El presidente de México, López Obrador, ha
pedido perdón a los mayas por los abusos contra ellos a lo largo de la
historia. Por otro lado, lleva tiempo solicitando al rey de España que pida
perdón a los mexicanos por la conquista y aquí no ha tenido ninguna respuesta
positiva. Grave error, desde mi punto de vista.
¿Qué nos cuesta pedir perdón? Son solo palabras, pero
cierran heridas; atienden a los afectos y no a la razón.
En cuanto a la razón, podemos considerar que la Castilla
post medieval, y no España que no existía, llevó a cabo una expansión
imperialista, a través de conquistas. Más tarde las tierras conquistadas se
rebelaron contra la metrópoli, logrando su independencia con nuevas guerras. Si,
respecto a esto, nos hacemos algunas preguntas, las respuestas son claras. ¿Quiénes
fueron los que conquistaron México? Los antepasados de los mexicanos
actuales, ya que allí se quedaron a vivir, y no los antepasados de los
españoles de hoy. Los míos se quedaron aquí. ¿Quiénes
se independizaron? Los mexicanos, es decir los que vivían en México en
el siglo XIX, en gran parte capitaneados por los criollos, que eran los
descendientes de los españoles, conquistadores o llegados más tarde. ¿Quién
tiene que pedir perdón entonces? Atendiendo a la razón, nadie, pero,
atendiendo al corazón, debe pedir perdón el país heredero de aquella Castilla
del siglo XVI: España. Por más que el país sea otro e incluso su monarquía
distinta.
Hoy sabemos, por los hallazgos de Atapuerca, que la
península Ibérica se pobló hace unos 900.000 años. Llegaron los «invasores» en
varias oleadas, partiendo de África, y evolucionaron hasta los neandertales,
por un lado, y los sapiens por otro. Quedaron estos últimos como antepasados de
todas las razas humanas. En el 1.000 a.C. y más tarde en el 500 a.C., nos
invadieron las oleadas celtas procedentes de las culturas de Hallstatt y La
Tène. Desde entonces, celtas e iberos se repartieron el país. En el 800 a.C. llegaron fenicios (semitas) y griegos, de forma un poco más pacifica, con misiones comerciales. No
así los cartagineses y los romanos que libraron aquí una guerra cruenta. Los
romanos conquistaron Iberia a sangre y fuego en siglo I a.C., erradicando
lenguas, costumbres, religiones y culturas. Posteriormente, la Hispania romanizada fue invadida
por tribus germanas: suevos, vándalos y alanos, a los que desplazaron los
visigodos, los cuales dominaron la península durante más de dos siglos. En el
711 Tariq abrió las puertas de la conquista musulmana. Desde ese mismo momento,
varios reinos, unos cristianos y otros musulmanes, llenaron ocho siglos de
guerras. Castilla trasladó esas guerras a América a raíz de los descubrimientos
de Cristóbal Colón, conquistando el continente en pocas décadas.
Un español de nuestros días, por tanto, tiene la mezcla de
todos aquellos que quisieron venir a aquí a vivir y que, desgraciadamente, la
mayoría de las veces fueron la guerra y la violencia las que dirigieron esas
migraciones. Un español no es un descendiente de los visigodos o los romanos,
como quieren inventar los más reaccionarios. Esa idiotez solo se basa en la
búsqueda de una pureza de la raza que, cuando menos, sonroja a alguien
inteligente. Un español es una mezcla de gentes, religiones y culturas, y no
otra cosa. Como todas las naciones.
En el siglo XXI repudiamos las formas de conquista violenta
y no las consentimos, pero nada podemos hacer con lo ocurrido siglos atrás. Tan
solo conocerlo y amar el latín, el árabe, el náhuatl, los acueductos, las
mezquitas, las sinagogas, las catedrales y todo aquello que esté en nuestra
tradición. Porque eso es lo que somos en realidad.
Pienso que es hora de decir basta al odio y dejar de culpar
a los demás de los avatares propios. Es necesario prestar cuidado y no dejarse
engañar. Algunos se empeñan en señalar que la culpa de todos los males de México
la tienen unos castellanos que allí llegaron hace cinco siglos y dejaron de
gobernarla hace dos. Su objetivo es ocultar que hay una élite rica que se
apropia de los bienes económicos en un sistema capitalista, dejando a muchos
compatriotas en la indigencia. Y que hay un colonizador económico al norte, que
en el siglo XIX se quedó con la mitad del país y ahora levanta un muro de
separación.
América latina lleva dos siglos rigiendo su destino. Es hora
de que nos demos la mano y compartamos la literatura, la gastronomía y el folklore, entre otras cosas. Somos hermanos de sangre y cultura, no herederos del odio.
Como gesto de buena fe, atendiendo al llamamiento del presidente mexicano, voy a aportar mi granito de arena, insignificante, aunque simbólico. Si mi rey no lo hace, por mi parte, yo, Cristóbal Medina, castellano, republicano de espíritu, hombre libre, pido perdón por las guerras de conquista que llevaron a cabo las gentes que vivían en Castilla en el siglo XVI.
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