sábado, 31 de mayo de 2014

Soy el Rey del Mambo

La Literatura es un cajón de sastre que custodia creaciones sumamente diversas, pero a todas las cuales se puede dar el título genérico de literarias, lo cual plantea no pocos malentendidos.


Ya he expresado anteriormente en este blog cómo la poesía me parece la cumbre de la realización literaria, capaz de expresar con la mínima expresión un máximo de sensaciones, imágenes, conceptos filosóficos, etc., enriqueciendo, además, el idioma.

Por su complicada realización, debido al potencial empleo de innumerables figuras literarias
–metáforas, alegorías, sinestesias, aliteraciones, pleonasmos, epítetos…–, por sus ambiciosas pretensiones filosóficas o, en fin, por su forma abstracta o conceptual equiparable a las artes plásticas de la última centuria, la poesía se ha enquistado en una minoría de intelectuales que son los únicos capaces de comprenderla. Existiendo, es verdad, alguna notable excepción que ha sido capaz de llegar a públicos más amplios –me vienen a la mente ahora García Lorca o Miguel Hernández.

Podemos decir que a los poetas los leen esencialmente otros poetas y eruditos literarios. Lo cual es una opción, está bien, porque la calidad acaba por transcender en la Historia de la Literatura, aunque no sea necesario encerrarse en este elitismo.

Tomando otro ejemplo, para concluir de forma breve mi argumentación, los ensayos también son elitistas, se dirigen a un público formado e informado en la materia de que versan. Algunos pretenden públicos más amplios, tratando de emplear una pedagogía de carácter divulgativo, por ejemplo tratando temas sociales o económicos que expliquen la crisis actual al gran público, pero en general son tratados epistemológicos que versan sobre un conocimiento sectorial de alguna ciencia o materia.

En el extremo contrario estamos los novelistas, que buscamos abrirnos a las grandes masas de lectores, sean personas preparadas o busquen tan sólo una distracción intranscendente. Pienso que la novela de todos los tiempos ha pretendido llegar a públicos amplios y populares, con algunas excepciones. La cumbre literaria del castellano, El Quijote, se escribió para divertimento de las masas, incluso las analfabetas, las cuales esperaban a que algún allegado letrado les entretuviera con la lectura en voz alta de sus capítulos. El Quijote fue un éxito de ventas, al igual que El Lazarillo, La Celestina o la Lozana Andaluza. Sus autores perseguían llegar a amplios sectores y no ceñirse a una élite culturizada, lo cual en modo alguno quiere decir que carecieran de calidad. Esto es manifiesto porque estas obras han pasado a la posteridad y los estudios innumerables que se han efectuado sobre ellas ponen de relieve todas sus cualidades literarias.

En el mismo caso que la novela está el teatro: Shakespeare, Calderón, Lope de Vega…

Se puede argüir en contra de este razonamiento que también existen novelas elitistas de mucha calidad –Ulises de Joyce, Rayuela de Cortázar…–, pero, como ya dije antes, la excepción confirma la regla.


A lo que voy es a que en este cajón de sastre que es la Literatura, cada expresión literaria tiene un márquetin diferente. A un ensayista le interesa que su obra se difunda en los medios académicos a los que pretende contribuir, los poetas se consideran pagados con certámenes y premios literarios, con reseñas de críticos y con la lectura de otros poetas, gentes que pueden entenderles. Pero los que queremos ser novelistas nos convertimos en putas. Sí, en personas públicas que nos vendemos de plaza en plaza y de feria del libro en feria del libro. Si una novela no se da a conocer en presentaciones en librerías, en entrevistas de los medios de comunicación, o con publicidad similar a la de un champú o un coche, entonces el gran público, al que se pretende llegar, no sabe que existe. Y si no existes no te leen.

Una novela se parece más a una producción cinematográfica que a un libro de poemas. Es una inversión empresarial que se necesita rentabilizar para poder tener continuidad. Siempre habrá fracasos, siempre saldrán a la luz obras que no merezcan la pena, pero un novelista necesita decir qué es lo que escribe para encontrar a los lectores a los que pueda interesar. Hay lectores de novela que buscan la novela negra, la romántica, la novela gótica, la erótica, la de aventuras, la histórica. O los que buscan un autor que una vez les gustó en una anterior lectura.

Desde luego que el sueño de cualquier escritor es que se le reconozca su obra y pasar a la posteridad. Trascender su vida dejando huella en generaciones posteriores. Pero, ¿quién tiene garantizado que por su calidad indiscutible pasará a la posteridad? Nadie. La historia está repleta de grandes celebridades en su tiempo, que se creían en la cumbre de la calidad, que eran reconocidos como indiscutibles figuras, pero que a raíz de que murieron nadie continuó leyéndolos y el polvo del tiempo acabó por enterrarlos. ¿Ejemplos? Numerosos.  Pero como muestra un botón: José de Echegaray (1832-1916) fue un literato ampliamente valorado en su época, miembro de la Real Academia de la Lengua y de las Ciencias, diputado en la I República, fundador del Partido Republicano Progresista, literato de gran éxito con sus obras de teatro que, incluso, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1904, pero al que hoy en día casi nadie recuerda, a excepción de los estudiosos especializados. Basta con citar los títulos de sus obras dramáticas más importantes para comprobar que nadie las conoce hoy en día: La esposa del vengador, Mancha que limpia, El gran galeote, El loco Dios o Mariana. Sin embargo en todas las recopilaciones de Literatura Española, incluso en los niveles académicos más elementales se incluyen las obras Valle Inclán, en parte coetáneo suyo, que no fue Premio Nobel, ni tuvo tantos títulos, pero que con su obra dramática Luces de Bohemia ha tapado a todo el teatro del olvidado Echegaray, que se creyó el Rey del Mambo –es una metáfora, claro, que no sé si entonces existía esta composición musical–, pensando que de sí se guardaría eterno recuerdo y que nunca se enterará de que sus maracas dejaron de sonar.

Y lo mismo ocurre al contrario. Figuras que pasaron desapercibidas en su tiempo, más tarde fueron rescatadas y pasaron a los anales de los grandes autores. Ahora se me ocurren artistas plásticos: Van Goght o El Greco son ejemplos reseñables.

Así que es estéril discutir si un autor contemporáneo va a pasar a la Historia, o no, por mucha sabiduría literaria que acumule. En primer lugar ninguno lo verá de sí mismo, aunque le hagan una despedida de premio Nobel, como a Cela.

Así que no, a pesar del título de esta entrada no me creo el Rey del Mambo, era solo ironía, pero la actividad que mantenemos los novelistas por encontrar a nuestro público puede chocar con intelectuales de pro, eruditos literarios que piensan que tan sólo por aparecer en los medios nos creemos en la cima de la Literatura. En estos días en que he intentado dejarme ver para “venderme”, tengo como recurrente el ejemplo de Santiago Segura y sus “Torrentes”. Sin calificar la calidad de estas producciones cinematográficas, Segura se sabe vender como nadie. Con su simpatía y sus camisetas publicitarias va a todo aquel lugar al que quieran escucharle y da a conocer su obra. Tan sólo es márquetin, porque quien quiera disfrutar de sus productos tendrá que pasar por taquilla y el autor pretende tan sólo mostrar que su opción cinematográfica está disponible.

Yo no tengo su simpatía, ni soy capaz de realizar la inversión en tiempo y dinero de Santiago Segura para imprimirme unas camisetas con la leyenda de “Lo demás es cosa vana”, acompañado de una foto de la Calle de la Vida y la Muerte. Pero que conste que la idea se me ha pasado locamente por la cabeza, porque necesito, igual que él, que la gente sepa que tengo una novela en el mercado, para que pueda valorar cada uno la opción de comprarla. Me vendo, señoras y señores y me vendo sin rubor, porque estoy satisfecho de lo que he escrito.

Esta ambición de darnos visibilidad que tenemos los novelistas –conozco a otros amigos novelistas que lo hacen infinitamente mejor que yo– lleva a los malentendidos mencionados por los cuales hay quien nos creen soberbios o acaparadores.

En una ciudad pequeña, como la que vivo –y me gustaría que no me echaran– sé que algunos pueden pensar que me creo el Rey del Mambo, la cumbre de la literatura, tan sólo porque he dado a conocer mi novela a los medios. Y no es así. No busco una posición social o institucional con el estatus de escritor, tan sólo busco una notoriedad que lleve a los potenciales lectores a conocer que en el mercado hay una novela histórica que puede gustarles. Punto.


Yo no he pagado un solo euro porque editaran mi novela, una editorial ha corrido con los gastos y el riesgo, pero respeto a quien sí se paga su edición, porque tan sólo ha realizado una inversión económica para dar a conocer su obra, sacándola a la luz, con la opción del éxito o del riesgo a que la critiquen y la hundan si no tiene méritos suficientes.

No le tengo ningún miedo a que me hagan una crítica, porque no sería bueno que algo le gustase a todo el mundo, ya que eso querría decir que es anodino, que no tiene sustancia ni carácter. Las críticas de alguien que ha leído mi novela las respeto, por algo ha empleado su tiempo y dinero en ello, pero me duelen las descalificaciones que proceden de la ignorancia y de los prejuicios.

Pido perdón al final de esta entrada, porque a fin de cuentas su principal función es terapéutica. Espero que, además, a alguien le haya servido para reflexionar y para perdonarnos la vida a los “reyes del mambo”.

Lady's and Gentleman, this is 'Mambo No. 5'

1, 2, 3, 4, 5,
Everybody's in the car, so come on let's ride
To the liquor store around the corner
The boys say they want some ginger juice
But they really don't wanna
Here boys ...
I must stay deep his talk is cheap
I Like Angela, Pamela, Sandra and Rita
And as I continue, you know they're gettin' sweeter
So what can I do, I really beg you my Lord
To me it's fun, it's just like a sport
Anything's fly, is all good.
Let me drop here, let's say, my trumpet.

[Chorus]
A little bit of Monica in my life
A little bit of Erica by my side
A little bit of Rita is all I need
A little bit of Gina is what I see
A little bit of Sandra in the sun
A little bit of Mary all night long
A little bit of Jessica here I am
A little bit of you makes me your man

Mambo No. 5

Jump up and down and move it all around
Shake your hand to the sound
Put your hand on the ground
Take one step left and one step right
On to the front and one to the side
Clap your hands ones and clap your hands twice
And if it look like this you're doing it right

[Chorus]

All Right!

All Right!

Trumpet, a trumpet

Mambo No. 5

[End]

I do, I do fall in love with a girl like you
You can't run and you can't hide
You and me are gonna touch the sky

Mambo No. 5

All Right!

Lou Bega

Fuente: musica.com


lunes, 19 de mayo de 2014

Tríptico negro (relato monocromo)


1) El homicida

YO no me considero alguien violento y, sin embargo, acabo de matar a dos personas. Sé que debo sufrir lo que la ley me imponga, pero más sufrimiento llevaré al cargar con la culpa y la responsabilidad de segar dos vidas, jóvenes aún.
Yo jamás le había puesto la mano encima a mi mujer, nunca le había pegado, ni siquiera la había maltratado de palabra. Nos amábamos. O eso creí yo.
Me amargan las lágrimas de lo que llevo llorado y me aterra lo que aún me queda por llorar… Si pudiera volver todo para atrás y rectificar lo que sucedió… Sin duda todo sería diferente, sufriría la infidelidad y la ruptura de mi matrimonio, mejor que sufrir estas muertes.
Lo siento, lo siento, lo siento mucho. Pido perdón a mis suegros y a mis hijos, pido perdón a los familiares de Sergio, pido perdón a todo el mundo. He matado… Pero, sobre todo, he desgraciado mi vida.
Que nadie diga “yo eso jamás lo haría”, porque eso me decía yo. Siempre fui pacífico y pacifista y me juré que jamás haría daño a nadie… Y lo he hecho.
El azar, la oportunidad, nos convierte en asesinos a cualquiera de nosotros, basta con llevar por casualidad un arma en la mano, tener una afrenta delante y unos segundos de locura, para desgraciar tres vidas, las de los muertos y la del matador.
Si no se hubiera dado la casualidad de que llevaba un cuchillo en la mano… En mala hora me pidió Laura que lo llevara a afilar a la cuchillería de la esquina. En mala hora pensó Laura que lo haría al salir del trabajo, en mala hora invitó a Sergio a casa y en mala hora no le dije yo a Laura que esa tarde no tenía trabajo, porque el jefe debía acudir al velatorio de un familiar. En malísima hora fui eficiente, bajando a afilar el cuchillo carnicero que nos debía servir para trinchar el pavo de la fiesta del fin de semana y no le dije a Laura que regresaba en unos minutos.
Le juro que yo no sabía nada. Desconocía que mi mujer me ponía los cuernos con mi mejor amigo. Fue una sorpresa inesperada el pillarlos traicionándome. Todo se me vino abajo, mi mundo se había roto de repente y lo que ocurrió a continuación, casi no sé explicarlo pues se debió a un momento de locura.
Lo siento, señor comisario. Abrí la puerta y los encontré desnudos en mi dormitorio. Mi primera reacción fue marcharme, pero ella me insultó. Me llamó cornudo y me dijo que ya que lo había descubierto que me marchara y los dejara ser felices. Traidora, la llamé yo y fue cuando Sergio, obscenamente desnudo, saltó de mi cama y me empujó fuera de mi dormitorio… No sé cómo ocurrió, llevaba el cuchillo en la mano derecha envuelto en un papel de periódico y le asesté… no sé cuantas puñaladas a Sergio… Laura se abalanzó sobre mí y al pronto la vi en el suelo llena de sangre… Pensé que la sangre no era suya, que era de Sergio…
No sé cómo ocurrió, usted me pide que deje escrita mi versión, y eso he hecho. La locura me cegó. Me niego a creer que yo fuera el causante de aquel horror… Lo siento… Lo siento… Lo siento…

2) El amigo

siempre has sido un hombre prudente. Nadie diría que serías capaz de hacer lo algo tan terrible, aunque recuerdo una ocasión en que me dijiste:
–Como los vuelva a ver juntos los mato, te juro que los mato –lo dijiste con los ojos inyectados de rabia y, a pesar de todo, no te creí, no quise creerte. No pensé que fueras capaz de hacerlo. Llevabas mucho tiempo sospechando de tu amigo Sergio. Detalles. Cuando le hablabas de Laura, tu mujer, le veías reaccionar de forma incómoda, así que directamente fuiste y le dijiste a ella:
–Acabo de ver a tu amigo… –dejaste en suspenso la última palabra, acentuando su pronunciación– Sergio –concluiste con la misma entonación.
–¿Qué amigo mío? Sergio es tu mejor amigo desde que eráis niños, ¿por qué me dices eso? –señaló ella.
–¿Mi mejor amigo? –contestaste con sorna y muy mala sangre–. Si fuera mi mejor amigo, no se vería a solas contigo… –Tuviste un arrebato de cólera que casi te lleva a la violencia. Violencia que habías utilizado en otras ocasiones por motivos menos importantes. No sería la primera vez que le hubieras puesto morado un ojo a Laura.
–No, por favor, no empieces –lloró ella–. Te juro que entre Sergio y yo no hay nada. Tan sólo lo he visto una vez sin que tú estuvieras delante. Me lo encontré en la calle y me invitó a un café. Estuvo correcto. Te lo juro. No, no me pegues… –volvió a llorar, como una zorra.
“Puta”. Pensaste, pero te contuviste. No tenías pruebas. Pero ibas a conseguirlas y para ello necesitabas calmarte. Te alegraste de que tu primera reacción fuera contenida y lograras controlar tu carácter tan… Violento. Pero, ¿qué tiene un hombre si le falta el carácter? ¿Acaso la hombría no es el mejor atractivo para las mujeres?
Trazaste un plan. Los descubrirías y, cuando estuvieras seguro, la enviarías a ella a vivir con su madre. No volverías a verla… Se irían ella y también sus dos asquerosos hijos, que a saber si eran tuyos o del imbécil de Sergio.
Y lo lograste. La paciencia te convirtió en un triunfador, controlando tu carácter. La hacías creer que ibas a trabajar, sin saber ella que tu jefe cerraba el taller por las tardes, debido a la poca faena que teníais. Y vigilabas el portal, comprobando cómo Sergio llegaba todas las tardes a tu casa, subía, y pasaba dos horas con Laura… ¿Qué hacían en ese tiempo? ¿Qué iban a estar haciendo cuando ella te negaba que lo estuviera viendo a escondidas?
Mala suerte fue que ella te enviara a afilar el cuchillo y peor suerte tuviste cuando, olvidando la visita rutinaria de Sergio, entraste en tu casa con el maldito arma de la mano… A pesar de todo, nada hubiera sucedido si ellos no se ponen tan agresivos… Si no te hubieran insultado tanto… Si no te hubieran sacado de quicio… Si no tuvieras, por azar, el cuchillo envuelto en un periódico.
¿Eres culpable? Sinceramente creo que no, que fueron las circunstancias y la mala suerte.

3) El policía

ÉL no era trigo limpio –le dijo el inspector García al comisario.
–¿Por qué lo dices? ­–respondió este con impaciencia.
Aparte del comisario, sólo el inspector García estaba en el despacho del primero. El comisario le hizo un gesto con la mano y García se sentó enfrente. El despacho no era muy grande y dos de sus paredes estaban acristaladas, ofreciendo cierta intimidad para las conversaciones, aunque del otro lado se veía una sala grande llena de mesas y de gente trabajando.
–Tenemos ya el resultado de nuestra investigación y se confirma la primera hipótesis –dijo García.
–Explícate.
–El cuchillo era nuevo. Yo mismo hablé con el dependiente de la cuchillería que se lo vendió. Y no, no era la cuchillería de la esquina, donde se supone había ido a afilar uno de su propiedad, sino una que está a dos paradas de autobús.
–Más datos García –el comisario se impacientaba, su gesto era intransigente, como si le molestara que su hombre se extendiera en explicaciones vagas.
–Hablé con todos los vecinos y con la gente del barrio –García comenzó a sudar–. Encontré a un vecino que vio al homicida tomar la línea "3", que tiene una parada en la misma puerta del domicilio del matrimonio. Tomé ese autobús y logré que el conductor reconociera la foto del acusado, lo notó nervioso y me dijo en qué parada bajó. Me bajé en esa parada y, paseando por las cercanías, vi una cuchillería y se me iluminó la mente, ocurriéndoseme una posibilidad. Pregunté, mostrando la foto, y el dependiente recordó perfectamente la cara del acusado… ¿Me comprende…?
–¿Qué comprendo, García? Deje la retórica y hable claro.
–Su cara no es muy corriente. El dependiente, le decía, me aseguró que el tipo mal encarado compró un cuchillo nuevo, carnicero y de grandes dimensiones. Pagó y se marchó. El comerciante quedó un poco impresionado porque su comportamiento no era normal, estaba nervioso y rabioso, son palabras textuales, por eso se fijó en él. Todo ocurrió como media hora antes del doble asesinato.
–¿Está dispuesto a declarar ese dependiente?
–Letra por letra lo que le acabo de detallar.
–Pues le pasamos las actuaciones al juez y listo. Por mi parte está todo muy claro. Con tantas mentiras no hay más vueltas que darle.
–Hay más. Contamos también con la declaración de un amigo del homicida, que nos ha contado que éste sí sabía de la relación extramatrimonial de los asesinados, desde hace más de un año. Y que todo lo calló porque quería pillarlos in fraganti. No hay duda, todo estaba premeditado desde hace tiempo. Llevaba unos días haciendo creer a su mujer que trabajaba por las tardes, cuando he comprobado que el taller estaba cerrado desde un mes antes de los homicidios.
–¿Algo más?
–Sí. Sabemos por otro testigo, confidente nuestro, que el homicida estuvo preguntando por los bajos fondos la forma de comprar un revólver.
–Ya. No me cuentes más, García. Debía hacerlo pasar todo por un arrebato de celos repentino y a última hora se decidió por el cuchillo, que es más justificable que una pistola para que no pareciera premeditado.
–Así es, comisario. Y otra cosa, la vecina, la que oyó los gritos, ha declarado que sólo se le oía a él, al marido, que no dejaba de gritar “puta” y “os voy a matar a los dos”. Por mi parte podemos dar por cerradas las pesquisas. No ha sido homicidio, clarísimamente es un doble asesinato, planificado y ejecutado fríamente.
–Enhorabuena, García. Prepara un informe detallado, añadiendo las declaraciones por escrito de los testigos.
García sonrió, pues el rostro del comisario se había relajado.