Esta semana se cumplen 39 años de la desaparición del
dictador.
Pertenezco a una generación, la de los nacidos en la década
de los sesenta del siglo pasado, que fuimos educados en la sociedad de los
vencedores, donde nos enseñaron una historia manipulada, que hablaba de
destinos imperiales y de reserva espiritual de Europa. Algunos lo creímos de
momento, ya que nuestros mayores no se atrevían a hablar de política y mucho
menos a criticar a los vencedores que tenían la sartén por el mango.
1961
La generación anterior a la mía fueron niños de la guerra y padecieron
las penurias del hambre, la generación precedente a ésta sufrió la guerra en
toda su crueldad. Con el paso del tiempo no voy a hablar de malos y buenos,
pues hubo crímenes en los dos bandos, pero es necesario hacer siempre una
importantísima salvedad. En un bando hubo muchos más crímenes que en el otro,
precisamente en el bando que llevó bajo palio al dictador. Y otra más
importante, el bando que acabó imponiéndose debe llevar la condena de haber
sido el que desató la canallesca guerra de forma premeditada, con una traidora
rebelión a un sistema democrático que también les dejaba gobernar a ellos, pero
que se metió en justas reformas de los pilares que sostenían la sociedad desigual sustentada por una burguesía aristocrática y rural. Esos pilares intocables fueron la
reforma agraria, la militar y, sobre todo, la religiosa y educativa.
1969
Al frente de la nueva sociedad, nacida de la injusticia y la
sangre, se puso un general bobo, de mente simple, que consolidó su poder usando
la mano implacable de la represión. Durante la guerra, hubo penosas batallas en el frente, grandes
matanzas en la retaguardia; después, la soberbia de los vencedores, y encarcelamientos,
torturas y fusilamientos en los años cuarenta, en los cincuenta, en los sesenta y más… Mi generación fue educada en la ignorancia de esa
ignominia y nos hicieron creer que éramos un pueblo con un Destino en lo Universal. Pero no nos lo creímos. A pesar de las
consignas, el orgullo de ser españoles estaba por los suelos. Cualquier cosa
del extranjero era buena y lo español una basura. Nuestro cine lo constituían
españoladas, nuestros coches de la SEAT eran malas imitaciones, que no podían
competir con los extranjeros, nuestros deportistas, ridículos, con la salvedad
del fútbol del régimen, que una vez ganó a los rusos. Éramos bajitos y paletos, feos
y malhumorados, acomplejados y perdedores…
La revolución económica de los años sesenta, se debió a las
ganas de trabajar de los hijos de los que perdieron la guerra, sobre todo en el extranjero,
desde donde nos enviaban divisas, y también a la ruptura de la casposa moral,
que supuso la entrada del turismo. España no progresó con Franco, sino que progresó
a pesar de él.
1974 (yo soy el de la izquierda)
No puedo hablar más que por referencias de lo que vivieron
mis abuelos en la guerra, de la que nunca me hablaron; del hambre que pasaron mis
padres en la posguerra, pues en mi mesa nunca faltó de comer. Pero sí puedo
hablar del país gris que conocí, pues cuando murió el dictador yo estaba a
punto de cumplir los quince años y ya había comenzado a utilizar mi mente para
pensar.
Ahora que algunos se sumarán a manifestaciones de banderas
con el águila de san Juan y celebraciones conmemorativas el veinte de
noviembre, otros brindaremos por el hecho de haber pasado la mayor parte de
nuestra vida fuera de ese asfixiante ambiente de la dictadura, donde todo era
tan gris. Para el cuarenta aniversario habrá que preparar algo grande, tal vez “Podemos”…
Tengo un cajón de versos guardados, que quizá un día me
atreva a sacar a la luz en un libro. De momento, hoy extraigo uno de ellos, basado
en mis impresiones de esa etapa de mi vida en que comencé a conocer el mundo
que me rodeaba.
¡Qué tierra tan triste
donde todo es tan gris!
La vida es en blanco y negro
y su mezcla da gris.
Blanco el pan y las sábanas
y negro el país.
La máquinas negras cosechan
un trigo muy gris,
que crece escapando
de negra raíz.
Gris es el cielo
que encapota los sueños
de tanto infeliz.
Si blanca es la hostia,
negra es la sotana,
y Dios viste gris.
Gris es la vida,
grises las montañas,
el futuro es muy gris.
¡Qué vida tan triste
donde todo es tan gris!
Me acuerdo de la noche anterior: pusieron una película de guerra "Objetivo Birmania", donde un comando americano se hinchaba a matar japoneses. La mañana siguiente, el director del colegio de Ávila, al que nos llevaban en transporte escolar, vino, semillorando tras sus gafas negras, a esperarnos a los autobuses de los pueblos. Puso tal emoción en la "irreparable pérdida" que nadie se atrevió a mostrar su alegría por el "Muera Franco": !Viva! de los tres días de vacaciones que nos íbamos a beneficiar. Además nos hizo buen tiempo, lo recuerdo que esos días vinieron niños de los que vivían en Madrid a nuestro pueblo y pudimos jugar al fútbol en la era.
ResponderEliminarEn la tele retransmitían las colas de gente desfilando ante la "capilla ardiente", de vez en cuando las mirábamos, a ver si conocíamos a alguien. No estoy seguro de si no nos mandarían impresos todas las casas "el último mensaje del caudillo"con fondo amarillo, junto al "primer mensaje del rey"; de lo que me acuerdo mejor es que, por el año 88, -que andaba yo tratando de librarme de la mili por una lesión de rodilla-, estaban todavía en el pasillo de la enfermería del Gobierno Militar de Ávila donde pasé la primera consulta.
Yo creo que cuando se muera el rey Juan Carlos, puede que resuciten aquello de la "capilla ardiente" no creo que muchos "locutores" (era como se llamaba entonces) se atrevan a hablar de "irreparable pérdida" y, lo siento por los muchachos de ahora: tampoco creo que les den tres días de vacaciones.