Humitos —fumetti—
es el nombre que dieron los italianos a la narrativa gráfica, destacando la
forma de disponer los diálogos entre los dibujos, que aparenta humo. El término
fue acuñado en el periódico oficial del fascismo, Il Popolo d'Italia, y
tuvo tanta aceptación que lo asentó para años venideros. Fijan su nacimiento el 27 de diciembre de 1908, con el
primer número del semanario Corriere dei Piccoli. Los denominados giornalini
estaban dirigidos a los niños y adolescentes. Las narraciones eran generalmente
humorísticas, con el texto a pie de dibujo y en estrofas rimadas que perduraron
hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Se llegó al extremo de castrar el
material americano que se llegó a importar (Buster Brown, Happy
Hooligan, etc.), eliminando los bocadillos —humitos— y encasillando las
secuencias en viñetas del mismo tamaño, quitando algunas y añadiendo el texto
rimado.
De esta primera época merece citarse algún autor como
Antonio Rubino (1880-1964), que destaca por su frescura y la creación de un
universo poético. Estaba dotado de una gran facilidad para la inventiva, con la
que desarrolló multitud de personajes.
Attilio Massino (1878-1954), entre muchas creaciones sobresale por su Bilbolbul, que data de 1908 y presenta una singularidad reseñable. Se trata de un personaje nativo africano, que vive en un continente de animales fantásticos y sus aventuras constituyen un juego con el lenguaje de la narración gráfica, pues realiza acciones que del todo punto resultan imposibles en la vida real, como dividirse en trozos y luego pegarlos con cola, abrirse el torso como si en lugar de carne y huesos fuera una chaqueta de tela, soportar una lluvia de signos de interrogación, alargarse como si fuera de goma, colorearse de colores imposibles, etc. Llegó a un alarde imaginativo de tal calibre que su violencia gratuita no fue comprendida como metáfora creativa, por lo que llegó a prohibirse, puesto que escandalizaba las limpias mentes de los protectores de la infancia, gran parte de los cuales, por otro lado, apoyaron el cruento movimiento fascista cuando se asentó a partir de 1922.
Attilio Massino (1878-1954), entre muchas creaciones sobresale por su Bilbolbul, que data de 1908 y presenta una singularidad reseñable. Se trata de un personaje nativo africano, que vive en un continente de animales fantásticos y sus aventuras constituyen un juego con el lenguaje de la narración gráfica, pues realiza acciones que del todo punto resultan imposibles en la vida real, como dividirse en trozos y luego pegarlos con cola, abrirse el torso como si en lugar de carne y huesos fuera una chaqueta de tela, soportar una lluvia de signos de interrogación, alargarse como si fuera de goma, colorearse de colores imposibles, etc. Llegó a un alarde imaginativo de tal calibre que su violencia gratuita no fue comprendida como metáfora creativa, por lo que llegó a prohibirse, puesto que escandalizaba las limpias mentes de los protectores de la infancia, gran parte de los cuales, por otro lado, apoyaron el cruento movimiento fascista cuando se asentó a partir de 1922.
Entre otros muchos autores destacaremos también a Carlo Bisi
(1890-1982), que es el autor de un grotesco personaje protagonista de una
historia bufa doméstica, Sor Pampurio (1929); y a Bruno Angoletta
(1889-1973), el cual dibujó en 1928 a Marmitone, un torpe soldado,
anti héroe cabezota que con su oposición a la esencia militar contestaba el
clima marcial imperante.
En enero de 1925 se asentó la dictadura mussoliniana, con un
amplio consenso en el país, apoyándose en la recuperación económica, ayudada por
la situación internacional. La ideología fascista, que es anterior al nazismo
alemán y que propugnaba la autarquía, no solo económica sino también cultural, tuvo
la desde sus orígenes la pretensión de adoctrinar a las nuevas generaciones y
así garantizar su continuidad histórica. Por ello nacieron semanarios nuevos
como Il Giornale dei Balilla (1923) o La Piccola Italiana (1927),
cuyos personajes eran los héroes que el régimen quería.
En 1934 aparecen los primeros cómics de aventuras
norteamericanos en L'Aventuroso, anteriormente se había publicado alguno
nacional o de importación inglesa. La empresa Abisina de 1935 enardece el
fervor nacionalista y esto estimula la producción de aventuras. En 1936 se crea
una oficina para el control de la prensa infantil que incentiva la producción
nacional, que girará alrededor de algunos temas tales como la aviación, el
apoyo al levantamiento de Franco en España, el antivolchevismo, la campaña
racial, el colonialismo de Abisinia o, más adelante durante la guerra, el
mantenimiento del frente interno. En 1938 se prohíbe importar todo el material
extranjero, lo que afecta sobre todo a los cómics norteamericanos. Este escollo
se salvó torpemente, pues a los editores se les ocurrió redibujar por autores
italianos obras de gran aceptación como, por ejemplo, Flash Gordon.
En los años anteriores a la caída del fascismo existieron
unos grupos editoriales claramente ideologizados. En Saboya, los potentados del
norte apoyaron el fascismo en torno al Corriere dei Piccoli. La Società
Anonima Editrice Vecchi (SAEV), de tradición antifascista, trató de
eludir las directrices del régimen y publicó producciones inglesas y, desde
1935, americanas. Nerbini en Florencia, cuya más importante publicación
era L'Aventuroso distribuyó producción norteamericana de la K.F.S.,
a la vez que dio trabajo a muchos autores italianos. El Grupo Editorial de Mondadori,
de Milán, sostenía una ideología liberal y nacionalista, a la vez que laica,
separada del régimen, y cuya principal revista era Topolino. Citaremos
por último una editorial católica, A.V.E. de Roma, que propugnó un
fascismo católico.
* BIBLIOGRAFÍA:
- Coma, Javier. HISTORIA DE LOS
CÓMICS (4 tomos). Toutain Editor, Barcelona, 1982.
- Gaumer, Patrick y Moliterni,
Claude. DICCIONARIO DEL CÓMIC, ILUSTRADO, Larousse Planeta, S.A. Barcelona, 1996.
- Guiral, Antoni. DEL TEBEO AL
MANGA. UNA HISTORIA DE LOS CÓMICS (10 tomos), Panini Comics, Barcelona,
2007-1013.
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