sábado, 5 de marzo de 2022

NO A LA GUERRA

Sé que este lema, en la situación actual de la guerra en Ucrania, no es defendido por muchos y que me acusarán de mantener una posición ingenua y apartada de toda la realidad. «Si ya ha habido un ataque, una invasión y una masacre, no queda espacio para la diplomacia, sino para la defensa».

A los que seguimos enarbolando la bandera del no a la guerra se nos está insultando como idiotas y se nos dice que somos unos pocos iluminados, arrinconados en la izquierda. No quieren entender que la cuestión no es tan clara y que la nuestra es una opinión meditada y no el anquilosamiento de antiguos lemas, desfasados y sin sentido. La filosofía que está detrás es el pacifismo y, a través del tiempo, la han sustentado figuras a las que se les ha elevado monumentos como Mahatma Gandhi o, por qué no, John Lennon. Entiendo que el pacifismo siempre tiene sentido y es la única alternativa a la destrucción de la humanidad.

¿Por qué no debemos enviar armas a Ucrania? Porque Ucrania está vencida. Y lo está porque la potencia militar de Rusia es muy superior a la suya. Al frente de la invasión hay un hombre tan vehemente y poco informado que, además, cuenta con la última baza, la guerra nuclear, si con la guerra convencional no consigue sus objetivos. Y en la guerra convencional aún le quedan muchas cartas que jugar para la destrucción.

Y sí, Putin es un autócrata, un criminal, un imperialista, un inhumano asesino de masas, solo comparable con Hitler. Sí, a este sátrapa tiene que juzgarlo un tribunal por crímenes de guerra y, si no muere antes, su destino es la cadena perpetua, ya que también soy de los «ingenuos» que no defienden la pena de muerte.

Si le facilitamos a Zelenski armamento para su defensa, tan solo prolongaremos unas semanas, unos meses, el fin de la guerra, a no ser que el conflicto se enquiste sine die. Es imposible que ayudándolo con armas logremos que venza a Rusia. Por tanto, con ello, tan solo conseguiremos aumentar de forma exponencial el terror, el hambre y el número de muertos. Tanto de un lado como de otro. Porque, no lo olvidemos, el criminal es Putin, su estado mayor y la ideología nacionalista que lo sustenta; no el pueblo ruso, que envía a sus reclutas adolescentes a combatir. Ni tampoco los manifestantes rusos que tienen el valor, en un régimen dictatorial, de salir a protestar.

Para que la guerra no tenga el fin previsible de la derrota de Ucrania, tendría que intervenir la OTAN. ¿Qué pasaría si interviene la OTAN? Es razonable imaginar la eventualidad de una guerra nuclear, ya que al mando del ejército ruso está un demente. La catástrofe que una guerra nuclear comporta es definitiva. En una guerra nuclear no habría vencedores ni vencidos y a estas alturas no creo que sea necesario explicarlo.

Putin, que es un hijo de Putin —suponemos que su padre le dio el apellido—, es un ultranacionalista que cree en una Rusia imperial y que no se va a parar por amenazas, ya que tiene la realidad distorsionada y está convencido de que en occidente somos criminales. Y nadie le va a sacar su idea, a no ser que sean los suyos.

¿Qué podemos hacer? Pues todas las medidas pacíficas que podamos llevar a cabo, combinadas con la diplomacia que busque la paz. El embargo económico hasta la asfixia. El cierre financiero de su país, la requisa de las fortunas de los oligarcas rusos, echarle de todos los foros deportivos y culturales, atender humanitariamente a los ucranianos, admitir en la Unión Europea a Finlandia, Suecia, Ucrania, Turquía y Moldavia. En definitiva, hacer ver a los rusos que su líder está equivocado y que no consentimos que prosiga su política imperialista.

El último objetivo sería que el criminal sea detenido y procesado. No se puede consentir que Putin siga al frente de su país, aunque dé marcha atrás, ya que es un genocida. También debemos hacerle entender que nos defenderemos si nos ataca, pero que no somos como él y nunca atacaremos. Él es el que está equivocado y el que es un asesino.

Volodímir Zelenski ha tomado la decisión de enfrentar con las armas la invasión de una potencia nuclear. Es legítima, no me atrevo a afeársela, pero debe atender a las consecuencias. Las potencias democráticas debemos ponernos de su parte, pero darle armas conlleva prolongar su derrota y que mueran más ucranianos (¿cientos, miles, cientos de miles?). Yo no apoyo prolongar el sufrimiento de su pueblo, pero sí apoyo todas las medidas pacíficas que acaben con la dictadura del sátrapa invasor.

Tal vez mi postura no sea compartida, pero es clara: personalmente prefiero perder una guerra y conservar a mi familia y amigos, que ganarla y los maten a todos. La guerra y la vida son incompatibles

NO A LA GUERRA, SÍ A LA VIDA

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