Me dirijo a vosotros, chicos, ya que las mujeres nunca me van a entender. Los más jóvenes tampoco saben lo que es la mili, pues la quitaron hace años, pero para muchas generaciones había un antes y un después: "Que te vas a hacer un hombre, que vas a conocer mundo...". Sí, yo hice la mili, así que supongo que ya soy un hombre, aunque ahora en el ejército haya mujeres; y recorrí mundo, si bien me tocó hacer la mili en Ávila, en casa... ¡Oye, que Ávila también está en el mundo!
Antes de ser hombre, yo era un joven de firmes ideales, que por aquellas fechas se asentaban en el inconformismo, en llevar la contraria, en el pacifismo… Y por tanto debía hacerme objetor de conciencia, así que cuando me llamaron a filas –a tallarse decían– pues...
Por mucho que no lo parezca, sí, soy yo. |
Lo del campamento en Cáceres tiene poco que contar. El
primer día ya estábamos ensayando para el último, pateando la pista de la jura
de bandera. Pero hicimos más, como subir al monte cargados con el CETME –dícese
del fusil antediluviano que utilizábamos–, teóricas de cómo ensartar con la
bayoneta a los enemigos –que yo no sé por qué en lugar de eso, no me enseñaron
a dispararlos a distancia–, tirar una granada detrás de unos montones de arena para
levantar polvo, y esas otras cosas que hacen los soldados, como emborracharse
en la cantina.
Total, que al mes a casita, a defender la patria con horario
de oficina."¿Quién quiere hacer el curso de cabo?" Preguntaron. "Yo mismo". Respondí. Ya metidos en harina, y ya que iba a ser soldado, al menos que me licenciaran de sargento con mi paga de profesional. Un inciso, yo seguía siendo pacifista, pero como iba a llevar un arma en la mano, pensé que mejor mataría enemigos de sargento que de soldado. Entendedme, el homicidio es el mismo, pero los galones son los galones. De todas formas, no tenía a mi admirado Gila para preguntarle sobre esto de matar en la guerra.
Así que me apunté al curso de cabo… Y acabé siendo corneta.
Sí, sí, también soy yo. |
Pero poco a poco fui aprendiendo y el resto de la mili la
pasé en la Academia de Intendencia de la calle Vallespín, tocando diana a los
cadetes y a la tropa, tocando fajina –que no sé cómo la llaman así, ya que
nadie usaba faja para comer–, tocando “a paseo” para mandar a todo el mundo a
paseo, bajando bandera con público y todo, turistas generalmente, y, como
culminación, desfilando por El Grande el día del Corpus… Eso sí, ya tocaba bien,
era “wisa” –es que cada tres meses subíamos de escalafón: quintos, padrecillos,
abuelos y “wisas”, que viene de bisabuelos,
no me preguntéis por qué, pero lo escribíamos así–. Lástima que no hubiera
vuelto mi tío Pepe en esas fechas para presenciar mi progresión. Vamos, tampoco
hay que exagerar, no había alcanzado yo la calidad de un Mozart, que seguro que
si está presente mi tío y pregunta a los oyentes ¿qué tal la ejecución del
muchacho?, nadie le respondería que sí, que me ejecutaran allí mismo, si no que
bastaría con un par de “guantás” bien “das”.
Desde entonces creció mi amor por la música y, en la Semana
Santa, hasta me emociono con la banda de cornetas, y eso que soy agnóstico.
Pero, bueno, también fui soldado siendo pacifista.
Y eso es todo, amigos. Ya veis, no soy un héroe, pero al
menos soy una persona de principios, pues hice la mili sin usar armas. Conseguí
entrar en la banda de música, para practicar ese arte noble, y así me libré de matar
personas ya que, entonces, si hubiera habido alguna guerra, yo les habría
tocado el “tu-tutú” a los enemigos, en lugar de rajarlos la tripa con la
bayoneta. Que, digo yo, ¿no sería más fácil dispararlos desde lejos?
Relato publicado en "El mundo según los abulenses vol.2". La Sombra del Ciprés, 2016, Ávila.
Relato publicado en "El mundo según los abulenses vol.2". La Sombra del Ciprés, 2016, Ávila.
Buena mili, Cristóbal. Yo también la hice, pero sin corneta, sino con bolígrafo y una calculadora eléctrica, con cable y todo. Había que cuadrar los balances de la intendencia. Ya te contaré algún día lo del deber y los haberes. Un abrazo.
ResponderEliminarYo no la hice pero siempre me gustó que me contaran las milis. La mejor la leí en "Ardor Guerrero" de Muñoz Molina.
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