¿Qué
es la Narrativa Gráfica?
Algunos
pueden pensar que no hace falta romperse la cabeza, porque está claro que la
Narrativa Gráfica son los tebeos, el comic,
la bande dessinée, el manga… Pero, ¿estamos seguros de que
sabemos de qué hablamos? ¿Un chiste gráfico de una sola viñeta, con su bocadillo,
es un fumetto? Pienso que no, aunque reúna imagen y texto. ¿Es una bande
dessinée el Tapiz de Bayeux? Estoy
convencido de que sí. ¿Es un comic-book un libro con una recopilación de
chistes de un ilustrador? Pues va a ser que no. ¿Una película de dibujos
animados es un manga? Es cine o anime,
no narración ilustrada.
Tapiz
de Bayeux, gran lienzo bordado del siglo XI de casi 70 metros de
largo que relata, mediante una sucesión de imágenes con inscripciones
en latín, los hechos previos a la conquista normanda de Inglaterra,
que culminó con la batalla de Hastings. El original se encuentra en el
Musée de la Tapisserie de Bayeux en Normandía
Todavía hay quien piensa que el cómic nació cuando a
alguien se le ocurrió juntar un dibujo y un texto. Y está en un grave error.
Para tener las cosas claras, resolvamos la cuestión con cuatro sencillas
preguntas. Comencemos por la más importante.
¿Una sola imagen basta?
Una sola imagen es incapaz de narrar una historia,
aunque una sola imagen puede expresar más de lo que contiene. Un ejemplo, el
cuadro Las Hilanderas de Velázquez representa un taller de hilado,
con unas operarias en primer término y unas clientas al fondo observando unos
tapices. Pero Velázquez cuenta mucho más que eso, pues hace un guiño a la
mitología. Si damos la vuelta a la interpretación y destacamos la escena del
fondo como principal, tendremos otra lectura. La mitología cuenta que la diosa
Palas, que pregonaba ser la mejor hilandera del mundo, retó a una artesana muy
hábil, Aracne, a hacer un tapiz más bello que ella. Aracne tuvo la osadía de
representar los vicios de los dioses, tejiendo el Rapto de Europa. El
atrevimiento le costó a la orgullosa artesana que Palas la castigara
convirtiéndola en araña para que tejiera toda su vida. Y esa historia la
podemos ver en el cuadro, porque al fondo está Palas levantando el brazo, para
convertir en araña a la desafiante artesana, por delante del tapiz del Rapto
de Europa. Esta escena es observada por unas testigos, que pudieran ser el
jurado del concurso textil, efectuado en un taller que es representado como
escena costumbrista en primer término. Existe la posibilidad de realizar otras
lecturas pues, intencionadamente, el barroco Velázquez no ha querido dejar
claro si Aracne y Palas son personajes del cuadro o están representadas en el
tapiz colgado de la pared.
Las
Hilanderas. Velázquez. Museo del Prado
¿Nos ha contado
Velázquez una larga historia con una sola imagen? Creo que no, porque esa
historia que deducimos no está narrada, simplemente está insinuada; se nos da
pie a que la desarrollemos intelectualmente partiendo de unos conocimientos
previos que debemos tener. Pero la narración la realiza el observador, o
alguien que le explica a ese observador lo que otros han vislumbrado.
Para que exista una narración gráfica tienen que
ser las imágenes las que desarrollen la historia, y eso es imposible hacerlo
con una sola viñeta; por tanto tiene que haber una secuencia de figuraciones,
lógicas y consecutivas, que nos informen de algo; tienen que existir,
imperativamente, al menos dos.
¿Es necesario que
exista texto u otros convencionalismos?
El texto no se
necesita, evidentemente, ya que las que narran son las imágenes, pero puede
enriquecer la narración, tanto encerrado en bocadillos -que expresan diálogos
directos- como en cartelas -que dan la voz de un narrador-. Y lo mismo ocurre
con el resto de convencionalismos, como onomatopeyas -que “hacen ruido”- y
líneas cinéticas bordeando figuras en movimiento. Con estos añadidos
conseguimos verlo y oírlo mejor, pero con las secuencias “mudas”,
tenemos suficiente para disfrutar una narración gráfica, que sea perfectamente
legible.
¿Es preciso que
esté publicado?
Es decir, ¿si no pasa por
la imprenta no es un comic? Estoy convencido de que no se necesita
la publicación, porque el hecho de ser publicado no le da carácter, no cambia
el original, y si un original puede leerse, también es una narración gráfica.
Pensemos en un autor que tarda meses, por ejemplo, en publicar una obra que es
genuinamente una figuración narrativa; pero en ese periodo de tiempo ha dejado
los originales a sus amigos para que lo lean. Cada amigo es tan lector de la
obra como los desconocidos que la vean publicada.
Por lo tanto no es
necesaria la publicación para que una larva de narración se convierta en obra
concluida con su difusión impresa. Sin embargo una narración gráfica no pierde
en absoluto, sino que gana con su publicación, porque no solamente aumenta
indefinidamente el número de potenciales lectores, sino que se pueden añadir
los recursos de la impresión mecánica, tramados, colores artificiales, etc.
¿Es imprescindible
definir los materiales de realización?
Es decir, ¿se deben
utilizar exclusivamente papel y tinta? Pero, ¿para qué introducir limitaciones
artificiosas? Si alguien a través de imágenes consecutivas y coherentes tiene
intención de narrarnos algo, ¿para qué vamos a estar excluyendo las que no
cuenten con papel y tinta? Pongamos que un libro tiene dos o más bajorrelieves
escultóricos fotografiados que representan escenas que transmiten información
narrativa, ¿no tenemos un libro que contiene figuración narrativa? Pues si es
narración gráfica para el lector del libro, también lo será para el observador
directo del bajorrelieve esculpido.
Mi conclusión.
Para que exista Narrativa
Gráfica lo único imprescindible es que haya una disposición ordenada de, al
menos, dos imágenes consecutivas y coherentes, que narren o expliquen algo,
independientemente del material en que estén realizadas. Partiendo de este
mínimo se puede enriquecer, si lo quiere el autor, con mayor número de secuencias,
conformando tiras y/o páginas, o añadiendo convencionalismos gráficos, como
palabras, líneas cinéticas y viñetas. No hay que ir a buscar, por tanto, la
unión de imagen y palabra, sino de imagen e imagen y, además, ni siquiera es
necesario que esa sucesión sea de secuencias cronológicamente consecutivas, con
tal de que tengan sentido.
La recomendación: El
invierno del dibujante, de Paco Roca, Astiberri Ediciones, 2010,
Bilbao.
El premiado dibujante
valenciano, Paco Roca, que cuenta en su haber con éxitos como Arrugas oMemorias
de un hombre en pijama, nos recrea “la España de 1957 donde ser
historietista era un oficio”. Un brillante repaso a una ciudad, Barcelona, a
una famosa editorial que tenía un gato por logo y a unos autores de tebeos,
auténticos artistas con trabajo de artesanos que producían la evasión de la
realidad oscura de la dictadura, fundamentalmente dirigida al público infantil
y juvenil. La historia cuenta cómo cinco de los más afamados historietistas se
rebelaron contra un sistema de trabajo esclavista, que les obligaba a
desprenderse de sus dibujos originales y a los consecuentes derechos de autor.
El dibujo sencillo de Paco Roca nos hace vivir esa lejana época, que parece
sacada del NODO, describiendo unos ambientes, que superan el esquematismo para
convertirse en muy reales.
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