Un escritor tenía que escribir un cuento y ante la falta de
ideas tan solo pensaba en su estructura. Debía tener un planteamiento, luego un
nudo donde se desarrollase el conflicto y por fin un desenlace que fuese
coherente con el planteamiento. Además debía utilizar economía de recursos
literarios, es decir, pocas descripciones, escasos adjetivos y evitar
conversaciones en estilo directo. Y también potenciar que ocurrieran cosas, a
través de verbos y sustantivos.
No quiso profundizar en ningún tema vivencial ni en
filosofías baratas, así que no le dio importancia al argumento. A pesar de que
el cuento no era para niños, tampoco quiso meterse en tramas violentas o
sexuales.
El planteamiento podría ser cualquier cosa, como por ejemplo
un vendedor ambulante que había dejado de vender, ya que todo el mundo pedía
los productos por Internet y nadie compraba lo que él llevaba con su camioneta de
pueblo en pueblo.
Vale, se dio por satisfecho con esta primera idea. Como
planteamiento, no estaba mal, además de ser un tema actual y de concienciación
social. Ahora había que buscar el conflicto, la trama, el nudo. Podría ser algo
así como que harto de las deudas y la bancarrota a la que estaba abocado,
cansado de pasar hambre, frío y calor por el camino, enfurecido de que nadie
acudiera a su reclamo, decidió acabar con todo y prenderle fuego.
Hizo una pira con todos sus productos en la plaza del pueblo
que visitaba ese día… No es necesario precisar de qué pueblo se trataba, pues
para la trama de este cuento es indiferente. Después de tener todo dispuesto,
lo regó con gasolina, que le sacó a su camioneta, y le prendió fuego. Él mismo sería
parte del espectáculo, iba a acabar sus días con un suicidio épico y se arrimó
a la hoguera con intención de tirarse dentro.
Cojonudo, lo tengo, se dijo el cuentista. Ahora el final, el
desenlace, que tiene que estar a la altura de lo planteado, porque si no, será
un cuento malo.
Pensó, pensó y pensó y como no veía clara la mejor forma de concluir
la historia, se dejó llevar por la primera idea que le surgió: El vendedor no
pudo aguantar el calor de la lumbre por él prendida y no tuvo el valor de
tirarse a las llamas, así que escaldado se apartó. Entonces vio que
prácticamente todo el pueblo estaba alrededor de la hoguera y que le aplaudían
a rabiar. No comprendía nada. O eran ellos los que no entendían el intento
fallido de suicidio. Reparó entonces en que era la Noche de san Juan y que
todos debían haber pensado que se trataba del inicio de la fiesta.
Aquí podía quedar concluido el cuento, por el simbolismo de
que hay que quemar todo lo malo de nuestra vida pasada para iniciar una etapa nueva.
Sería un buen punto y final.
Pero el cuentista no se sintió satisfecho. Supo que eso no
fue lo que pasó en realidad, pues el viajante se quedó sin mercancía y seguiría
con las deudas, además de no tener ya trabajo con el que intentar salir
adelante. Lo que hizo dos días más tarde fue buscar en su teléfono móvil los
contactos para remitir su C.V. a Amazon
y AliExpress.