jueves, 29 de septiembre de 2016

La vida dentro de las redes sociales

Hoy en día la mayoría de la población de los países del primer mundo, e incluso del segundo, no ya del tercero, se han habituado a moverse en las redes sociales. Sobre todo la gente más joven, lo cual indica que esta tendencia tiene proyección de futuro.


Muchos, sin embargo, no han reflexionado sobre este importantísimo cambio en las relaciones sociales y lo viven de forma natural. Ello ha provocado excesos, enfermedades mentales e incluso delitos graves. Por eso han salido algunos detractores que reniegan de ellas en su totalidad, argumentando el tiempo que ocupan, la vacuidad de esas relaciones y los peligros inherentes.

¿Inconvenientes? Innumerables. Pero todos evidentes y en gran medida evitables. Tan solo hay que utilizar la inteligencia para soslayarlos. Es cierto, lo peor es que vivimos en Gran Hermano y estamos vigilados por los poderosos, que nos personalizan hasta la publicidad que nos dirigen. Que nos pueden robar, si anunciamos que estamos de vacaciones en el Caribe. Que pueden utilizar en nuestra contra aquella foto que compartimos poco apropiada. Que les damos más importancia de la que tienen, priorizando por ejemplo un wasap a una conversación en vivo. Que nos ocupan mucho tiempo y nos deterioran la vista…

Pero las redes sociales están ahí y no podemos darles la espalda. También están los coches y la velocidad, y aunque sean una de las causas de muerte y desgracias más importantes de nuestros días, no tenemos por qué prescindir de sus ventajas. Tan solo debemos conocer sus inconvenientes y riesgos para tratar de evitarlos, lo cual nunca garantizará que no seamos nosotros los próximos en estrellarnos.

Una red social no es más que una plaza pública, donde todos podemos ir a darnos un paseo, dejarnos ver y entablar conversación con quienes se encuentren allí. El estar en esa plaza es voluntario y, lo que hagamos en ella, dependerá de nuestra ética y respeto a los demás. Podemos ir pulcramente vestidos o en pelotas. Pero debemos saber y asumir qué consecuencias tendrán cada uno de nuestros actos.

Es malo estar siempre  en las redes sociales, como malo es estar siempre en la calle o en el bar. Pero una caña de cerveza de vez en cuando es uno de los mayores placeres de esta vida. Una red social me ha puesto en contacto con personas a las que quiero, pero que había dejado de ver, y  con otras que admiro y a las que no me atrevería a hablar, porque apenas o nada las conozco, pero que me aportan algo, a veces mucho. Tengo amigos de Facebook a los que no he visto la cara, porque nunca ponen una foto suya, pero a quienes me gusta encontrarme en esa plaza pública por lo que me cuentan. Con el WhatsApp me relaciono rápida y ágilmente en grupos de trabajo, de amigos y de intereses. Con el Twitter puedo gritar al aire libre aquello que me carcome, puedo compartir pensamientos o situaciones, o simplemente echar unas risas. Existen muchas más redes sociales, pero que yo frecuento menos. Mi libertad consiste en decidir en cuáles quiero participar y cuándo tiempo les voy a dedicar.

El estar en una red social es algo voluntario, nadie me fuerza a subir una foto de mi último viaje, si yo no deseo compartir esa instantánea con todo el mundo mundial. El veneno no existe, existe la cantidad. Una gota de lejía en la ensalada mata los gérmenes sin dañar la salud y veinte litros de agua de una fuente clara pueden matar a una persona sana.

La solución está, según mi punto de vista, en la medida y en algo más importante, en la educación, con un solo elemento a proteger, que son los menores de edad.

jueves, 15 de septiembre de 2016

El arte en las rotondas

 INFORME que rinde el explorador galáctico 4V1L4, al serenísimo Consejo de Sabios de la Confederación de Planetas del Cinturón de Orión. Comisionado por las altas instancias galácticas para discernir si existe vida inteligente en el planeta denominado “Ladrillo Brillante” localmente, Tierra, aterricé con la nave M4D51Z en un paraje cercano al lugar del estudio.


1.- Premisas de partida. Se descartan los conocimientos científicos, que no demuestran inteligencia, sino ingenio, el mismo que puede tener un oso para escarbar con un palo en un hormiguero y comerse las hormigas. Por tanto, la materia de estudio son las expresiones artísticas, las cuales son las que revelan un contenido espiritual e inteligente en los seres.

2.- Ubicación geográfica.

El lugar ha sido elegido científicamente, utilizando las coordenadas de los mapas aborígenes que se captaron en ondas cósmicas denominadas Google Maps. Se trata del centro de una península que está en el centro de dos continentes… Podría decirse que es, por tanto, el centro del planeta Tierra. Su nombre científico es Óbila y el vulgar Ávila. En el lugar en el que descendí con la nave, según los planos, debía existir un río llamado Adaja, pero no fui capaz de encontrarlo. Sí que había una pequeña correntera, que ni para charco de ranas servía. De acuerdo con las coordenadas, el lugar se denomina Soto, estando la ciudad a tiro de láser de donde mimeticé la nave con el paisaje. Inicié una exploración pedestre posterior, en la que comprobé que Óbila es sumamente extraña, pues han levantado un muro de piedra que no sirve para nada, ya que no circunvala todo el espacio urbano y, además, se han dejado las puertas abiertas. Más bien, no tienen puertas. ¿Será olvido o desidia? Yo lo apunto como indicio del carácter de sus habitantes.

3.- Objeto del estudio. He encontrado numerosas muestras artísticas, instaladas de forma original porque, rodeándolas, han levantado un bordillo circular y hacen transitar alrededor a sus vehículos primitivos que no despegan del suelo, para que puedan admirar las creaciones de los artistas. Unen estas esculturas por unos viales que llevan de rotonda en rotonda, que es como se denomina localmente el lugar donde se colocan las obras de arte. Al ser tan innumerables, me ceñiré a describir unas pocas que considero representativas.

4.-  Análisis de las obras.

En la primera rotonda, acercándome a la ciudad desde el Soto, enfrente de lo que he sabido por un indígena que es una plaza de toros, aunque no vi ni la plaza ni los toros, hay lo que debió ser una escultura de grandes dimensiones. Hoy en día sólo quedan restos de la grúa con la que debieron desmontarla, pues son unos hierros verticales en perfil. Y bastante oxidados. ¿Desidia nuevamente?



Más adelante, en la denominada por mi navegador avenida de Juan Pablo “palo-palo”, entre la vegetación del nacimiento de un riachuelo que se pierde en la misma rotonda donde nace, hay un escultura de un varón arrodillado, que con las manos está dando impulso a otro hombre para que dé una voltereta. Es de señalar que el segundo tiene un balón en las manos. La escultura debe hacer alusión a algún deporte local, emparentado con el malabarismo. Adelanto que, a pesar de su escaso valor artístico, es la única que entendí.

Caminando un poco más adelante, en una encrucijada llamada de Burgos Hondos, o algo parecido, me encontré con lo que debió ser una de las puertas del muro de la ciudad, pero está medio tumbada y oxidada. Nueva muestra de la dejadez. Otra más. Aparte de estos escombros no hay ninguna escultura, aunque es un lugar preparado para contenerlas.

Dando algún salto espacial, y obviando repeticiones, trataré algún ejemplo más.

En la denominada calle de los Hornos Caleros, en lugar de encontrar algún horno de gitanos, hay una escultura con unos hierros colocados arbitrariamente, ya que si se colocan en otra disposición daría exactamente igual, así que no es necesario describirla. Similar a esta son la mayoría de las que restan, por lo que no las analizaré. Tan sólo queda anotar el detalle de que, al menos, a ésta la han pintado de azul para que no se oxide como las otras.

Frente a lo que denominan Subdelegación del Gobierno, que debe ser algo como que se delega la gobernación por debajo ¿de qué?, han tenido la cachaza de plantar una cremallera de gran tamaño, que yo inquirí a un nativo y me dijo que era una metáfora de la ciudad que se abre al visitante. “¿Y no podría cerrarse?”, pregunté yo. “Sí claro, eso también, cada uno lo interpreta a su aire”. Respondió, y no tengo más que comentar.

Luego he visto varias esculturas con formas humanoides, generalmente mujeres, en el centro de la ciudad. Una subida a un poste muy alto, otra tumbada con un libro al pie del muro, otra sobre unas piedras colocadas en círculo… Pero a éstas no deben darles importancia, ya que no les han hecho rotondas alrededor para que se puedan visitar en coche.


5.- Conclusión. Como experto en Arte Universal, egresado de la más prestigiosa Universidad de la Galaxia, opino que no existe vida inteligente en la Tierra y que debemos esperar otros cinco mil años, al menos, para que ésta se desarrolle.

(Este relato fue publicado en el libro "El mundo según los abulenses", Éride Ediciones, Madrid, 2015, del cual ha salido el volumen 2 en 2016, publicado por "La sombra del ciprés")