujer, carente de las libertades del hombre, y de la lectura y el conocimiento como tabla de salvación. En fin, de nuestra historia reciente, en la que ya no queremos reconocernos. Afortunadamente.

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