Voy a realizar la
reseña de dos novelas, que acabo de leer seguidas y en las que he encontrado
muchas similitudes, a pesar de sus distancias.
Se trata de dos
mujeres, dos abulenses —una de nacimiento y otra de corazón—, dos filólogas y profesoras, dos primeras novelas, dos novelas históricas situadas
en el siglo XX, con dos protagonistas —mujeres— que han de luchar contra las
convenciones sociales que las marginan, vislumbrando en el estudio una vía de
escape. Y, por último, dos novelas que recomiendo sin reservas, porque me han
hecho disfrutar de su lectura.
Las montañas azules, de Begoña
Ruiz Hernández, publicada por Cuadernos del Laberinto, Madrid, en 2016, y que
rápidamente alcanzó su segunda edición.
Begoña trabaja como
profesora en un instituto de secundaria de Ávila, y nació en El Losar del
Barco. Es licenciada en Filología Inglesa, tiene publicado algún cuento y es
colaboradora de El Diario de Ávila.
Su novela está
ambientada en 1933 en una zona montañosa que claramente es trasunto de su
localidad de nacimiento, pero cuyo nombre es inventado, Las Cimeras, población
cercana a otra, Las Bajeras, cuya ciudad de referencia se llama Santa María,
utilizando una licencia literaria similar a la Vetusta/Oviedo de Clarín. El
ambiente rural de esas montañas, que la protagonista ve azules por la
perspectiva aérea y que simbolizan la barrera que quiere atravesar, es
claramente la Sierra de Gredos.
Dionisia es una joven
de veinte años, con un hermano, Andresito, de nueve y unos padres, Andrés y
Vicenta, que viven acuciados por la inclemencia del tiempo en la montaña, que
arrastra seculares sequías con las que no se garantiza la supervivencia. La
trama sucede en los años de la Segunda República en la que se prevén cambios
importantes por la Reforma Agraria que se estaba llevando a cabo con la firme
oposición de los privilegiados, representados aquí por el cacique local, don
Timoteo, llamado el “Mimís”, ya que continuamente se refiere a “mis tierras, mi
casa, mi…”. Existen otros personajes interesantes como la Tía Flora, hermana de
Andrés, que ha perdido la razón desde que fue abandonada el día de su boda,
Jonás un joven idealista revolucionario, el marginado brujo Tío Matías, o
Cresce, un viejo pastor que es acogido en la casa familiar.
En una época histórica
injusta para las mujeres —como prácticamente todas—, con la mayoría de edad a
los veintitrés años, una joven pasaba de ser propiedad de su padre a ser
propiedad de su marido. La única expectativa que ve Dioni es estudiar para ser
maestra y poder romper esa barrera. Para ello contará únicamente con el apoyo
del maestro del pueblo, que valora sus capacidades, enfrentándose a la firme
oposición de su padre.
La inflexión se
produce con la visita de unos alemanes, el joven Markus y el señor Hertz, que
llevan a cabo un estudio filológico y etnográfico, para la publicación de una
tesis. Estos personajes están basados en una visita real, realizada en los
mismos años y por el mismo motivo por Albert Klemm, autor de La cultura popular de Ávila, que estuvo por la
Sierra de Gredos, becado por la Alemania de Hitler.
Con este punto de
partida se teje la trama que aborda temas como el sometimiento de la mujer, el
caciquismo, el mundo rural, las supersticiones, el egoísmo, la generosidad…
Todo ambientado con un rico vocabulario que la autora ha utilizado sin que se
note, pero que recrea el paisaje y el momento. Palabras ya perdidas o en vía de
hacerlo, que no nos suenan como extrañas, aunque ya no sepamos qué significan
muchas de ellas: trojes, encercellar, linderas, pocilla, aguaderas, yunta,
buitrón, bocín…
Las Montañas Azules,
es un viaje en el tiempo, que parece lejano pero que no lo es y que nos hace
conscientes de que los logros actuales se conquistaron con la lucha de gentes
cercanas a nosotros. Es una historia de amor y de supervivencia.
Tres Tazas, de María Eliezer
Bordallo Huidobro, Ediciones Áltera, Madrid, 2016.
Eliezer es una
madrileña, cuyos padres se enamoraron de Ávila en una visita circunstancial en
tren, y compraron una casa en la ciudad para veranear, llegando a pasar todo
tiempo libre disponible, fines de semana, Semana Santa, etc. Circunstancia que
la lleva a considerarse abulense de corazón.
Eliezer es una
profesora jubilada, Licenciada en Pedagogía y en Filología, que tiene publicado
anteriormente un cuento titulado “Una mujer en apuros” y que ha realizado una
adaptación de “El celoso extremeño” de Miguel de Cervantes.
La protagonista de la
novela, Dora, es una mujer madura que sufre la violencia de un marido borracho
y de un hijo drogadicto y delincuente. Viven en un piso de la abulense calle
“Tres Tazas”, cercano a una pensión regentada por su única amiga, Trinidad, la
cual tiene una hija de mal carácter, Trini. Son finales de los años setenta del
siglo pasado, y me atrevo a decir que se trata de una novela histórica, porque
el cambio de mentalidad que se ha producido desde entonces es transcendental.
Dora ve —al igual que la Dioni de Begoña— en los estudios una única vía de
escape. Ella también quiere ser maestra, a pesar de que ha superado sus años
jóvenes, y tiene en el cura de su pueblo —otra coincidencia, otro pueblo de
Gredos, esta vez San Martín de la Vega del Alberche— a su único valedor, del
mismo modo que Dioni lo tenía en el maestro. Pero Dora lo tiene mucho más
difícil por su situación familiar, y debe incluso mentir y decir que está
estudiando “Corte y confección”, para no confesar que a donde acude es a la
escuela de adultos para sacarse el Graduado Escolar.
La situación de Dora
va a confluir con la de un atormentado profesor, don Miguel, que sufre un drama
inconfesable que le ha llevado a dejar la gran ciudad, para recluirse en la
pequeña capital abulense, huyendo de su tragedia. Sufre además una
claustrofobia que le impide incluso sobrepasar la puerta de la muralla de la
cercana plaza de la cárcel, ya que la vista del campo abierto le aterroriza.
Además estando en las últimas, sin dinero y sin nadie a quién recurrir más que
a un antiguo compañero de estudios que no responde, es expulsado de la pensión
por Trini, a causa de que lleva varios meses sin pagar, quedando desamparado en
la calle, en el duro invierno abulense.
Estos dos náufragos
van a encontrarse y vivir un romancen que tendrá por marco la cárcel, por esa
época vacía y abandonada, antes de pasar a ser el Archivo Histórico Provincial.
Al igual que la cárcel o la calle Tres Tazas, tienen protagonismo otras localizaciones
como el bar Teodorillo, una ferretería del mercado Chico o el Hospital
Provincial.
La narración se
realiza de una forma que me ha recordado al diablo cojuelo, de Vélez de
Guevara, que iba levantando los tejados para contarnos qué es lo que hace la
gente que habita las casas. Así el narrador —o narradora— nos propone ir a ver
qué está haciendo ahora tal o cual personaje y de una forma amable va siguiendo
sus vidas.
La no vela nos habla
de amor y de esperanza, de desesperación y de asfixia, de la opresión a la
mujer, carente de las libertades del hombre, y de la lectura y el conocimiento
como tabla de salvación. En fin, de nuestra historia reciente, en la que ya no
queremos reconocernos. Afortunadamente.
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