domingo, 17 de julio de 2022

Partir con los bolsillos vacíos


¿Dónde quedará el espejo?

En el que mi hermano se miraba

cuando apenas tenía tres años

y le decía a su imagen:

«sal de ahí».

No entendía que era él

y no su gemelo encerrado.

Ese viejo espejo

¿dónde quedara?

 

¿Dónde quedará mi mano?

La que observé extrañado

al ser consciente

de que era una porción de mí

y yo parte de la vida,

sustancia de la existencia.

Esta mano que ahora escribe

¿dónde quedará?

 

¿Dónde quedará el miedo?

Que me dominaba al ir a clase

porque no había estudiado

y el maestro me podía preguntar.

Ese temor que me achicaba

hasta hacerme invisible,

buscando así eludir

el espanto de la pizarra.

Aquel terrible miedo

¿dónde quedará?

 

¿Dónde quedará el amor platónico?

Que descubrí al dejar de ser niño

y mi timidez arruinó.

Ese que dolió tanto

porque solo llegó a ser

fantasía y nada más.

Ese ilusorio amor

¿dónde quedará?

 

¿Dónde quedará el romance?

Que me llevó a compartir los días,

a no pensar solo en mí,

a dar existencia a otras almas

que crecieron paralelas,

para encaminar los pasos

por senderos no trazados.

Ese agridulce romance

¿dónde quedará?

 

¿Dónde quedará el trabajo?

Que me impelía a madrugar

y me dio compañeros,

además de estabilidad.

Me permitió pasar el rato.

Muchos días, muchos ratos.

Ese apaciguador trabajo

¿dónde quedará?

 

¿Dónde quedarán las playas?

A las que fuimos de vacaciones.

Arena, sol, agua salada,

baños, paseos,

sol y arena.

Viajes, maletas, largos caminos,

llegadas, regresos,

maletas y viajes.

Esas lejanas playas

¿dónde quedarán?

 

¿Dónde quedarán los amigos?

Los de aventuras y juegos,

los de las cañas y las cenas,

los de conversaciones relajadas,

los de los planes y los abrazos.

Mis queridos amigos

¿dónde quedarán?

 

¿Dónde quedarán las ilusiones?

Que trazaron los proyectos

de hacer castillos en el aire.

Por las que aprendí y aprehendí.

Las que dieron sentido al sinsentido.

Las que me llevaron a pensar,

a crear y, a veces, a disfrutar.

Esas vanas ilusiones

¿dónde quedarán?

 

¿Dónde quedará el agujero?

Tan enorme

que se me abrió en el pecho,

cuando fui consciente de que era mortal

e iba a dejar de ser.

Un día.

Esa desesperación que me trajo

el peso de la consciencia

¿dónde quedará?

 

¿Dónde quedará el tiempo pasado?

El que me ha permitido vivir,

el que me ha permitido opinar,

el que me ha permitido sentir,

el que me ha permitido soñar,

el que me ha permitido escribir,

el que me ha permitido viajar,

el que me ha dejado dormir,

y el que me ha visto llorar.

Mi escaso tiempo vivido

¿dónde quedará?

 

¿Dónde quedará mi cuerpo

cuando mis huesos sean polvo?

¿Qué será de estos ojos

que me vieron en un espejo?

¿Dónde irá el corazón que tuvo miedo,

amó y fue amado?

¿Desaparecerá el pecho que horadó

la desesperación?

El cuerpo que trabajó

y se tumbó al sol,

que viajó y se bañó,

gozó y creó, también soñó,

¿dónde irá?

Este cuerpo,

cuando no quede nada de él,

¿dónde quedará?

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