lunes, 28 de agosto de 2017

La Sagrada Familia de Gaudí

Todos estamos horrorizados por los atentados recientes en Cataluña, al igual que lo hemos estado por el terrorismo que hemos sufrido anteriormente y nos espantaremos por el que sin duda vendrá. El TODOS implica a las personas de buena voluntad, sean cristianas, musulmanas, judías, budistas… o ateas, excluyendo el pequeño núcleo de intransigentes. De ese grupo de TODOS, la mayoría hemos sido solidarios y una minoría lo ha utilizado mezquinamente de forma política, como ha ocurrido en anteriores ocasiones (11M, Miguel Ángel Blanco, etc.). Supongo que contra esto no tenemos remedio.

Mi particular homenaje va a consistir en publicar aquí unas fotos, sin más comentario, sobre mi visita a Barcelona en 2014, esa hermosa y acogedora ciudad de la que guardo tan buenos recuerdos. Bueno sí, añadiré tan solo unas palabras en idioma español (catalán): NO TINC POR.


























martes, 15 de agosto de 2017

Tebeos en el Renacimiento

El Renacimiento buscó la belleza tomando como medida al ser humano. Estudió proporciones e imitó a la Naturaleza, idealizando los modelos, llegando a lograr la perfección en la representación de la realidad. Pero la narración gráfica es un arte literario y no plástico, que únicamente utiliza la imagen como herramienta narrativa, no siendo un fin en sí misma.

A pesar de todo existió también narrativa gráfica en el Renacimiento, que intentaré ilustrar con unos pocos ejemplos. No será tan llamativa como en la Edad Media, cuando el afán narrativo se hacía obsesivo para aleccionar a una sociedad mayoritariamente analfabeta.

En la pintura del Quattrocento hay auténticos hallazgos como en el Tributo de la Moneda. Es un fresco de Masaccio realizado en el primer tercio del siglo XV. Aunque a primera vista parezca una sola imagen es una completa narración gráfica, que funde sobre un fondo-escenario tres momentos sucesivos. Leamos lo que nos cuenta el autor en el orden que él nos propone. La vista acudirá en primer lugar al grupo de figuras centrales. En este conjunto de rostros individualizados destaca Cristo de entre sus apóstoles, todos ellos con el aura de santidad que pervive de las representaciones medievales, aunque ahora ocupe espacio físico y se vea en perspectiva, cual si fuera un sombrero. A la izquierda de Jesús está el “malvado” recaudador de impuestos que pone al Señor en una disyuntiva espinosa, pues si no paga significa que se rebela contra Roma y si paga se está sometiendo al Imperio Romano en lugar de liberar a los judíos, que es lo que ellos esperaban del Mesías. Cristo está vuelto hacia Pedro a quién insta a cumplir la obligación tributaria y para ello señala hacia el lago. La desorientación del apóstol, señalando en la misma dirección, hace que la vista del observador se dirija hacia ese lugar donde, ¡oh sorpresa!, se encuentra de nuevo San Pedro repetido, que ha obedecido a su patrón y manipula un pescado a orillas del lago. Esta es la segunda escena que ocurre a continuación de la primera. Nos dice la Historia Sagrada que Pedro extrajo una moneda del pez muerto de forma milagrosa y eso es lo que se nos pinta. Ya sólo nos queda la zona derecha del cuadro y ahí están de nuevo Pedro y el recaudador de impuestos, los dos repetidos en la tercera acción y encuadrados ahora en un marco arquitectónico, que implica un desplazamiento geográfico. El apóstol está cumpliendo la voluntad de Jesús y pagando el tributo de la moneda. Podemos pensar que a esta histoira le falta algo para ser comprendida, pero eso nos pasa a nosotros, en el siglo XXI, que ignoramos en gran parte la Historia Sagarada. La gente a la que iba dirigida la conocía de sobra y no necesitaba inguna explicación para interpretar las escenas que descubría de forma intuitiva. La moraleja es conocida: a Dios lo que es de Dios y a Roma lo que es de Roma...

Vayamos ahora a otro de los grandes, El Bosco, en una de sus obras más famosas, El Juicio Final, fijándonos en su famoso tebeo La Expulsión del Paraíso. El Bosco hace algo parecido a Masaccio, funde tres escenas sobre un mismo fondo paisajístico, pero ahora se leen de abajo a arriba y de izquierda a derecha: la creación de Eva a partir de una costilla de Adán, la representación de la “voluble” Eva, engañada por la serpiente, ofreciendo a Adán el fruto del árbol prohibido y la expulsión del Paraíso por un ángel de espada en ristre. Ya ven, otra historia “con moraleja”.

Pero la yuxtaposición de secuencias no siempre se realizó en un mismo cuadro, sino que se realizaron series de cuadros, que debían ser leídos en un orden determinado y, entonces, narraban una historia y, si no, no se comprendían. Así uno de los mejores estudiosos de la perspectiva del Quattrocento, Paolo Ucello, pinta El Milagro de la Hostia profanada, que consta de seis tablas realizadas entre 1465 y 1469 y relata un cuento medieval, de tintes racistas para nuestros ojos de hoy, pero muy representativo de la cultura de su tiempo. En el primer cuadro —podemos llamarlo sin equivocarnos viñeta— una mujer está vendiendo una hostia a un mercader judío en su establecimiento comercial, el cual tiene la secreta intención de quemarla. En la siguiente, en la zona izquierda de la imagen, el mercader y su familia miran asustados el resultado de la profanación ya realizada: De la chimenea parte un reguero de sangre procedente de la hostia. En la zona derecha de la viñeta, por fuera de la casa, están unos soldados intentando derribar la puerta para detener a los deicidas. El recurso usado por el autor es modernísimo pues nos ofrece a un lado el interior de la estancia y en el otro el exterior, atravesando el muro con la vista, como si fuera un escenario. Cuando en el siglo XX hicieron lo mismo en una historieta, o en el cine, pensaron sin duda que acababan de inventarlo. En la tercera viñeta se realiza una procesión que culmina en un altar donde se consagra de nuevo la hostia. En la cuarta, la pecadora mujer, que vendió la hostia, va a ser castigada por unos soldados, pero un ángel desciende de los cielos para interceder por ella… Claro, ¡era cristiana! En la viñeta quinta el pérfido judío es quemado en la hoguera junto a su mujer ¡y sus dos hijos! En la última viñeta la pecadora protagonista, una vez muerta, yace ante el altar donde se reconsagró la hostia y dos ángeles se pelean con dos demonios por su cadáver. Fin y otra moraleja.

Acabemos con uno de los autores cimeros del Arte Universal, que hizo un maravilloso tebeo que está en el Museo del Prado. Boticelli pintó una serie de 4 tablas que iban insertadas en un mueble de madera, que fue regalo del enlace matrimonial entre los hijos de las poderosas familias florentinas Pucci y Bini en 1483. Tres tablas se conservan en el Prado y la última en el palacio Pucci de Florencia. La historia de Nastaglio degli Onesti es una adaptación de la octava novella de la quinta jornada del Decamerón de Bocaccio. O sea, una adaptación al cómic de una novela, como se hace hoy en día. En esencia relata la visión mágica, repetida hasta la saciedad, de la muerte de una joven que “ha tenido la osadía” de rechazar a su guapo y rico pretendiente… Les recuerdo que el autor del cuento es Bocaccio. Veamos ahora la adaptación. Las tres primeras tablas contienen varias secuencias cada una, sobre un mismo fondo, que son los paisajes de la ciudad de Rávena donde transcurren los hechos. En la primera viñeta el joven Nastagio degli Onesti pasea por el bosque, cabizbajo ante la decepcionante negativa de su pretendida a contraer matrimonio. En el centro de la imagen aparece otra vez el protagonista, luchando contra unos perros que atacan a una mujer desnuda, que no es otra que su amada y que inútilmente intenta escapar de la tortura. A la derecha aparece un jinete que persigue a la dama, espada en ristre. En la segunda viñeta Nastagio retrocede horrorizado por lo que está presenciando, el caballero está extrayendo las vísceras del cadáver de la mujer, para echárselas a los perros, los cuales ya se las comen a la derecha de la imagen. Al fondo de la misma viñeta hay una escena más y es la repetición de la secuencia del caballero persiguiendo a la joven desnuda. Con una argucia tan inteligentemente nos cuenta Boticelli que la escena no es algo real, sino que tan solo es una visión que se repite nada más acabar, ya que sería imposible perseguir y matar más de una vez a la misma persona. En la tercera viñeta el escenario es un banquete campestre entre las familias de los enamorados. Nastagio ha organizado el banquete en el mismo lugar donde se reproduce incansablemente la espantosa escena para darla a conocer. Aunque también es un guiño a los pretendientes, Bini y Pucci, cuyos escudos familiares cuelgan de los árboles. Y ahí está Natagio, en medio, explicando lo que están viendo todos los comensales, totalmente horrorizados, pues por la derecha de la escena llega la joven desnuda, cayendo víctima de las dentelladas caninas con su perpetuo perseguidor a caballo, que irrumpe violentamente. ¡Cualquiera se sigue negando a casar! La última viñeta presenta el desenlace que, naturalmente, es el banquete nupcial de la peculiar pareja, celebrado en el campo, aunque entre arquitecturas renacentistas.

Hay quien en estos ejemplos ha visto arte plástico, yo veo narraciones gráficas, tebeos. Quitémonos las legañas.