Todos aquellos que nos sentimos escritores y queremos
publicar en España, lo tenemos ciertamente difícil. Este no es un país al uso,
de esos que reconocen los méritos, llevan a la cumbre a quien se lo merece y
más tarde se sienten orgullosos de los que destacan. Este un país de esos otros
en que las influencias y la corrupción campan a sus anchas. En el primer tipo
de países, un escritor que tenga méritos, acabará encontrando un editor que
apueste por él y como consecuencia encontrará sus lectores. En nuestro país
para publicar en una editorial grande, de las que reservan espacios en las
grandes superficies, hacen publicidad y promocionan a sus escritores, tienes
que tener acceso directo al entramado empresarial que decide, ya porque seas
amiguete o pariente, o porque seas un rostro conocido de la televisión. Si no
es así, nadie valorará tu obra ni apostará por ti. Y no lo digo porque a mí no
me hayan hecho caso, sino porque no sale nadie que no haya surcado las aguas
del nepotismo. A los nuevos tan solo nos queda el recurso de publicar con una
editorial de autores noveles en las que te tienes que trabajar tú mismo toda la
promoción y, si no sabes hacerlo o no puedes, ellos se conforman con que les
vendas a tus amigos y familiares un centenar de libros. Ahí tienen el negocio y
no necesitan más.
Últimamente, en mi relación con escritores, estoy leyendo a
muchos autores nuevos, y puedo asegurar que varias de las novelas que he leído
son muy superiores en calidad y atractivo a los títulos que nos meten entre
ceja y ceja los medios de comunicación y que más que crear afición a la lectura
la destruyen, por encajarnos decepción tras decepción. Podría poner varios
ejemplos de estas novelas que me han gustado, pero como la mayoría son amigos,
pecaría de omisión y crearía susceptibilidades en mi entorno. No obstante no me
resisto a recomendar la última, que acabo de leer, porque me ha sorprendido y
me parece muy superior a otras cosas que ofertan las editoriales punteras. Y yo
sé que el autor lo ha intentado, como yo mismo, con todas ellas.
Se trata de “La tasca de los adversarios”, de Javier Asenjo.
Es su primera novela publicada, pero ya cuenta con un estilo
definido, que sorprende por su consistencia. Aunque es una novela de fácil
lectura, el tema no es nada fácil. Se trata de la violencia y la posición moral
del individuo ante ella.
Por comenzar la reseña con lo único que no me gusta, diré
que la integración de las ilustraciones se ha realizado por parte de los
editores cargadas de tinta y sin contraste, siendo oscuras y apenas
perceptibles. Pero esto es accesorio y no sustancial.
Trataré de soslayar el argumento y no contar más de lo que
debiera, para que los próximos lectores se vean sorprendidos por los hechos.
Tan sólo apuntaré que todo transcurre alrededor de un bar llamado “La Tasca de
Azabache”, donde pulula diversa fauna reconocible, entre ellos un pirata de
nuestro siglo que ha naufragado en su vida y trata de agarrarse a algo con lo
que flotar. Al resto de los personajes tendrá que conocerlos el lector con la
lectura de la novela. También apuntaré que la ciudad donde todo transcurre, que
no es nombrada, me resulta muy familiar.
Javier nos presenta a los actores de esta puesta en escena
en con un narrador que habla al lector directamente de hechos que ha vivido o,
en tercera persona, de hechos que conoce. Le interpela como lector y le explica
lo que ha ocurrido incitándole a que se implique en la historia y participe,
como un personaje más, en la acción. El narrador no es nada objetivo, no es un
típico narrador omnisciente que lo conozca todo y que lo presente de una forma
aséptica. Es todo lo contrario, alguien muy implicado en los hechos que en
lugar de describir a los personajes los insulta. Esta es la novela de los
antihéroes, de la gente a la que no queremos parecernos, por muchas semejanzas
reales que con ellos tengamos.
El narrador tiene las manos manchadas y exige al lector que
se las manche también, porque le sitúa ante el reto de juzgar lo que ve. Y lo
que está viendo es algo reconocible, porque todos hemos visto actitudes y
personas como las que nos presenta la novela, y podemos reflexionar sobre “qué
hubiera hecho yo en ese caso” y si “hubiera sido un cobarde” o “me hubiera sobrepuesto
y comportado como un héroe”. Para eso nos muestra Javier un espejo en el que
mirarnos; imagen simbólica, el espejo, que tiene gran relevancia en el
argumento, ya que el protagonista se mira en él, antes y después de que todo
acontezca, viendo un reflejo de sí mismo que no le gusta. ¿Nos gustaríamos
nosotros en las mismas circunstancias? Javier en esta novela nos presenta ese
espejo en el que mirarnos, a riesgo de aborrecernos.
El lenguaje de Javier es denso, descriptivo de psicologías,
pormenorizando hasta la extenuación cada escena, lleno de metáforas de lo
cotidiano, rico en vocablos y, sobre todo, muy directo, partiendo de los
sentimientos más íntimos del narrador hasta llegar a tocar el “alma” de su
interlocutor, que es el lector. Y ese lector o lectora eres tú, a quien te
transfiero el reto de que te enfrentes a tus miedos, de que tomes partido y que
te manches las manos y el alma con esta historia.
Agradezco muchísimo esta crítica, hace que uno, que a veces se deja la piel para construir una historia y darla calidad, y desespera al no ver ningún reconocimiento, se sienta de nuevo motivado y estimulado para crear de nuevo. Muchísimas gracias por tus palabras: y ahora ¡¡me pondré de nuevo a escribir!!
ResponderEliminar