Hasta ahora, cuando se hace historia de la Narrativa Gráfica
europea, suele decirse que este “nuevo lenguaje” es importado de Estados Unidos
y que, en todo caso, aquí existió un precedente en el siglo XIX. Un precedente
que apunta algunas similitudes pero que no es en absoluto el lenguaje
desarrollado que se inventó en 1896 en la prensa, con una serie denominada Yelow Kid.
Todo mentira. Es imposible que sea un “precedente”, porque o existe
narración gráfica o no existe, no hay término medio, como en el chiste: o la mujer
está embarazada o no lo está. Si los filmes de los hermanos Lumière son Cine, a
pesar de ser toscos y no contar con recursos como la planificación, banda
sonora o color, entonces las secuencias gráficas estáticas, con intención
narrativa son tebeos. Algunos argumentan que, hasta que los norteamericanos
descubrieron el lenguaje, los predecesores no sabían lo que hacían. Esto es
irrelevante y además es mentira también. Algunos lo tenían incluso más claro que
Outcault, autor norteamericano del Yelow
Kid que, por casualidad, atinó con una narración gráfica. Transcribiré,
para zanjar el tema, unas palabras del europeo Rodolphe Töpffer. Decía en 1837,
59 años antes del Yelow Kid: “Este
pequeño libro (Histoire de M. Jabot) es de naturaleza mixta. Se compone de una
serie de dibujos autografiados a mano. Cada uno de estos dibujos están acompañados
de una o dos líneas de texto. Los dibujos, sin este texto, no tendrían más que
un oscuro significado; el texto, sin los dibujos, no significaría nada. El
conjunto forma una especie de novela...” ¿Más claro? El agua.
Para cerrar el tema de la Narrativa Gráfica anterior a lo
que la historia “oficial” debemos adentrarnos en el siglo XX y hablar de
artistas que se mantuvieron al margen
del “invento” de Outcault, a los cuales no consideraron autores de
tebeos por ser reconocidos como artistas. Sí, esa era la mentalidad, si eran
pintamonas no eran artistas.
Ejemplificaré en dos nombres únicamente que, desde luego, no
son los únicos: Lynd Ward y Max Ernst. Pero hay muchos más, Will Eisner, por
ejemplo, en su obra La Narración Gráfica cita a artistas del grabado
como Frans Mesereel, Otto Nückel o Milt Gross, que también realizaron novelas
gráficas.
Max Ernst (1891-1976) fue una figura fundamental de los
movimientos Dadá y Surrealista. Este alemán que vivió en
París se integró en los ambientes artísticos y en 1930 trabajó como actor en la
película L’Age D’or, de Luis Buñuel.
En 1941 emigró a EE.UU., regresando a Francia en el 53. Ernst se caracterizó
por ser un infatigable experimentador y así cuando quiso narrar historias con
imágenes utilizó la técnica de las novelas
collage, siendo la más ambiciosa Una
semana de gentileza (Une semaine de bonté ou les sept éléments capiteaux),
de 1934. Consta de 182 láminas que en todo lugar quedan catalogadas como obra
de arte excepcional del siglo XX… Pero son un tebeo, lo cual no niega, no
debería, su clasificación como gran obra de arte. Cuenta una historia
surrealista, sin más palabras que los títulos de sus siete capítulos.
Estos ejemplos del siglo XX evidencian, para quien no acababa de creérselo, que la narración gráfica es despreciada aún en ambientes intelectuales, pues al ser notorio y conocido que ya existe un lenguaje narrativo que utiliza secuencias ordenadas de imágenes, tanto las obras de Ward como de Ernst deberían haberse considerados tebeos, en lugar de excentricidades o rarezas artísticas.
Creo que ya estamos en el momento adecuado, y sin retorno,
de reconocer a las narraciones gráficas como un lenguaje independiente de la
literatura, el cine o la pintura, que puede ser vehículo de obras de arte sin
ambages.
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