Todos necesitamos seguridades para poder conducirnos por la
vida. Cuando comenzamos a andar, titubeamos en los movimientos y, con la
práctica, logramos dar pasos firmes. La experiencia nos da ciertas seguridades
basadas en lo aprendido. Eso nos pasa también en nuestra vida social y política.
Debemos tener algunas seguridades que nos permitan seguir adelante, sin
replantearnos constantemente las cosas. Aunque de vez en cuando las pongamos en
duda. Es más, las debemos poner en duda como método.
Los intransigentes son un caso aparte. Son personas que han
hecho una reflexión, más o menos profunda, y han sacado unas conclusiones.
Hasta aquí, sin problema. Lo malo viene cuando sacralizan sus conclusiones,
pensando que son verdades absolutas y que nada ni nadie las puede discutir.
Así, a las personas que piensan de forma diferente a ellos, cuando menos, las
tienen por imbéciles y en general por malintencionadas o incluso por
criminales.
Los intransigentes son ignorantes. Desconocen que la
realidad es poliédrica y no plana. Cuando vemos una imagen de dos dimensiones,
podemos afirmar con certeza que bien es un círculo, un cuadrado o cualquier
otra forma geométrica, regular o irregular. Y que tiene este o ese color. No
hay duda. Pero como la realidad no tiene dos dimensiones, sino tres —o a saber
cuántas más—, lo que nosotros, desde nuestro punto de vista, vemos de una
forma, los otros, desde otra perspectiva pueden ver de otra. Así, las personas
inteligentes sabemos que —humildad ante todo—, cuando menos, los demás pueden
tener tanta razón como nosotros. Esto lleva al respeto de las opiniones ajenas
y al entendimiento, bases de la convivencia.
Joven-vieja. Versión de W.E.Hill (1915) Fuente: Biblioteca del Congreso Americano |
Los intransigentes son una fracción de un partido político o
una religión, cuando no una mayoría en esas organizaciones. Invaden un grupo
social, para esconderse detrás de una bandera y dedicar toda su energía a
luchar, de la forma que sea, contra esos estúpidos criminales que no ven la
verdad. Su ruin verdad. No soportan las críticas a sus ideas y llegan al
extremo de declarar la guerra para intentar demostrar que tienen razón, con el
propósito de exterminar al contrario. Da igual la sangre que pueda verterse, lo
importante es salirse con la suya.
Pobres intransigentes, no saben que los países se formaron
por unos reyes que hicieron guerras contra otros y pocas veces coinciden con un
pueblo determinado. Y que es absurdo, además de imposible en el mundo
globalizado, que cada pueblo tenga su nación. Siempre es más enriquecedora la
multiculturalidad. ¿Se imaginan en Estados Unidos a los Siux con un trozo de
tierra por su lado, haciendo frontera con los italoamericanos por otro y los
irlandeses americanos por otro? ¿Sin mezclarse? Eso se llama racismo, sin
paliativos.
Religión - Wikipedia |
Los intransigentes ignoran que las religiones son
derivaciones dogmáticas de muchos siglos y que consolidan determinadas
creencias, que en épocas pasadas pudieran tener sentido y ahora no. Las
religiones para ellos tienen que permanecer estáticas, sin acomodarse a los
tiempos. Dicen que solo hay un dios, pero magnifican las diferencias que les
separan de otros que creen en lo mismo. Solo porque a ese único dios lo llaman
de otra forma e hizo pis en esta esquina en lugar de en aquella. Aunque ellos no lo han visto, están seguros que otros sí. Además, en su
subconsciente desconfían tanto del poder de su dios omnipotente, que tratan de
defenderlo de unos simples mortales que lo ofenden. Son como hormigas protegiendo a una ballena, a la que no han visto nunca, para que otras hormigas
no la injurien escupiendo en el mar.
Los intransigentes desconocen que las banderas son
convenciones, que nacieron de determinada forma causal y podrían tener por azar
colores diferentes. Si me sueno los mocos con un trapo blanco no pasa nada,
pero ¡ay si ese trapo tiene colorines!
Los intransigentes se ofenden enseguida. No soportan que los
demás se rían de los pilares en los que ellos han basado su existencia. Cuando
reírse de uno mismo es la base de la inteligencia y del progreso. Pero eso
nunca lo sabrán, porque ni son inteligentes ni esperan ningún progreso. Son
conservadores rancios de sus miserias.
Dioses y patrias son las herramientas que a lo largo de toda
la Historia han utilizado los poderosos para tener en sus filas a aquellos que
no comparten sus intereses y, entre estos, los intransigentes son su mayor
conquista. Con ellos forman sus ejércitos de choque. Son los tontos útiles.
Cada uno puede defender sus seguridades, pero es fundamental
el respeto al contrario o no habrá convivencia. Para amar hay que desnudarse de
las ideas. Y también para hacer el amor. En el fondo las ideas solo sirven para
emplearlas en el juego de la democracia, la cual resolverá por el sistema de mayorías
y pactos lo que hay que hacer.
Ya lo dijo una persona sabia del siglo XVI, a
quien obligaron a abandonar su fe unos intransigentes: solo hay nacer y morir,
lo demás es cosa vana.
Creo que el estudio de la historia debería hacerse siempre de modo abierto y crítico, como una ciencia sobre comportamientos y no como un puñado de argumentos y agravios para decirnos que nuestra tribu debe prevalecer. Pienso en que si juntamos a dos niños de tres años de cualquier parte del mundo o extracto social, se pondrán a jugar; eso es porque desconocen su historia. Después ya no, porque uno se creerá que tiene más derechos que otro.
ResponderEliminarPor otro lado a veces fantaseo con lo dulce que sería la historia si en lugar de unirse Castilla a Aragón nos hubiéramos unido a Portugal, con lo educados y pacíficos que son los portugueses, nos hubiéramos volcado en toda América del Sur y no nos habríamos metido en las guerras de los Austrias.
Pero al final lo que tenemos nosotros es un poco futuro cada vez más cercano a la muerte, después de doblar los cincuenta años. El secreto está en relacionarse francamente con la buena gente de todos lados y disfrutar de todas las músicas como si fueran propias.