lunes, 29 de marzo de 2021

A cara de perro


¡GUAUG! (A CARA DE PERRO)
es el título que Ánzoni Martín (Madrid, 1971) ha dado a su segunda novela. Este autor merece figurar en la más selecta antología de los autores españoles del siglo XXI por su anterior obra El largo viaje del LSD AL ADSL. Y, siendo totalmente diferente, ¡GUAUG! dialoga directamente con ese título, pues tiene similitudes formales y de contenido. Por ejemplo, en la primera novela el protagonista es un escritor, Toni Tonelada, trasunto de Ánzoni, y en ella se cuenta que su primer libro se titula Guaug, ¡qué casualidad! O no.

En cuanto a la forma, podríamos decir que la novela está compuesta por un conjunto de historias y cuentos. Luego todo lo unifica con un argumento aglomerante. Con esto ha creado un género nuevo, que él denomina capicuentos, porque es una novela donde cada capítulo es un cuento. Si sumamos esto a la poesía rudimentaria, que dio a conocer en su anterior novela, tenemos en él a un auténtico innovador literario.

En cuanto al contenido, debe advertirse que este libro, como el anterior, solo lo pueden consumir mentes abiertas. El autor no es nada amigo de lo políticamente correcto y, es más, ama lo todo aquello que pueda espantar al lector. Lo gore, los asesinatos, el sexo salvaje, lo feo, lo absurdo y lo ridículo pueblan sus pequeñas historias. Y con esta receta consigue hacernos reír.

¿Dónde está el humor en una obra con tales ingredientes? Pues en la sublimación de lo que ocurre. En no tomárselo en serio. Las barbaridades que cuenta no son verídicas, no pueden serlo, tan solo son exageraciones de la realidad, reflejo de algo inconfesable que llevamos todos dentro, nos guste o no nos guste. El contenido de la novela son dislates que nos hacen reflexionar sobre la condición humana. Exagera nuestros miedos y da vida a lo más perverso. Su literatura no deja a nadie indiferente. Si no te espanta, te gusta.

Pero si el contenido es atractivo, lo que de verdad importa es la forma. La forma literaria de Ánzoni es brillante, le gusta redondear las oraciones, jugar con las palabras, repeticiones, sin sentidos, metáforas, alusiones veladas, palíndromos… Es divertido entretenerse en encontrar alguna broma que, si no prestamos atención, puede pasarnos desapercibida. Cuando hice una reseña de su anterior libro, le comparé con Cervantes y con Unamuno, ahora disfrutaré comparándolo con Francisco Ibáñez, sin desmerecer los anteriores. El genial autor de Mortadelo y Filemón, disfruta dibujando pequeños detalles al margen del argumento de la historieta, pudiendo pasar desapercibidos. Pero que, si te topas con alguno por casualidad, entonces te entretienes en mirar con detenimiento cada viñeta para descubrirlos. Así, por ejemplo, dibuja en una esquina una araña fumando o un gato martirizando a un perro. Pues, si no estás atento, con Ánzoni te perderás juegos de palabras como: «un perro ciego siempre está bien visto», «sabor auténtico de Ávila saliva —palíndromo—», «perro condecorado […] con el título can laude», «el alarido cupidog, el ladrido del amor», «el portero que desde hace 666 días no encaja un tanto (un tanto sospechoso, algo no encaja)», «trabaja como un perro por cuatro perras»… Bueno, no sigo, no están todos, faltan Eloy Ayer, la patrulla Can Avis y muchos otros que tendrá que descubrir cada lector.

Para no perderse en el entramado de historias, indicaré que el hilo conductor es la estupidez humana, enmascarada en las actitudes y etiología canina. Y de perros sabe mucho Ánzoni pues él es paseante Wifi —su mascota y su muso, como él confiesa—. Le cuida, alimenta, pasea, lleva al veterinario e incluso le limpia la mierda. Aquí cabe una confidencia, que espero que Ánzoni sepa excusarme: él es tan perro que a veces lleva de paseo a Wifi montado en su coche, mientras el chucho corre feliz al lado. Es que es un fumador empedernido, un Toni Tonelada, poeta rudimentario de considerable corpulencia física, que solo gusta de los deportes por la tele —es del Getafe—. Wifi lo sabe y le perdona, pues Ánzoni es fiel cumplidor en el resto de sus tareas. ¡Ah! y Wifi también es personaje de sus novelas.

Del argumento es mejor no contar mucho, para que el lector vaya de sorpresa en sorpresa, sin saber dónde va a ir a parar el relato. Digamos solo que un laboratorio militar investiga en la creación de micro perros y nano perros, como arma para futuras guerras. La humanidad está tan idiotizada que llega a estos extremos de utilizar seres adorables como los perros para la guerra. Y esto no es exageración del autor, es algo que cuentan los libros de historia. En lo que exagera es en el logro científico de perros cada vez más diminutos, que acaban siendo microscrópicos, lo cual solo es hipérbole porque no puede hacerlo la ciencia, no porque no quisiera llevarlo a cabo.

Gran conocedor de la materia canina, no deja de nombrar una sola raza. Dentro de la novela están todas las variantes perrunas, las reales y las que devienen en ciencia ficción. Partiendo de los perros de capricho hasta los perros entrenados como guarda espaldas, y otros guarda espaldas de los guarda espaldas. Perros que huelen la lascivia, perros que huelen la maldad, hombres que comen perros, perros que destrozan hombres, niños que quieren ser perros, ejércitos de garrapatas que se alimentan de perros, caviar de garrapatas para bebedores de sangre…

Por último, hay que advertir que el libro no tiene un prólogo, como sería lo normal: tiene tres. Y que estos prólogos están al final, como su nombre no indica, y además están descartados, a pesar de lo cual figuran en el libro. Uno puede dejar de leer este libro, pero no sus prólogos.

Primera presentación en el café Estudio de Ávila

Ya estáis advertidos, ¡GUAUG! ha salido de imprenta. No os diré que lo leáis, pero si no lo hacéis, peor para vosotros. Os invito a visitar ¡GUAUG! (A CARA DE PERRO). Si decidís comprarlo por la web, os cuento que la editorial responde muy rápido y envía el libro enseguida —y advierto que yo no cobro nada por la publicidad—. También podéis encargarlo en vuestra librería favorita. De nada.

LIBRO RECOMENDADO:

-        El largo viaje del LSD AL ADSL, de Ánzoni Martín

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