domingo, 31 de enero de 2016

El material con el que se fabrican los sueños

La metáfora del título quiere hacer referencia a los elementos materiales con los que se fabrican las obras artísticas. No es algo tan sencillo como a simple vista parece: ¿La literatura precisa de la escritura? Si me respondes que sí, entonces te repregunto ¿dónde dejamos pues la literatura oral? Recordemos que cuando la Biblia se puso negro sobre blanco, fue tratando de fijar unos textos que llevaban siglos existiendo sin base material. ¿Durante esos siglos no era literatura? Otro ejemplo similar es el romancero medieval. En cuanto a otras artes, ¿la pintura debe ser “pintura” sobre un soporte liso? ¿Las perfomances son escultura?

Aquí lo que me interesa es precisar con qué materiales podemos realizar las narraciones gráficas, los tebeos. ¿Deben ser dibujos y estar impresos en libros o revistas? Si la respuesta fuera sí, no tendría sentido dedicar más tiempo al asunto. Pero, claro, la respuesta es no.

Yo creo que la historia de la narrativa gráfica hoy en día está un poco más clara, pero aún hay quien insiste en que genuinamente esta forma de expresión no apareció hasta finales del siglo XIX, cuando la prensa norteamericana quiso atraerse a las masas de inmigrantes iletrados para vender periódicos contándoles historietas con dibujos, que no precisaban un conocimiento elevado del idioma. Las llamaron comic strip.

Empezaron desde entonces a ser conscientes de que los dibujos podían contar cosas si se disponían en secuencias sucesivas y descubrieron además que hablaban si se añadía texto escrito y “sonaban” con las onomatopeyas. Creyeron haber descubierto algo nuevo, pero todo eso anteriormente se había realizado de una manera inadvertida y camuflada en otros lenguajes plásticos, por lo que la prensa norteamericana no inventó ni la sucesión de escenas coherentes, ni los bocadillos, ni las viñetas, ni las líneas cinéticas.



Una narración gráfica no consiste en la agrupación del diálogo y la imagen en un solo cuadro, sino en una sucesión coherente de imágenes que tengan intención narrativa, a la que se le pueden añadir, o no, para que gane expresividad, el diálogo en bocadillos y otros convencionalismos. No es preciso que esté impreso en un libro o revista y ni siquiera se necesita que sea un dibujo, puede ser un montaje fotográfico, un bajorrelieve o un tapiz.

Sí, he hablado de bajorrelieve, que no es escultura, sino pintura.

El lenguaje escultórico se basa en la forma espacial, su esencia son las tres dimensiones; una escultura debe poder recorrerse, rodeando la obra al menos en parte, con lo cual cambia, en mayor o menor medida, la impresión obtenida con distintos puntos de vista. Pero un bajorrelieve está creado para ser observado desde un único punto de vista, al igual que una pintura. La escultura comparte su característica tridimensional con la arquitectura únicamente. La piedra de un sarcófago paleocristiano, el bronce del contrachapado de una puerta renacentista o la madera de la sillería del coro de una catedral española pretenden valores pictóricos no volumétricos. Ahí va un ejemplo evidente: Las Puertas del Paraíso del Baptisterio de la Catedral de Florencia, realizadas magistralmente por Ghiberti, “dibujan” escenas bíblicas observables como si fueran pinturas, no esculturas. Por tanto los bajorrelieves no debieran catalogarse como esculturas, porque su esencia es diferente, ya que no son más que obra pictórica realizada con cincel.


El volumen que posee una de estas realizaciones no lo tiene para ocupar tridimensionalmente el espacio, sino para dibujar con la luz, a base de claroscuros y texturas, lo que se quiere representar. Si no, dónde estaría la frontera entre el bajorrelieve y la pintura matérica del siglo XX, que pegaba en los lienzos telas, arena y el más diverso material con volumen, para lograr composiciones abstractas, que no dejan de ser pictóricas a pesar de crear sombras sobre el cuadro por su resalte. Otro ejemplo, cuando se inventó la escritura, hace unos cinco mil años en Mesopotamia, se escribía en unas tablillas de madera recubiertas de arcilla y se hacía con un punzón que trazaba un surco, con relieve naturalmente, siendo la luz a través de los claroscuros que producía sobre la arcilla la que les permitía leer los textos. ¿Es esto escultura o escritura?

Quienes consideran que la Narrativa gráfica nació en 1896, como mucho aceptan que todo lo anterior a esa fecha no es más que protohistoria, unos precedentes que quieren ser aunque no pueden. Pero eso no es cierto, no se puede estar casi embarazada, o se está o no se está. Si la narración gráfica consiste en una secuencia coherente de imágenes plásticas que cuenten una historia literaria, se necesita una revisión de la Historia del Arte desde nuevas perspectivas, sin prejuicios en cuanto a los materiales en que esté realizada. Esta revisión con nuevos ojos debería hacerse a pie de obra, observando en su extensión completa el planteamiento que hicieron los autores y si ésta era meramente plástica o intentaban narrar algo acumulando imágenes.

Esto quedará perfectamente ilustrado con el siguiente ejemplo. Entrando por la puerta oeste de la magnífica basílica de San Vicente, en la ciudad de Ávila, levantada entre los siglos XII y XIV, veremos varias representaciones escultóricas. Por encima del espléndido parteluz, dedicado a la figura de Cristo, y de las jambas con imágenes de apóstoles, está el tímpano con una representación gráfica que no puede ser entendida más que como un tebeo medieval.




La historia se narra con dos secuencias y el tema, de sobra conocido por la gente de la época, es la parábola de Lázaro y el rico Epulón. Cuenta esta parábola como un hombre pobre, llamado Lázaro y que estaba cubierto de llagas que los perros lamían por compasión, estaba sentado al pie de la mesa donde el rico Epulón se daba un ostentoso banquete, pretendiendo comer de lo que cayera al suelo. Esto es lo que se representa fielmente en la primera escena. La segunda imagen cierra la historia escenificando la muerte de ambos personajes, que tendrán destinos diferentes, el rico es enterrado con todo lujo, pero le esperan los tormentos del infierno, y el pobre está rodeado de ángeles, pues vivirá eternamente en la Gloria. Si desgajamos una escena de la otra no tendremos nada, porque nada significa cada secuencia por separado, y si las leemos en desorden dificultaríamos su comprensión, ya que rompemos la lógica de la narración. Pero una Historia del Arte al uso resaltaría los valores naturalistas de la “escultura” románica tardía y nos daría la fotografía de una sola de las secuencias, la que le pareciera más expresiva al descuartizador de turno. Por ello, si no la hubiéramos visto in situ, nunca hubiéramos conocido la verdadera intención del artista, o de quien le encargó el trabajo.

Y no podemos dejar este ejemplo, sin entrar en la basílica mencionada, ya que dentro está otra magnífica narración gráfica, que será la

Recomendación: Cenotafio de los mártires Vicente, Sabina y Cristeta, Basílica de San Vicente, Ávila




Es  una de las mejores realizaciones escultóricas de todo el Románico español, que cuenta con un excelente pantocrátor, pero que también incorpora una narración gráfica en bajorrelieve, la cual con una restauración, realizada en 2007, ha recuperado una lujosa policromía que le hace asemejarse aún más a nuestros tebeos. Las escenas, separadas por un marco arquitectónico van contando la leyenda de Vicente, joven encarcelado por el prefecto Daciano a comienzos del siglo IV en Ébora, la actual Talavera de la Reina, para hacerle renegar de su fe cristiana. Logró huir con la ayuda de sus hermanas, Sabina y Cristeta y, huyendo, llegaron los tres a Ávila donde fueron alcanzados por las tropas romanas y aquí fueron martirizados. Un judío, que observó el martirio, se burló de las víctimas que habían sido tiradas a las afueras de la ciudad, en una pendiente donde se arrojaban las basuras. Cuando iba a profanar los cadáveres surgió una gran serpiente que estuvo a punto de matarlo. “Naturalmente” el judío se arrepintió de su acción, se convirtió al cristianismo y construyó una primera iglesia de la que aún quedan restos bajo la actual basílica. Hoy podemos observar la belleza de las imágenes que nos relatan esta leyenda sin necesidad de añadidos textuales, en un incipiente naturalismo que caracteriza la transición al Gótico. Y queda apuntar algo extraordinario: un intelectual de contrastado prestigio internacional, como Umberto Eco, que además es un experto en lenguajes icónicos y lector confeso de narraciones gráficas, ha dejado dicho de este magnífico cenotafio que es la primera muestra de cómic europeo. A un abulense, como yo, le enorgullece una afirmación de tal calado, aunque en el fondo no la comparta, ya que existen ejemplos de tebeos anteriores, pero, sin lugar a dudas, sí se trata de una de las narraciones gráficas más brillantes de la Historia Universal.

viernes, 15 de enero de 2016

La conquista

Pertrechado con los útiles más apropiados y preparado tanto física como psicológicamente, me propuse escalar esa montaña que tanto me atraía. La distancia inicial me permitió observar en conjunto su magnífica belleza, pero el acercamiento a su falda ya presentó algunas dificultades.


Las primeras pendientes no resultaron demasiado empinadas, pareciendo que me invitaban a la conquista. Pero, a partir de ahí, afloraron muros graníticos, que me hicieron replantearme la empresa. Únicamente mi preparación y mi firme intención me posibilitaron escalarlos. Cerca de la cumbre, cuando ya veía posible mi victoria, surgieron los peores escollos. La climatología cambiaba del pleno sol al ventisquero en escasos segundos, había nieve resbaladiza, cortantes grietas...


Pero triunfé. Coroné mi empresa, superando con esfuerzo todos los inconvenientes y malos ratos pasados.

Una vez logrado mi propósito, todo fue sumamente placentero. Por la otra vertiente el descenso era suave, internándome en fragosos bosques y verdes llanuras. Me descuidé bañándome en arroyos, pescando o, simplemente, dejando pasar el tiempo recostado al sol. Olvidándome de lo más importante, el trabajo realizado para llegar hasta allí.


Fue entonces cuando, de repente, se abrió ante mí un precipicio inesperado y oscuro. Profundo y pedregoso. Contuve la respiración y miré hacia atrás, dándome cuenta de que la hermosa montaña, mi objetivo vital, quedaba lejana. Bella y distante. Altiva y fría.

Primero pensé que debía comenzar de nuevo y volver a conquistarla, con el fin de no tener que separarme de la mujer de la que me enamoré.

Pero luego me di cuenta de que una relación es cosa de dos, que ella no es un objeto, que me envió señales para que emprendiera mi empresa, que puso tanto de su parte como yo para que estuviéramos juntos y que, si no habíamos logrado la armonía, todo había sido un espejismo.

Me resigné y nos separamos.