jueves, 15 de octubre de 2020

Más cornadas da la vida

Un escritor tenía que escribir un cuento y ante la falta de ideas tan solo pensaba en su estructura. Debía tener un planteamiento, luego un nudo donde se desarrollase el conflicto y por fin un desenlace que fuese coherente con el planteamiento. Además debía utilizar economía de recursos literarios, es decir, pocas descripciones, escasos adjetivos y evitar conversaciones en estilo directo. Y también potenciar que ocurrieran cosas, a través de verbos y sustantivos.

No quiso profundizar en ningún tema vivencial ni en filosofías baratas, así que no le dio importancia al argumento. A pesar de que el cuento no era para niños, tampoco quiso meterse en tramas violentas o sexuales.

El planteamiento podría ser cualquier cosa, como por ejemplo un vendedor ambulante que había dejado de vender, ya que todo el mundo pedía los productos por Internet y nadie compraba lo que él llevaba con su camioneta de pueblo en pueblo.

Vale, se dio por satisfecho con esta primera idea. Como planteamiento, no estaba mal, además de ser un tema actual y de concienciación social. Ahora había que buscar el conflicto, la trama, el nudo. Podría ser algo así como que harto de las deudas y la bancarrota a la que estaba abocado, cansado de pasar hambre, frío y calor por el camino, enfurecido de que nadie acudiera a su reclamo, decidió acabar con todo y prenderle fuego.

Hizo una pira con todos sus productos en la plaza del pueblo que visitaba ese día… No es necesario precisar de qué pueblo se trataba, pues para la trama de este cuento es indiferente. Después de tener todo dispuesto, lo regó con gasolina, que le sacó a su camioneta, y le prendió fuego. Él mismo sería parte del espectáculo, iba a acabar sus días con un suicidio épico y se arrimó a la hoguera con intención de tirarse dentro.

Cojonudo, lo tengo, se dijo el cuentista. Ahora el final, el desenlace, que tiene que estar a la altura de lo planteado, porque si no, será un cuento malo.

Pensó, pensó y pensó y como no veía clara la mejor forma de concluir la historia, se dejó llevar por la primera idea que le surgió: El vendedor no pudo aguantar el calor de la lumbre por él prendida y no tuvo el valor de tirarse a las llamas, así que escaldado se apartó. Entonces vio que prácticamente todo el pueblo estaba alrededor de la hoguera y que le aplaudían a rabiar. No comprendía nada. O eran ellos los que no entendían el intento fallido de suicidio. Reparó entonces en que era la Noche de san Juan y que todos debían haber pensado que se trataba del inicio de la fiesta.

Aquí podía quedar concluido el cuento, por el simbolismo de que hay que quemar todo lo malo de nuestra vida pasada para iniciar una etapa nueva. Sería un buen punto y final.

Pero el cuentista no se sintió satisfecho. Supo que eso no fue lo que pasó en realidad, pues el viajante se quedó sin mercancía y seguiría con las deudas, además de no tener ya trabajo con el que intentar salir adelante. Lo que hizo dos días más tarde fue buscar en su teléfono móvil los contactos para remitir su C.V. a Amazon y AliExpress.

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