—¿Julia?
—¡Paula! ¡Qué alegría verte! ¿Qué haces por aquí?
—He venido al centro a comprarme algo de ropa. Para vuestra
boda, claro; que quiero ir bien guapa.
—Pero, si no hace falta… Es decir, que tú vas guapa con
cualquier cosa.
—Para mí es un día importante y quiero destacar… Vamos, tú
me entiendes, el día importante es para Roberto y para ti, pero yo quiero ir bien
guapa. Todo el mundo sabe que él y yo fuimos pareja muchos años y tengo que estar a la
altura de lo elegantes que iréis los dos.
—No dudes que iremos muy elegantes, pero no puedo darte
detalles de mi vestido, ja, ja. Muchas gracias por apuntarte en la lista de
bodas el robot de cocina, que nos hace ilusión. A propósito, ya hemos hecho la
distribución de las mesas y me tienes que decir el nombre de tu pareja.
—Iré sola, no te preocupes.
—No puede ser, querida. Te hemos puesto en una mesa donde
todos son parejas. Si vas sola estarás muy incómoda.
—Incómoda seguro. Es decir, entiéndeme, para mí no va a ser
un trago agradable asistir a la boda de mi ex.
—Paula, querida, pues no te lo pienses. No es necesario que
vengas, no pases un mal rato.
—Bueno, no te preocupes de cómo lo pasaré o la dejaré de
pasar, que es cosa mía.
—Si digo por ti, boba. Sabes que te aprecio y no quiero que
en un día tan feliz haya nadie pasándolo mal. Mira, haremos una cosa, le
diré a Roberto que te he visto y que me has contado que no puedes venir.
Inventaré cualquier excusa, una abuela enferma o algo así. ¿Qué te parece?
—Que mi abuela tiene una salud de hierro y que con esas
cosas no se juega.
—No te lo tomes así, si yo solo pienso en evitarte un mal
trago. No vengas, de verdad, no te veas forzada a estar en una mesa rodeada de
parejas y tú más sola que un seto en una rotonda. Mira, haremos una cosa, para
mostrar tu buena disposición, el robot de cocina lo dejas como regalo, pero no
pases el mal rato de asistir a la boda de tu ex.
—¡Y un cuerno! Si no voy a la boda, no hay regalo. Es más,
como veo que te molesta que vaya, te aseguro que iré. Roberto me ha invitado
personalmente y sé que se alegrará de verme, como siempre se alegra cuando nos
encontramos. Le conozco de sobra. Y no te preocupes por el robot, que como voy
sin pareja os regalaré otra cosa más sencilla, un juego de vasos de wiski. Así,
cuando estéis a solas por la noche, él podrá emborracharse a gusto y no tendrá
que soportarte.
—Oye, guapa, eso sí que no te lo aguanto. Ya no me apetece
nada que vayas a mi boda. Y el robot bien podías dejarlo pagado, para no quedar
como una guarra.
—Mira, te guste o no, iré a la boda de mi ex, porque me sale
de los ovarios, ¿te enteras? Y ya te he dicho que te olvides del robot de
cocina. ¡Ni lo sueñes!
—Irías, si a mí me pareciese bien y que no me lo
parece.
—Pero no te casas con el aire, que es lo que merecías; así
que, mientras quiera Roberto que yo vaya, tú te callas la boca, que la tienes
muy grande.
—Es igual, despídete, Roberto hará lo que yo diga.
—¡Ja, ja, ja! Lo que tú digas, sí, lo que tú digas. Si yo te
contara…
—¿Qué quieres insinuar, pedazo de perra?
—Perra tú, que se te da muy bien ladrar.
—Y morder también se me da bien, guapa. Y que sepas que lo
de guapa es un decir, que nada tiene que ver con la realidad: ¡guapa!
—Morder como una perra, no dudo que lo sepas hacer. Pero ser
cariñosa como un gato, eso ni de lejos, que lo sé de sobra. Que Roberto bien se
ha arrepentido de estar contigo. Pero, claro, ¿cómo se va a echar ahora para
atrás con tu familia de mafiosos guardándote las espaldas?
—¡Asquerosa!
—¿Quieres que te lo cuente? ¿Sabes con quién estuvo ayer por
la tarde tu Roberto?
—Con su hermano, comprándose unos zapatos.
—Ja, ja. Su hermano, sí. Ayer estuvo conmigo, llorando.
—Mentira, solo quieres meter mierda por medio para separarme
de él, so guarra.
—Sí, mentira. Y también es mentira que luego subió a mi
casa. Y que en mi casa nos acostamos.
—Púdrete, asquerosa, que no lo vas a conseguir. Nos
casaremos y vivirá conmigo y no contigo. Es a ti a quien ha dejado y es conmigo
con quien quiere estar. Nos vamos a casar y no se te ocurra aparecer por allí.
Les diré a mis hermanos que estén pendientes y que si te ven aparecer te echen
a patadas.
—No te preocupes, que ya no quiero ir. No voy a presenciar cómo mi Roberto comete el
error de su vida. Ya volverá a buscarme para llorar en mi hombro. ¡Y después
echaremos un polvo!
—Si tus falsedades te consuelan, mejor para ti, que a mí no
me engañas. Todo lo que dices es mentira. Al fin lo conseguí: no vendrás a mi
boda.
—No iré, no. Pero vigila a MI Roberto, que estará buscándome
con los ojos.
—Sueña, guapa, que es gratis. Lo que sé es que, por la noche, lo tendré en mi cama. Y ya pagaste la lista de boda, así que el robot es mío. No pienso devolvértelo.
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