El año pasado, en la asociación “La sombra del ciprés”, quisimos conectar con nuestro paisanos con unos relatos cómplices, donde reconocernos desde el sentido del humor y apelando a la nostalgia. Reclamados por la buena
acogida que tuvo, este año sacamos la segunda parte, esperando que, como en el El Quijote, la segunda parte supere a la
primera. Al menos hemos puesto todo nuestro empeño en ello.
Ahora, tal y como hice el año pasado, me propongo hacer un
breve resumen del contenido, para que los posibles lectores sepan lo que van a encontrarse. Para los que quieran hacerse con él, realizaremos su presentación el viernes 22, a las ocho de la tarde, en El Episcopio, donde estáis todos invitados. También estaremos en la Feria del
libro, que se celebra en el Paseo del Rastro desde el día 23 de abril hasta el
3 de mayo.
La magnífica portada de nuevo corre a cargo de nuestra
compañera Gemma Campos, que ha querido versionar de forma amable la descripción que realiza nuestro referente literario, Miguel Delibes, de Ávila nevada en “La
sombra del ciprés es alargada”. Pero hay sorpresa: el interior incluye otras
cuatro espléndidas ilustraciones. No os las podéis perder. Gemma,
además, pondrá la guinda al libro con un sencillo y bello poema “Andariega de
versos”, dedicado a nuestra paisana más universal. Sí, hablo del Universo y no exagero, que somos de Ávila.
Para que nadie se pique, seguiré en la reseña el orden de
autores que tiene el libro.
Comienza Guillermo Buenadicha con “El palacio de las
revolconas engoladas”, curiosa historia que recoge la visita de Felipe II, como
niño consentido, a la ciudad de Ávila, que se hará muy cercana a los tópicos
que de nuestra ciudad tenemos en nuestros días. Su otro relato, “Dónde se habrá
metido esta mujer”, parafrasea al recientemente desaparecido Javier Krahe, para
narrarnos una peculiar cita entre dos jóvenes ¿incompatibles? Je, je… Hay que
leerlo.
Luego me toca a mí, que repaso recuerdos personales con “Abulenses
en la mili”. Todos los que la hicimos, con gusto o sin él, no resistimos la
tentación de hablar de ello y yo he tenido el privilegio de poder contarlo. Mi
otro relato, “El orgullo de enseñar nuestra ciudad”, es ficción, y relata la
odisea de un adolescente al que obligaron sus padres a enseñar la ciudad a unos
parientes andaluces, lo cual no resultará tan sencillo como parecía.
“El gen biográfico” de Carolina Ares, repasa un… ¿Cómo
decirlo…? ¿Defectillo de una ciudad como la nuestra, que consiste en que en
ella habitan personas que conocen los dimes y diretes de cada paisano? Sí, algo
así. Acaba Carolina sacándose una espina que tenemos todos los abulenses, como
es la rivalidad con la ciudad vecina, "Ávila contra Segovia". Aunque las comparaciones son odiosas,
esta es para reír a mandíbula batiente. Siempre que tengamos sentido del humor,
¡que si no…!
José Luis Lázaro repasa sus recuerdos personales de "Los antiguos viernes", que
coincidirán con los de muchos de nosotros. Quien no sea
de Ávila, incluida provincia, no entenderá qué tenían de extraordinarios los viernes,
pero para los abulenses eran algo prodigioso que se repetía semanalmente, con
su mercado de frutas y verduras en El Chico, pero sobre todo con los “americanos”
en el Mercado de Ganados y en el Grande, donde ultimaban los tratos. Termina
José Luis describiéndonos "Las diez fotos más características de Ávila", que todo abulense, como todo turista que se precie, hará en
nuestra ciudad.
A continuación nuestro querido abulense en el exilio Alejandro Pérez
García, con sus “Gritos de despedida”, nos traslada al Arévalo de Álvaro de
Zúñiga, cuando un joven, Fernando “El cartero”, emprende una valiente aventura
en el famoso castillo de la ciudad, abandonado por entonces y del que se decía
estaba habitado por fantasmas.
“La jaula de Mobutu” es un relato costumbrista, con un amable acercamiento a la infancia
de su autora, Begoña Jiménez Canales, que repasa la visita a la ciudad,
recorriendo sus calles y sus comercios, por parte de la familia para
abastecerse de lo que no era posible adquirir en el pueblo. En su segundo relato, "Historias de biblioteca", repasa algunas divertidas anécdotas de la biblioteca pública, cuando la visitan
unos peculiares jubilados.
Javier Asenjo nos describe diferentes parejas. En su primer
relato “Exparejas en la menuda ciudad” nos habla de las dificultades de la
convivencia, cuando los rencores y los malentendidos están a flor de piel. En
su siguiente relato “Nuevos recuerdos” aborda un encuentro poético al pie de la
muralla.
El inefable Carlos Fernández-Alameda nos deja tres relatos. Con
el primero: “¿Doc, dónde aparco el Dolorean en Ávila?”, nos embarca en un viaje
de ciencia ficción donde un manido “a que no te atreves” lleva a los
protagonistas de la famosa saga "Regreso al futuro" a visitar nuestra ciudad. Luego nos cuenta los
avatares de un “Ciclista aficionado en Ávila”; para terminar con un sentido
homenaje a un abulense que dejó honda huella a través de la docencia en muchas
generaciones de abulenses: “Adiós a Tomás Sobrino”.
“Y Ávila vendió su alma al diablo”, según Alfredo Rodríguez,
que nos plantea una peculiar posibilidad, que enreda la cuestión hasta límites
inauditos. Pero ahí no acaba la cosa, ya que Alfredo continúa con “Ávila,
desmitificando la ciudad”, donde se atreve con los estereotipos.
Os recomiendo que no os perdáis ninguno de los relatos reseñados hasta ahora, pero es imperdonable que no leáis: “Llegó la primavera a Ávila”, en el que Paula Velasco en forma de monólogo repasa las peculiaridades del tiempo climático que sobrellevamos los abulenses, ligándolo a la ropa y a las modas… Ya será primavera en el Corte Inglés, pero en Ávila las estaciones son cuatro: verano, invierno, RENFE y autobuses.
El año pasado fue el centenario del nacimiento de nuestra
Santa y este año el centenario del fallecimiento de Cervantes. No sé por qué,
pero algo de la mezcla de ambos tiene el relato de Pablo Garcinuño “Trastorno
del centenario”. Luego Pablo se pone el traje de biólogo, muy limpio él siempre, para
hablarnos del “Yematus abula”, una especie de gusano, insecto o vaya usted a
saber, que se hospeda endogámicamente en los huecos de nuestra muralla.
Ismael López nos deja un sabroso relato de los sinsabores
que nos ha supuesto a muchos el buscar la forma más deseable de salud y consecuentemente tener que pasar
por el intrincado laberinto de apuntarse a un gimnasio. Bueno, apuntarse,
porque lo de asistir de forma periódica ya es otra cosa. No os perdáis “Gimnasios
en Ávila”, os sentiréis retratados.
“Astillas, naúfragas y pichones”, nos plantea César Díez
Serrano, aunque así, a bote pronto, no sabremos lo que quiere decirnos, pero no
me cabe duda de que cualquier abulense que lo lea se verá identificado, o
cuando menos identificará estas “especies” humanas entre sus convecinos. Y no
aclaro más. Termina César con “Factor frío”, dices tú de frío, pero no hay exageración alguna, real como la vida
misma, que esto es Ávila y, ya lo dije antes, las estaciones son cuatro, pero
dos de ellas son de transporte, aunque éstas estén en peligro de extinción. Pero eso es
otra historia.
Y no vamos a acabar con nuestro presidente, sino con el
vicepresidente, Sergio Sánchez, que muy rotundamente afirma que “En Ávila no hay
de nada”. ¿Qué abulense no ha pronunciado esto en numerosas ocasiones? Porque
si no ha llegado a decirlo es que no ha vivido nunca aquí. A pesar de ello, y
de que esto es verdad, no nos cabe duda de que tenemos de todo y aún estamos
orgullosos de enseñárselo a los demás, que es lo que de alguna forma estamos
haciendo con este libro.
Un libro que sin duda os dejará satisfechos, y si descubrís
en él alguna página en blanco no os asustéis, los de Ávila somos así.
Aprovechadlas para escribir en ellas vuestra visión personal del abulensismo.
Y si esto no os parece suficiente, aquí tenéis un enlace al monólogo que nuestro genial
compañero Carlos Fernández-Alameda ha realizado para promocionar este libro.
Si puedes mándame la información por mail: juancar.alirra@gmail.com.
ResponderEliminarNo sé si en alguna de las librerías de Ávila estará disponible.
Saludos.