OTRO CUENTO DE NAVIDAD
Este año sí que el belén es verosímil y tiene un aspecto
inmejorable, mejor que ninguno de los que he montado en años anteriores.
Incluso el agua corre por el río y éste tiene un puente. Está todo lleno de
luces dispersas por todo alrededor y el fuego crepita. También hay nieve y
hojas de árbol por el suelo. El único inconveniente es que pasaré frío bajo ese
puente, pues es mi primera Navidad tras el desahucio.
(Inédito)
AVENTURA URBANA
Él estaba perdido en una ciudad desconocida, pero conseguiría
llevar a cabo su misión, pensó que su juventud y sus habilidades acabarían por
conducirlo al lugar de destino. Tenía escrito en unos caracteres ininteligibles
una dirección, sin embargo no quería esforzarse en preguntar a esas gentes que
le miraban como a un ser extraño y que serían incapaces de comprenderle. Se dio
cuenta entonces de que llevaba en la mano la herramienta que le habían
entregado para completar su cometido, pero estimó que no la utilizaría, pues ni
siquiera sabía para qué diantre servía. Así que, con disimulo, la dejó en el
suelo y siguió caminando. Por fin vio en la pared un letrero. Los signos, unos
redondeados, otros picudos y otros cuadrangulares, prácticamente eran idénticos
a los del salvoconducto que llevaba. No cabía duda, había llegado. Levantó la
cabeza del papel y descubrió aquel rostro que le resultaba familiar. Era una
mujer regordeta y madura, de al menos sesenta años. Ella también lo reconoció y
se le acercó gritando:
—Papá, ¿cómo te tengo que decir que no salgas del parque? Puedes
extraviarte¼ ¿Y dónde
has dejado tu bastón?
(Publicado
en “Avilapluma”, Asociación Ávila Abierta, Ávila, noviembre de 2013)
LEÓN
Me llamo, o mejor, me llaman León y aunque algunos piensen que yo
no debería estar hablando lo estoy haciendo. O más precisamente me estoy
expresando, porque hablar, hablar, no hablo, sino que ladro, ya que soy un
perro. Pero ladrando me hago entender perfectamente.
Vivo en la calle, pero no soy un perro callejero, porque tengo
amo, y mi amo tiene una casa, donde dormimos los dos. Yo cómodamente en el
lugar privilegiado que él llama sofá y él… No lo sé con precisión. Se mete en
su cuarto donde tiene un sofá que es plano y ancho, creo que lo llama cama,
aunque no es tan cómodo como el mío.
Nos pasamos el día en la calle, porque mi amo es un músico famoso
y le regala su arte a la gente. Toca un violín, sentado en la silla de ruedas
en la que se desplaza —pienso que es muy vago, porque no se pone nunca en pie y
se aguanta en los brazos para moverse de la silla al sofá—. Mientras toca yo
suelo dormirme plácidamente mecido por su música. ¡Si no fuera por la molestia
del ruido que hace la gente arrojando monedas en una lata que pone en el suelo!
Mi amo es muy bueno conmigo, pero en la calle no todo el mundo es
bueno. Hay un niño malo que pasa todos los días camino del cole que,
disimuladamente, suele arrearme un puntapié, despertándome. Yo lo desprecio, no
haciéndole caso.
Sin embargo hay otro niño que es tan bueno como mi amo. Todos los
días cuando me ve corre a acariciarme el lomo, soltándose de la mano de su
padre, y me obsequia con una galleta de las que sabe que me gustan. Se ríe
mucho y me llama guapo. Él sí que es guapo y bueno. Luisito, le llama su padre,
aunque su apellido no lo entiendo, debe ser extranjero. Un día le oí que le
explicaba su padre a una señora que era “Síndrome de Down”.
(Publicado
en “Certezas”, Pronisa, Ávila, diciembre 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario