Cualquiera puede ser escritor. Basta con redactar y pasar a
un soporte –papel, ordenador…– una serie de palabras coherentes que tengan
sentido... O que no lo tengan. Pero hay que tener la cara muy dura para
atreverse a hacerlo. Sin ser osado y temerario no se puede poner una obra a
disponibilidad de todo el mundo. Pero, claro, el ego a prueba de críticas no es
suficiente, se necesita poseer una calidad y despertar un interés que dé
respuesta a las demandas del lector, el cual nunca jamás es un tonto ni un
gilipollas, pues estas “especies” humanas no leen.
Basándonos simplemente en el ego del escritor tenemos
mesnadas de autores que pretenden publicar y que se asombran cuando sus libros
no son demandados por cientos o miles de lectores. Allá cada uno con sus neuras. El problema está en quién filtra todo ese producto realizado por
ególatras que se creen –nos creemos– a la altura, cuando no por encima, de
Cervantes.
El sistema editorial debería facilitar a los lectores las
obras que de verdad merecen la pena. Pero algo no funciona. La oferta es
extensísima y la calidad se pierde escondida en mares de publicaciones que
nunca deberían haber salido del cajón de sus autores.
En otros países –aquí no, desde luego– funcionan las
editoriales. Éstas se encargan de seleccionar los manuscritos recibidos y, en
orden a su calidad, proponer su publicación, apoyándoles con toda su
potencialidad: número elevado de ejemplares, amplia distribución, publicidad,
crítica constructiva… Es una apuesta y, si han elegido bien, la ganarán seguro.
En España las editoriales grandes tienen claro que, en
primer lugar, son una empresa comercial y se engañan pensando que la calidad no
tiene más importancia que la portada del libro. Así únicamente apuestan por
ventas seguras, publicando obras de personas conocidas, ya sean personajes
televisivos –Belén Esteban, las recetas de Master Chef, Entrena con Elsa Pataki,
Mario Conde…–, o incluso escritores, siempre que sean mediáticos –Boris
Izaguirre, Risto Megide…–. Cuando reciben manuscritos de gente anónima, que los
reciben a miles, raramente apuestan por uno.
Esto me frustró en un principio, pues yo traté que una
editorial grande publicara mi primera novela. La consecuencia fue la decepción.
Pensé que no tenía calidad, y que nadie estaría interesado en leerla, o más
bien en comprarla. Lo mismo me ocurrió con mi segunda novela. Nueva decepción.
Yo, que no tengo el ego subido y que necesito ponerme tacones para que mi ego esté
un poco más alto, pensé que mi potencialidad de escritor era un espejismo. Pero
entonces, ¿por qué estas editoriales no sacan autores nuevos? Si reciben miles
de manuscritos, ¿por qué no apuestan con toda su artillería por alguien que
tenga calidad? Mi conclusión es que la denominada “calidad literaria” se las
trae al pairo, no les interesa, ni quieren saber lo que es. Ellos están para
consolidar y agrandar empresas mediáticas, no para valorar si fulanito escribe
mejor que menganito. Y se equivocan, pues no están cultivando generaciones de
lectores, que serían los que mantendrían firme su “negocio” por los siglos de
los siglos. Al fin, los libros que venden no son leídos, tan solo adornan
estanterías, colocadas al lado de las televisiones que dan los programas
basura. BASURA, me reafirmo, aunque a los profesionales “periolistos” les
incomode la justa denominación de lo que hacen.
Otra salida para un escritor novel serían los premios
literarios, si estos premios premiaran la valía, por supuesto. La realidad es
que estos premios los dotan las mismas grandes editoriales, las cuales
necesitan rentabilizar su desembolso, nuevamente con caras conocidas,
generalmente televisivas, ¡qué casualidad! No me cuesta ningún trabajo creerme
el rumor extendido de que cierto premio de mucho renombre encargue a un autor
una novela para premiársela. ¿Por qué será que esto resulta tan creíble? España
es el país de la picaresca y la golfería, por culpa nuestra, claro.
Advierto que estoy generalizando, que es algo injusto, pues
da la apariencia de que lo mayoritario es lo único, y no. Hay editoriales con
un empeño honrado en editar calidad y en premiar valores literarios. Lo difícil
es encontrarlas, o que ellas te encuentren a ti. El día en que estas editoriales
sean mayoría, habremos dado la vuelta a la tortilla y la generalización será
totalmente positiva. Hoy por hoy, no.
A alguien que tenga el suficiente envanecimiento como para
querer publicar un libro, hablemos de una novela que es mi caso, tan sólo le
quedan dos caminos, que yo personalmente ya he transitado. La autoedición y las
editoriales pequeñas o para autores noveles.
Libro en el que he realizado labores de editor y que contiene tres microrrelatos míos.
En cuanto a la autoedición, es sencillo registrar una obra, solicitar y pagar un ISBN y un Depósito Legal, y es barato llevarlo a
una imprenta, teniendo lucrativas ganancias, si lograses vender algo, que nunca
es el caso. Bien, ya tienes tu publicación, pero sin una buena distribución,
más bien sin una distribución, no tienes nada. Patéate las librerías que quieras
y déjales en depósito tu librito, para más tarde pasar a recogerlo sin vender
uno solo. Únicamente amigos y parientes, por la novedad, te comprarán
directamente algún ejemplar. Una variante de autoedición más accesible consiste
en la impresión bajo demanda de compra, que es como publiqué mi primera novela.
Hay editoriales en Internet que te facilitan toda la tarea, por ejemplo Bubok o Lulu. Tú mismo te corriges, maquetas el libro y te diseñas
la portada –la editorial también te
ofrece estos servicios, pero el precio es prohibitivo– y lo subes a la red,
desde donde teóricamente el lector encarga la impresión de un ejemplar, que le
remiten a su domicilio, o se descarga la versión digital como e-book. Pero, ¿dónde está el potencial
lector-comprador? Es una quimera, no existe. Nadie se recorre las redes,
buscando algo interesante que comprar, y si lo encuentra por casualidad porque
lo publicitas, no se arriesgará, pues no sabe quién eres ni qué escribes. Nuevamente,
si no te lo compra un amigo o familiar olvídate de vender nada.
Portada de mi primera novela. Bubok
Publishing S.L.
Yo respeto la autoedición, porque el concepto en sí no quita
calidad al resultado y, si alguien publica algo que merece la pena, da igual
cómo lo ponga en el mercado. Tan sólo es una apuesta comercial. Aquí el
problema es la criba que debería de hacer una crítica especializada, y esa no
existe. Hay blogs literarios de críticos indocumentados –generalmente chicas
jovencitas con páginas webs edulcoradas de color rosa– que si les remites un
ejemplar te lo elogian y ya está. Esto no sirve para nada, más que para pinchar
un enlace en tu Facebook, y que tus amigos lo vean.
Las editoriales pequeñas o, más bien, las editoriales que
publican a noveles, abundan como hongos en el campo. Como son tantas, su competencia por
captar autores les lleva a hacer incluso ofertas tipo Carrefour del tres por
dos. En una o dos semanas te dan una respuesta sobre el manuscrito que les
envías… Sí, eso quiere decir, hablando en castellano antiguo, que no se lo
leen. Al menos las editoriales grandes te responden en tres, seis u ocho meses,
que es el tiempo que utilizan para decirte que les ha gustado tu novela pero
que los planes editoriales para los próximos meses los tienen ya completos.
Como las editoriales que publican a noveles –aquí vuelvo a recordar que estoy
usando la injusta generalización– te abren los brazos, tú puedes incluso elegir
la que te parezca más atractiva. Si no estás sobrado de dinero, eliges la que
no te haga pagarle nada, tanto de corrección, como de diseño de portada, maquetación, o imprenta. Su negocio consiste en hacerte una tirada pequeña y en que tú les
vendas a tus amigos los ejemplares suficientes como para pagarles la edición,
que normalmente suele conseguirse, gracias al margen comercial con el que
actúan. Todo lo que exceda este mínimo son ganancias para ellas, porque no
hacen más desembolso. Estas editoriales te brindan la gran ventaja de la
distribución a nivel nacional. Claro, que esto consiste en que la distribuidora
ofrece la novela de un desconocido a través de un catálogo a las librerías y
que ninguna de estas librerías la va a solicitar y mucho menos la va a poner
encima del mostrador o en el escaparate. Por lo que ahí te quedas. Nada más te proporciona
la editorial. Te deja solo. Te toca a ti organizarte una presentación en tu
ciudad, o todas las que puedas si tienes posibilidad de viajar, y vender dos o
tres ejemplares en cada una. Confías en que el boca a boca funcione y salir del
anonimato pues, en teoría, tu edición puede alcanzar miles de ejemplares, si
tiene demanda. Puedes participar en ferias, realizar firmas de ejemplares y
acabarás con un par de centenares de libros vendidos que, al 10% de derechos de
autor, te dejan los euros justos para darte una cena en un buen restaurante, si
acaso no lo gastaste antes en promocionar tu novela con un booktrailer, banner
en páginas web, viajes a librerías de otras ciudades, creación de tu propia página
web, etc. Darás gracias si te puedes tomar unas cañas con las ganancias y no
tienes que arrimar algún euro.
Luego está la incomprensión de los medios literarios “oficiales”
de tu localidad, que te verán como un advenedizo, un osado que quiere hacerles
sombra, sin ser nadie. Que te miran por encima del hombro. Que se ríen de ti
sin ni siquiera haberte leído y valorado. Que no comprenden que un novelista
tan sólo es un fabricante de entretenimiento que se vende.
En fin, estas son mis miserias. Espero que nadie se haya
visto reflejado negativamente en ellas, pues en nadie con nombre y apellidos he
pensado al escribirlas. Tan sólo era un desahogo, plagado de sinceridad. Confío
en que, al ser agosto, pocos lean este artículo de mi blog y así pase lo más
desapercibido posible. Cuando sea rico y famoso, negaré haberlo escrito.
A pesar de todo yo creo que tengo en mi haber dos novelas
dignas, así al menos me llegan las referencias de los que las han leído. No
puedo estar más satisfecho. Oye, ¿tú no las tienes? Cómpralas, que te van a
gustar. Te dejo los enlaces:
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