miércoles, 26 de julio de 2017

Mis libros y yo

Yo no soy un escritor corriente. Lo siento, no quiero dar a entender que soy extraordinario, lo que quiero decir es que mi trayectoria dista mucho del resto de mis colegas. Normalmente, un escritor sabe que lo es desde que comienza a leer. Sueña desde niño con llegar a desempeñar esta, digamos, profesión. Yo nunca supe que era escritor hasta bien superados los cuarenta años.


Yo quería ser dibujante, siempre soñé con ello, pero la naturaleza no me dotó. Mi esfuerzo era desproporcionado para el resultado que obtenía. Me di cuenta mientras dibujaba de que el trabajo no me satisfacía y me costaba mucha fuerza de voluntad concluir mis dibujillos. Aún así tengo una buena colección de narraciones gráficas y otros desvaríos que perpetré. E incluso intenté que alguna editorial me contratara. De ello tan solo he sacado la pasión por la narrativa gráfica, los tebeos, convirtiéndome en una especie de teórico, que incluso escribí un ensayo al respecto, algunos de cuyos capítulos revisados estoy publicando en este blog bajo la etiqueta de Narrativa Gráfica. Mi satisfacción fue grande cuando lo escribía y el resultado me pareció bastante digno. Conclusión, yo no soy dibujante, soy escritor.

Tuve un extraordinario profesor en el bachillerato que me inculcó el amor por la literatura, pero yo me decanté por la historia. Más tarde me di cuenta de que era capaz de redactar de una forma intuitiva y aceptable, pues organizaba las ideas de manera coherente. Con el tiempo he comprendido que me hace mucha falta pulirme y aún estoy aprendiendo. A mi edad, estaré aprendiendo hasta el fin de mis días.

Cuando mis empeños en opositar para profesor de educación secundaria se extinguieron, empleé el tiempo libre en escribir mi primera novela, publicada en 2008. El ser capaz de terminarla y su resultado me animaron a emprender un enorme reto, escribir una novela histórica, publicada en 2013. Aún me sentí mejor y, sobre todo, me di cuenta de que disfrutaba escribiendo. Entonces supe que yo era escritor, lo que ocurría es que no lo sabía. No me había enterado. Eso ya no me lo puede quitar nadie, pues tengo lectores desconocidos que han pagado por mis libros. En 2017, creyéndome ya mi oficio, publiqué mi tercera novela, planteándome crear una saga, de la cual ya he comenzado la segunda entrega. Como mi intención tan solo es que me lean los que tengan interés, esta vez probé por publicarla con descarga gratuita. Fue el azar el que me llevó a conocer este proyecto editorial, que encajó perfectamente con mis intereses.

Como estamos en verano y tenemos más tiempo libre, voy a permitirme la libertad de recomendar mis obras que, por cierto, son muy diferentes entre sí. Espero que se me perdone la inmodestia. Al menos servirá para satisfacer la curiosidad del que no las conozcan.

EL INMATERIAL

¿Tú qué harías si fueras invisible? ¿Te aprovecharías de esa circunstancia para curiosear en lugares prohibidos? Pero la gran pregunta es la siguiente: ¿Es posible lograr con un método científico la invisibilidad? Aquí puedes explorar alguna de las respuestas, aunque el desarrollo de esta novela está lleno de suspense, con unas sorpresas que darán varios giros inesperados al argumento. Y, cuidado, las cuestiones que se esbozan pueden hacer que te replantees la existencia en este mundo material.

2008, Bubok Publishing, SL., en impresión bajo demanda: http://www.bubok.es/libros/2539/El-Inmaterial
Próximamente de descarga gratuita como eBook en Valbo:

LO DEMÁS ES COSA VANA

En la España de principios del siglo XVI, las pasiones se desatan de forma violenta en una pequeña ciudad castellana, y los protagonistas inician un apasionante viaje a las más lejanas tierras de un mundo que había dejado de ser plano en el imaginario popular, llegando a ser testigos del estrepitoso derrumbe de uno de los más poderosos y enigmáticos imperios que ha producido la Historia de la Humanidad. Un relato lleno de aventura, amor, intriga y salpicado de toques de humor.

2013, con reedición revisada en 2016, Chiado Editorial, Lisboa:

OPERACIÓN CAIPIRIÑA

Elicio Iborra es un policía local que aprobó la oposición por error. Es una persona con pocas capacidades intelectuales, pero con muchas fantasías, lo cual le lleva a crear una agencia de detectives. En su primer trabajo tratará de esclarecer la desaparición de un compañero, en cuyo empeño pondrá en peligro su vida y la de los que le rodean. La corrupción y el sentido del humor son los ingredientes principales de este particular guiso.

2017, Valbo Creativity, ebook de descarga legal gratuita:
Próximamente en papel, en impresión bajo demanda, en Bubok:

Para finalizar tres últimas recomendaciones sabrosas de libros colaborativos, editados por la Asociación de novelistas La sombra del ciprés. EL MUNDO SEGÚN LOS ABULENSES, EL MUNDO SEGÚN LOS ABULENSES VOL.2 y LEYENDAS SEGÚN LOS ABULENSES. De este último dejo como propina un fragmento de mi colaboración.

La leyenda del abuelo

»En una urbe castellana,
de aquellas de vieja historia,
de torres altas y enhiestas
y murallas con memoria
ocurrió nuestro episodio,
y no se trata de Soria
sino de Ávila, señores,
que es igual de meritoria.

Mientras el presentador
todo esto refería,
en nuestros televisores
la ciudad aparecía,
impoluta cual doncella
lustrosa como alcancía,
llena de bellos palacios
pero de gentes vacía.
La nieve estaba en los altos
y alguna en el suelo había,
enluciendo la hojarasca
que el frío suelo cubría.

Prosigue el presentador y,
saltando como una cabra
por los riscos montañeses,
narra la historia macabra:

—Era el ocho de noviembre,
fecha reciente pasada,
colindante a los difuntos,
fiesta muy significada,
cuando ciertos jovenzuelos
de condición perturbada            
se dirigían buscando
una zona distanciada
y con la iglesia toparon,
como si no fuera nada,
de Cristeta y de Sabina,
mas por Vicente nombrada.
Hermanos mártires fueron
y su mortaja enterrada
en una hermosa capilla,
hace tiempo edificada.

»Del templo basilical
una ancianita salía,
de rezar con vehemencia
suponemos que venía.
“Adiós, vieja”, le dijeron,
con sarcasmo e ironía,
los chicos cuando la vieron,
si bien ella no reía.
Bendita la edad tan tierna
en que todo es alegría,
que hasta una vieja beata
provocaba algarabía.
Cierto es que en ocasiones
a esto coadyuvaría
sustancia más bien prohibida,
pero poco serviría
que de ello nos ocupemos,
pues desviarnos sería
de tan tenebrosa historia
que contarles les quería.
Serán los que están conmigo
quienes les pongan al día.

martes, 11 de julio de 2017

Hasta siempre, Alfredo

Se me ha muerto un amigo. Quisiera hacerle un homenaje en mi blog, dedicarle unas palabras, pero no las sabré decir tan bellas como las de Miguel Hernández a su amigo Ramón Sijé. Así que no competiré con el poeta y tampoco voy a apelar al dolor, me limitaré a brindarle a Alfredo unas pocas líneas que sirvan de agradecimiento a su amistad, a su cercanía, a su humanidad.

Fuimos vecinos desde niños. Siendo de edades parecidas, ambos del barrio del Teso, debimos haber coincidido, pero cuando nos presentó César, hace casi cuatro años no nos conocíamos. César nos embarcó en la loca aventura de crear una asociación con la que poder compartir intereses comunes alrededor de la faceta que nos unía, que era la escritura, a la que llamamos “La sombra del ciprés”. Desde entonces viajamos juntos por la vida. Nos viésemos mucho o poco, ahí estábamos el uno para el otro. Juntos participamos en innumerables actividades. César hacía la propuesta y Alfredo y yo le seguíamos ciegamente. Hoy la asociación ha crecido tanto que no nos necesita, pero Alfredo, con su marcha, ha dejado en ella un hueco irrellenable. Nos va a faltar su sabiduría y su tranquilidad.

Era un zoom politkón, un animal político. Es con lo que más disfrutaba, además de con el tenis. Y lo hacía tan bien, que todos los medios locales le ofrecieron una columna, sin él ir a buscarla. Era muy polémico y no dejaba a nadie indiferente. Pero solo encendía la mecha, no se enzarzaba en discusiones con nadie, no merecía la pena. Ni siquiera leía los numerosos comentarios que generaban sus palabras. Una vez me dijo que si entrase al trapo a todo, podían presionarle para que no dijese lo que pensaba. Podían coartar su libertad y eso no lo quería. Era su opinión y debía ser respetada como él respetaba verdaderamente a los que pensaban diferente. Y para crear su opinión había leído mucho. Era capaz de realizar citas de memoria, tenía los libros en la cabeza, pues no quería saber nada de tecnologías de la información ni de redes sociales, a pesar de trabajar en la ofimática. Escribía a mano, en su cuaderno, casi siempre en un bar, donde entablaba conversación con “la parroquia” que se tomaba su carajillo a primera hora de la mañana, cuando él comenzaba su jornada laboral. A mediodía muchas veces lo encontré en una mesa apartada, haciendo sus escritos al olor de un café.

Aunque yo no compartía ideología con él, me encantaba escucharle. Era un excelente orador que no necesitaba prepararse el alegato. Su forma de hablar, pausada, seria y con mucha seguridad embelesaba. Él tenía muy claras las ideas y su disertación fluía ordenada y lógica. Pero, a pesar de su discurso, daba prioridad a las personas antes que a las doctrinas. Insistía mucho en ello. Las ideas podían cambiarse pero las personas son insustituibles.

No te has ido del todo, Alfredo; tu libro Intentando ser feliz… A ratos, conserva tu filosofía ante la vida. La portada nos dice unas palabras tuyas, como siempre, sabias: “La única verdad de la vida no la tiene nadie. La única verdad de la vida es la que cada uno tiene que vivir”. Voy a releerlo para volver a escucharte. Para volver a sentirte y saber que no te has ido del todo. Es lo que tiene ser escritor, que renaces vivo con quién te lee.

Sólo hay nacer y morir, lo demás es cosa vana. Lo que vivimos no tiene importancia, no se la demos. Limitémonos a vivir intensamente, sin tener en cuenta las diferencias personales, los agravios, los desaires, los malentendidos, las ideologías, las fronteras... Somos personas. Hemos nacido. Somos mortales, por lo que nos espera indefectiblemente la muerte. Pero mientras esta llega gocemos de lo que tenemos: Vida.

Adiós, Alfredo, hasta que volvamos a vernos.

P.S.: No puedo dejar pasar que hace unas semanas también se fue un amigo de la infancia, Edu, que hoy, 11 de julio, cumpliría años. También te echo de menos.

Dejo las palabras de Miguel Hernández a modo de desahogo, para llorar con ellas al evocarlas en primera persona.

ELEGIA A RAMÓN SIJÉ

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
Un hachazo invisible y homicida,
Un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
Y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández, 10 de enero de 1936