Tal
vez parezca un tema menor, pero no deja de tener su importancia y hay que meterse
en todos los charcos, así la vida es más entretenida.
Nos
dicen que con el cambio de hora del otoño los días serán más cortos y que
anochecerá antes, pero no es cierto, nos engañan. Lo que ocurre es que llamando a la hora de
forma diferente nos levantamos una hora más tarde. Antes nos levantábamos a las
ocho y ahora a las ocho las llaman las siete, así que nos levantamos a las
nueve, a las que ahora las llaman las ocho. ¿Me explico?
¿Por
qué nos engañamos? ¿Por qué cambiamos el nombre de la hora real en la que
vivimos? ¿Para ahorrar energía? ¿Para tener más horas de sol? ¿Para que
anochezca antes? ¿Para amanezca antes? Todo es mentira y eso es lo que me hace
rebelarme.
Vivimos
en determinado huso horario, y la hora de la Península Ibérica coincide con la
del Reino Unido y con la de Portugal, ya que por la Península y por el Reino
Unido pasa el Meridiano de Greenwich. El hecho de que no tengamos la misma hora
oficial no es más que una estupidez sin sentido.
En
verano, los que nos levantamos a las ocho de la mañana (que cada cual lo
sustituya por su hora), en realidad lo estamos haciendo a las seis. Esa es la
verdad. Así el resto de los países europeos dicen que los españoles somos unos
vagos que no madrugamos. Y no es cierto, madrugamos tanto o más que ellos, solo
que nos mentimos llamando ocho al seis. En invierno —desde el último fin de semana de octubre— retrasamos los relojes una hora y tan solo tenemos ya una hora de
diferencia con la hora real, y por ello sigue siendo mentira. Ahora nos
levantamos a las siete, pero le llamamos las ocho. No es más que un engaño
al que nos fuerzan las administraciones.
Esta
hora de diferencia del invierno es una estupidez, que se le ocurrió al dictador
Franco, en los años cuarenta del siglo veinte para congraciarse con su amiguete Hitler y tener
la misma hora que Alemania, que está mucho más al este. Así, si las tropas
germanas ganaban la guerra y venían “de visita” no tenían que modificar sus
relojes. Y Hitler y Franco podían hablar por teléfono antes de cenar, ya que
sus criados podían servirles el consomé a la misma hora.
Años
más tarde, en 1974, con la crisis del petróleo, a las administraciones europeas
se les ocurrió cambiar la hora de verano para ahorrar energía prolongando las
horas de sol. Otra estupidez donde las haya. Por mucho que se cambie la hora no se alarga el tiempo que permanece el sol. ¿No sería más fácil adelantar los horarios? Por ejemplo: Desde el último sábado de marzo las fábricas abrirán a
las siete en lugar de a las ocho. Y así
con las administraciones, los comercios, los transportes, etc. Es decir, si se
piensa que se aprovechan más las horas solares, se adelantan los horarios y no
tenemos necesidad de engañarnos. De todas formas, esta medida es cuestionable
como ahorro de energía, pero no voy a discutirlo, que ya lo han hecho otros.
Para
complicar el tema, en Baleares y Valencia, están luchando por conservar el
horario de verano, es decir ir dos horas por delante de la hora natural en verano y en invierno, para
que la hora de anochecer sea más tardía. Dicen que es lo mejor para el turismo.
Pero tan solo hay que despejar las telarañas de la cabeza: Sí, anochecerá a las
siete y media en lugar de a las seis y media, pero las horas de luz no se han
movido un ápice, porque el hecho de cambiar la hora no consigue que el sol
permanezca más tiempo alumbrando la Tierra. Que lo mismo da que la hora de
anochecer se llame las seis de la tarde o las cuatro. Lo importante es
levantarse antes. Pero levantarse antes de verdad, sin cambiar el nombre a la hora. Es
cuestión de nomenclatura, no de que el sol dure más.
En
fin, no quiero convencer a nadie, pero yo lo tengo claro. Cuando me jubile, si
llega ese día para mí, dejaré de engañarme y pondré mi reloj en la hora solar,
teniendo en cuenta que el resto del mundo vive en la mentira. Allá vosotros, majos.
Por
si acaso deberé llevar un reloj supletorio con la hora falsa, para poder entenderme con mis vecinos.
Un argumento personal: yo voy andando de Béjar a Candelario, por tramos de camino y por tramos de carretera. Pretendo llegar antes de las nueve a la oficina, para lo que debo salir aproximadamente a las ocho. Hace dos semanas iba de noche, los primeros diez minutos, con linterna. Si no hubieran cambiado la hora dentro de un mes tendría que ir los cincuenta minutos con linterna. Y cuando llegue la primavera agradeceré que me quiten una hora de dormir con tal de que me regalen una hora. Es una alegría, aunque esa vez te "roben" una hora de sueño- Yo soy partidario del cambio de hora. En cuanto a que tengamos el horario de Francia, Italia y Alemania y no el de Gran Bretaña, ya estamos acostumbrados, y yo creo que lo prefiero: que los raros sigan siendo los ingleses.
ResponderEliminarUn argumento personal: yo voy andando de Béjar a Candelario, por tramos de camino y por tramos de carretera. Pretendo llegar antes de las nueve a la oficina, para lo que debo salir aproximadamente a las ocho. Hace dos semanas iba de noche, los primeros diez minutos, con linterna. Si no hubieran cambiado la hora dentro de un mes tendría que ir los cincuenta minutos con linterna. Y cuando llegue la primavera agradeceré que me quiten una hora de dormir con tal de que me regalen una hora. Es una alegría, aunque esa vez te "roben" una hora de sueño- Yo soy partidario del cambio de hora. En cuanto a que tengamos el horario de Francia, Italia y Alemania y no el de Gran Bretaña, ya estamos acostumbrados, y yo creo que lo prefiero: que los raros sigan siendo los ingleses.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo a medias. Yo también prefiero cambiar, pero el horario, no es necesario cambiar la hora. Nos podemos levantar una hora más tarde en invierno y una antes en verano, sin necesidad de cambiar el nombre de esa hora.
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