Considero que las artes se pueden agrupar según sus
finalidades. No quiero teorizar, tan sólo realizar un preámbulo al tema que voy
a tratar. Hay unas artes plásticas o estéticas, que lanzan un mensaje inmediato
provocando sensaciones y generando debates intelectuales. Entre ellas están la
pintura o la escultura. Hay unas artes prácticas, que se encargan de expresar
emociones con los elementos materiales que nos rodean, como la arquitectura o
el diseño. Y existen unas artes llamémoslas literarias, cuyo fin es el relato
de una historia. En esta categoría tenemos a la propia literatura, más el cine,
el teatro y la narrativa gráfica.
Bien es verdad que este esquema tan sólo es una
simplificación que no lo incluye todo, ni lo pretende, pues esta es la grandeza
del arte, que tiene sentido por sí mismo y no se puede encorsetar en una
clasificación. Por ejemplo, la poesía es literaria, pero tiene unos fines
estéticos similares a la pintura. A pesar de ello, el esquema anterior me sirve
para situar a la narrativa gráfica, dentro de las artes literarias, pues pretende
ante todo narrar una historia, empleando para ello una sucesión de imágenes
estáticas, con sentido acumulativo que van desarrollando un argumento.
Ya nadie discute su valor artístico, pero su temprana
decantación por realizar creaciones infantiles la ha situado al margen de la
cultura, considerándose hasta hoy en día como un arte menor, cuando menos. Pero
sus potenciales son sorprendentes y tiene ya una serie realizaciones tan bellas
e intelectualmente elevadas que ya no me avergüenza, como hace pocos años hacía,
el hecho de confesar que soy un amante de esta forma de expresión.
The Yellow Kid and His New Phonograph. 1896.
El discurso oficial dice que este lenguaje artístico nació
en 1896 en la prensa norteamericana como comic
strip -tira cómica-, y que de ahí pasó a los cuadernillos de un formato
peculiar denominados comic books -libros
cómicos-, conformándose así su infantilización. Estos cuadernillos se
popularizaron con las aventuras de unos empijamados superhéroes. Más tarde el
Underground la elevó a literatura para adultos, pasando por publicaciones
pornográficas y terminando por llegar a la libertad creativa que ofrecen las
novelas gráficas. El manga es un
mundo aparte, que bebió de la “invención occidental” y ha tenido un desarrollo
propio, superando en producción a toda la industria occidental.
Bien, pues esta síntesis de su historia parte de una gran mentira, por mucho que así lo recojan los estudios especializados.
Como es un tema que me interesa y me apasiona, lo trataré a
partir de ahora en este blog y tendremos tiempo de deshacer malentendidos y
errores de gran calado. En esta primera toma de contacto tan sólo haré unos
apuntes llamativos.
Para hacer evidente mi tesis sobre la antigüedad de este
arte narrativo gráfico, me ha de bastar un solo ejemplo, ya abundaremos más
tarde en otros.
El pecado original. Biblia de Alba. Siglo XV.
Repasemos brevemente en qué consiste este lenguaje. Una sola
imagen, normalmente recuadrada en una viñeta, nos ofrece una unidad temporal o
secuencia que no es instantánea. No es una foto fija, sino que abarca un periodo
de tiempo más o menos extenso, ya que en ella ocurren cosas mientras la
recorremos con la vista, como diálogos entre personajes o movimientos
argumentales, que necesitan su tiempo: Unos pocos segundos (alguien corriendo),
minutos (diálogos) u horas (un personaje durmiendo).
Pero una imagen aislada no es una narración gráfica, es una
ilustración. Para narrar gráficamente es precisa la sucesión de imágenes,
normalmente con un avance cronológico de la acción. Entones se le pide al
lector que colabore, relacionando una imagen con la siguiente y asumiendo el
espacio o tiempo transcurrido entre una y otra, que se ha elidido.
Esta tira es mía. Pertenece a la serie "Hace la tira", publicada en avilabierta.es
Disponer una serie de secuencias fijas, es la forma de
narrar que tiene este lenguaje, el cual se puede enriquecer con añadidos. El
más importante es la palabra escrita, encerrada en carteles, o en “bocadillos”,
para indicar la voz del narrador, o de los personajes. Otra forma de palabra
escrita son las onomatopeyas, que expresan los sonidos de forma contundente, con
presencia “física” al lado de los personajes.
Finalizo con una recomendación, que desmiente palpablemente
su encasillamiento en “literatura juvenil superficial”. Una de las últimas
obras que he leído se titula “He visto ballenas” de Javier de Isusi, publicado por Astiberri, que
muestra una visión clarificadora en el momento actual del denominado “conflicto
vasco” o terrorismo de ETA. Centrándose en tres personajes, Isusi realiza una
revisión de cuatro décadas de nuestra historia más cercana, narrando escenas
significativas de la vida de los protagonistas y realizando elipsis
argumentales que expresan más de lo que callan. Todo ello provoca en el lector
una reflexión lúcida, sin manipulación, ni dogmatismos.
Conmigo lo has conseguido: ahora dejaría cualquier otra cosa -no perentoria- si tuviera ese libro a mano. Incluso andaría un par de kilómetros o pagaría un par de euros.
ResponderEliminarTe lo presto sin problemas. Te escribo por privado.
ResponderEliminarhola
ResponderEliminar